XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 22, 34-40

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Ex 22, 20-26;   Sal 17;   1Ts 1, 5c-10;   Mt 22, 34-40 

Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros. Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir. Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera. 

San Pablo nos hace presente a través de esta epístola la presencia permanente de Cristo en medio de la historia de cada comunidad, por ello constantemente nos está poniendo de manifiesto, con gran claridad, que la libertad cristiana no se identifica nunca con el libertinaje o con el arbitrio de hacer lo que se quiere; sino que la libertad del hombre se realiza plenamente cuando éste vive en conformidad con Cristo y en el auténtico servicio a los hermanos, sobre todo a los más necesitados. El Papa Benedicto XVI lo explica así: «…San Pablo no pensaba en Jesús en calidad de historiador, como una persona del pasado. Ciertamente, conoce la gran tradición sobre la vida, las palabras, la muerte y la resurrección de Jesús, pero no trata todo ello como algo del pasado; lo propone como realidad del Jesús vivo. Para san Pablo, las palabras y las acciones de Jesús no pertenecen al tiempo histórico, al pasado. Jesús vive ahora y habla ahora con nosotros y vive para nosotros. Esta es la verdadera forma de conocer a Jesús y de acoger la tradición sobre él. También nosotros debemos aprender a conocer a Jesús, no según la carne, como una persona del pasado, sino como nuestro Señor y Hermano, que está hoy con nosotros y nos muestra cómo vivir y cómo morir…» (Benedicto XVI, San Pablo conoció a Jesús verdaderamente de corazón, 8 de octubre de 2008).

San Pablo insiste en la acción e iniciativa de Dios que es quien suscita la fe, en este caso específicamente en los tesalonicenses, y esto por la acción del Espíritu Santo. Particularmente hoy nos hace notar el Apóstol el cambio que se ve entre aquellos que dan una respuesta y acogen la iniciativa divina. En la palabra se nos pone de manifiesto la apertura a la predicación, la aceptación y la actividad humana o respuesta ante lo escuchado. Respuesta que no puede ser separada de la acción de Dios porque sin su intervención no se podría dar una respuesta humana con actos concretos. Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: «… tres características principales constituyen al apóstol (…) el tercer requisito es el ejercicio del "anuncio del Evangelio", con la consiguiente fundación de Iglesias. Por tanto, el título de "apóstol" no es y no puede ser honorífico; compromete concreta y dramáticamente toda la existencia de la persona que lo lleva. (…) San Pablo exclama, en la segunda carta a los Corintios: “Vosotros sois nuestra carta (...), una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo" (2 Co 3, 2-3)…» (Benedicto XVI, La concepción paulina del apostolado, 10 de septiembre de 2008).

San Pablo da gracias porque la Palabra fue acogida con el gozo que proviene del Espíritu Santo porque la reputación de la fe de los Tesalonicenses, a pesar de las adversidades, se ha difundido, habiendo sido la visita y predicación del Apóstol el punto de partida de esta conversión. Una conversión, que ha sido un abandonar los ídolos del mundo para volverse al Dios verdadero, una conversión que los ha llevado a vivir confiados aguardando la vuelta de Cristo. Sin embargo, frente a esta actitud de plena confianza y entrega a la voluntad del Padre, se presenta en oposición la actitud de algunos indiferentes, aquellos en quienes la palabra no resuena, en quienes no hay respuesta. Porque hay diferencias entre las respuestas que da el hombre, Dios no se impone a quien no se abre a Él porque sin la respuesta libre humana tampoco se lleva a cabo el plan de salvación porque el Señor que nos ha creado libres espera nuestra respuesta en libertad. El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «… Sólo somos cristianos si nos encontramos con Cristo. Ciertamente no se nos muestra de esa forma irresistible, luminosa, como hizo con San Pablo para convertirlo en Apóstol de todas las gentes. Pero también nosotros podemos encontrarnos con Cristo en la lectura de la Sagrada Escritura, en la oración, en la vida litúrgica de la Iglesia. Podemos tocar el corazón de Cristo y sentir que Él toca el nuestro. Sólo en esta relación personal con Cristo, sólo en este encuentro con el Resucitado nos convertimos realmente en cristianos. Así se abre nuestra razón, se abre toda la sabiduría de Cristo y toda la riqueza de la verdad…» (Benedicto XVI, La conversión de san Pablo, 3 de septiembre de 2008).

La auténtica conversión consiste en abandonar a los ídolos y esclavitudes del mundo  y mirar hacia el Dios único y verdadero, que ha resucitado a Cristo de entre los muertos y lo ha constituido juez de todos el día que volverá. A esta auténtica conversión, a la búsqueda de la verdad del amor de Dios nos invita San Pablo, al respecto, en la apertura del Sínodo de la Palabra, el Papa Benedicto XVI nos ha manifestado: «…En este Año Paulino escucharemos con especial urgencia el grito del Apóstol de las gentes: “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Co 9, 16); grito que para todos los cristianos es una invitación insistente para ponerse al servicio de Cristo. “La mies es mucha” (Mt 9, 37), repite hoy también el Divino Maestro: muchos todavía no lo han encontrado y están esperando el primer anuncio de su Evangelio; otros, aunque hayan recibido una formación cristiana, han ido perdiendo el entusiasmo y mantienen con la Palabra de Dios un contacto sólo superficial; otros también se han alejado de la práctica de la fe y necesitan una nueva evangelización. No faltan personas de rectos principios que se plantean algunas preguntas esenciales sobre el sentido de la vida y de la muerte, preguntas a las que sólo Cristo puede proporcionar respuestas satisfactorias. Por eso resulta indispensable que los cristianos de todos los continentes estén dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza (cfr. 1 P 3, 15), anunciando con júbilo la Palabra de Dios y viviendo comprometidos con el Evangelio…» (Benedicto XVI, Homilía en la apertura del Sínodo de la Palabra, 5 de octubre de 2008).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú