XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Fiesta. Dedicación de la Basílica de Letran

Juan 2, 13-22

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Ez47, 1-2. 8-9. 12;   Sal 45;   1Co 3, 9c-11. 16-17;   Jn 2, 13-22  

Edificación de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario. 

En el presente domingo, volvemos a escuchar las palabras del apóstol San Pablo en esta Solemne liturgia de la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, madre de todas las iglesias, el apóstol nos dice que «…el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario…», esto porque todo lugar reservado para el culto divino es signo del templo espiritual, que es la Santa Madre Iglesia, formada por piedras vivas, es decir, por los hombres unidos por la única fe, por la participación en los sacramentos y por el vínculo del amor.

La dedicación de la Basílica de Letrán nos hace presente que el bautizado es templo vivo de Dios, porque Dios habita no sólo en templos construidos por hombres o en casas hechas de piedra, sino principalmente en el alma del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Somos templo del Dios vivo, y con nuestra vida podemos dar gloria a Dios y hacer crecer la Iglesia, contribuyendo en la medida que nuestro obrar sea manifestación del amor de Dios, a que la Iglesia sea un signo claro del amor de Dios a los hombres. Así San Cipriano nos dice: «... ¡Dale gracias a Dios por haber sido llamado a formar parte de la Iglesia! ¡Ama a la Iglesia como es y trata de que, con el ejemplo de tu vida, sea mejor cada día! Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre…». (San Cipriano).

De manera particular el Siervo de Dios Juan Pablo II nos dice al respecto: «…vosotros sois “la edificación de Dios”. Tal imagen expresa la misma verdad respecto a nuestro vínculo orgánico con Cristo, como “fundamento” de toda la vida espiritual: “Cuanto al fundamento, nadie puede poner otro, sino el que está puesto, que es Jesucristo” (1 Cor. 3,11). Así escribe el Apóstol Pablo en la primera Carta a los Corintios, y seguidamente plantea a los destinatarios de su carta —y también a nosotros— la siguiente pregunta: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor. 3,16). Y añade todavía (son palabras fuertes e incluso en cierto sentido severas y amenazadoras): “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo aniquilará” (1 Cor. 3,16). Para concluir después: “Porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros” (1 Cor. 3,17)…» (Juan Pablo II, Visita a la Parroquia del Santo Salvador y de los Santos Juan Bautista y Juan Evangelista, 9 de noviembre de 1980).

San Pablo nos quiere así recordar que la presencia de Dios en el mundo se realiza, sobre todo y ante todo, a través de nosotros, por nuestro cuerpo, por nuestra historia. Somos nosotros presencia viva del Dios vivo. Y como San Pablo está hablando en sentido plural, de la comunidad que no es otra que la de Corinto, podemos hacer la misma aplicación a la Iglesia. Los corintios están llamados, pues, después de la “edificación” que hizo el Apóstol, poniendo como fundamento a Cristo, a ser el templo o santuario de la presencia de Dios por medio de su Espíritu. El edificio, la comunidad, es lo que es, porque está fundamentada en Cristo. Pero son personas las que han hecho posible este santuario de presencia divina. No obstante, la comunidad sin el Espíritu de Dios tampoco sería nada.

El Papa Benedicto XVI nos dice: «… Pablo sostiene que la Iglesia no es sólo un organismo, sino que se convierte realmente en Cuerpo de Cristo en el sacramento de la Eucaristía, donde todos recibimos su Cuerpo y llegamos a ser realmente su Cuerpo. Se realiza así el misterio esponsal, que todos son un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo. (…) Diciendo esto, Pablo muestra saber bien y nos da a entender que la Iglesia no es suya y no es nuestra: la Iglesia es “el cuerpo de Cristo”, es “Iglesia de Dios”, “campo de Dios”, “edificación de Dios”… “Templo de Dios” (1Cor 3,9.16). Esta última designación es particularmente interesante, porque atribuye a un tejido de relaciones interpersonales un término que comúnmente servía para indicar un lugar físico, considerado sagrado. (…) Si antes los templos se consideraban lugares de la presencia de Dios, ahora se sabe y se ve que Dios no habita en edificios hechos de piedra, sino que el lugar de la presencia de Dios en el mundo es la comunidad viva de los creyentes…» (Benedicto XVI, La enseñanza de Pablo sobre la Iglesia, 15 octubre de 2008).

Esta celebración nos pone por delante nuevamente la relación entre Iglesia y templo, la cual asume dos dimensiones complementarias: por una parte, se aplica a la comunidad eclesial la característica de separación y pureza que tenía el edificio sagrado, pero por otra, se supera también el concepto de un espacio material, para transferir este valor a la realidad de una comunidad viva de fe. Si antes podíamos creer y considerar a los templos como lugares de la presencia de Dios, ahora sabemos y se ve que Dios no habita en edificios hechos de piedra, sino que el lugar de la presencia de Dios en el mundo es la comunidad viva de los hombres. Comunidad viva que se va edificando y fortaleciendo a través del amor con el cual se vive entre hermanos en la fe. San Pablo «…nos ayuda a comprender cada vez más el misterio de la Iglesia en sus distintas dimensiones de asamblea de Dios en el mundo. Esta es la grandeza de la Iglesia y la grandeza de nuestra llamada: somos templo de Dios en el mundo, lugar donde Dios habita realmente, y somos, al mismo tiempo, comunidad, familia de Dios, que es amor. Como familia y casa de Dios debemos realizar en el mundo la caridad de Dios y ser así, con la fuerza que viene de la fe, lugar y signo de su presencia…» (Benedicto XVI, La enseñanza de Pablo sobre la Iglesia, 15 octubre de 2008).

Preparémonos para el próximo tiempo de Adviento.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú