XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 21, 33-43

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Is 5, 1-7;   Sal 79;   Flp 4, 6-9;   Mt 21, 33-43 

No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros 

Pablo, que se define a sí mismo como: «…maestro de los gentiles, apóstol y heraldo de Jesucristo…» expresa en su carta a los filipenses que la paz que proviene de Dios está en un plano muy diferente al de la paz que proviene de las posibilidades humanas y de su modo de comprenderla. Esta es una paz que mantiene al hombre expectante y apoyado, de corazón, en la voluntad de Jesucristo: «… la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús…».

Según el pensamiento de San Pablo la paz no es simplemente ausencia de guerra o violencia –como humanamente la entendemos-, no es tampoco una virtud moral, sino que la paz es el saberse y sentirse salvado y reconciliado por Cristo. Esta es la paz fundamental de la que se desprende el sentido auténtico de la vida del hombre. Por ello nos dice que el hombre en su diario actuar para poder vivir confiando en el amor y voluntad de Dios, ha de desarrollar primero la oración, siempre en un clima de ternura orientado hacia Cristo, quien es el que toma la iniciativa de intervenir sobre la vida de cada uno de nosotros.

Por esta razón, San Pablo se dirige a todos los hombres de manera sencilla manifestándose en todo momento como «…"apóstol por vocación" (cf. Rm 1, 1; 1 Co 1, 1) o "apóstol por voluntad de Dios" (2 Co 1, 1; Ef 1, 1; Col 1, 1), como para subrayar que su conversión no fue resultado de pensamientos o reflexiones propias, sino fruto de una intervención divina, de una gracia divina imprevisible. (…) Desde entonces su vida fue la de un apóstol deseoso de "hacerse todo a todos"  sin reservas. De aquí se deriva una lección muy importante para nosotros: lo que cuenta es poner en el centro de nuestra vida a Jesucristo, de manera que nuestra identidad se caracterice esencialmente por el encuentro, por la comunión con Cristo y con su palabra. A su luz, cualquier otro valor se recupera y a la vez se purifica de posibles escorias…» (Benedicto XVI, Pablo perfil del hombre y del apóstol, 25 0ctubre 2006).

El punto principal o aspecto central del anuncio de San Pablo es una invitación a vivir la experiencia de apoyarse en la fe en Cristo Resucitado. A este anuncio dedica la mayor parte de sus escritos y exhortaciones. El Apóstol denota así su objetivo de que se viva profundamente la relación personal de encuentro y filiación con Cristo, esto es lo más importante y lo más difícil, y a ello consagra su esfuerzo apostólico. El Papa Benedicto XVI dice al respecto: «…debemos exclamar con san Pablo: "Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31). Y la respuesta es que nada ni nadie "podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm 8, 39). Por tanto, nuestra vida cristiana se apoya en la roca más estable y segura que pueda imaginarse. De ella sacamos toda nuestra energía, como escribe precisamente el Apóstol: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13)…» (Benedicto XVI; La centralidad de Cristo, 8 de noviembre de 2006).

Para concluir, no podemos dejar de hacer presente que en todo momento a través de sus cartas San Pablo nos está recordando la invitación a la conversión, a escuchar en nuestra propia vida la llamada del Señor, por ello siempre está manifestando su propia experiencia acontecida no sólo en el camino de Damasco sino en toda su vida de apostolado: «… Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros…». El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «… el giro de su vida, esta transformación de todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que vino desde fuera: no fue el fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. En este sentido no fue sencillamente una conversión, una maduración de su "yo", sino que fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo Resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renovación de Pablo. Solo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la llave para entender qué sucedió: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquél que se había revelado y había hablado con él. En este sentido más profundo podemos y debemos hablar de conversión. Este encuentro es una renovación real que ha cambiado todos sus parámetros…» (Benedicto XVI, El acontecimiento que cambió la vida de san Pablo, 3 septiembre 2008).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú