XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 35, 4-7ª; Sal 145; St 2, 1-5; Mc 7, 31-37


Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Effatá", que significa: "Ábrete". Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".



Mc 7, 31-37


En el libro del Deuteronomio en el capítulo 30 se nos presenta la doctrina de los dos caminos: “…el camino de la bendición y de la maldición, el camino de la vida y de la muerte…”, es importante hacer mención de esta verdad, porque muchas veces en nuestra vida interrogamos a Dios por nuestros sufrimientos, cuando la mayor parte de veces voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente hemos incurrido en actitudes o actos que posteriormente, aún después de nuestro arrepentimiento, nos llevan a sufrir por consecuencia de los mismos. La misión de la Iglesia es tan actual, como cuando Cristo envío a sus apóstoles a anunciar el evangelio a todas las gentes, ya que el hombre tiene necesidad de escuchar constantemente el anuncio de Cristo, porque ante la realidad de la sociedad moderna, que puede ensordecerlo, distraerlo a no escuchar la verdad que Cristo ha revelado; según la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, que el hombre se revela en el misterio de Cristo.

En la segunda lectura el apóstol Santiago hace presente de una manera radical el criterio equívoco en el cual podemos incurrir, si no tenemos presente qué es lo que dignifica a toda persona humana, pues la dignidad de la persona humana le viene del mismo Dios que ha creado al hombre a su imagen y semejanza, según lo dice el texto sagrado en el libro del Génesis. De esta manera de acuerdo al texto de la segunda lectura, incurriríamos en una acepción de personas y por lo tanto el segundo mandamiento en que se resume la ley: “…amar al prójimo como a uno mismo…”, se vería totalmente anulado. Por eso en otro pasaje de la escritura Santiago dice: “…mirad hermanos no hay sabios ni doctos entre ustedes…”.

Refiriéndonos a la primera lectura del profeta Isaías, debemos escucharla como un pregón que resuena en medio de nosotros, más aún podemos decir que es como el anuncio de una buena noticia, es una llamada al retorno de los cautivos a vivir en la libertad. Aunque el contexto de la palabra se encuentra en torno al cautiverio babilónico, debe resonar en medio de nosotros como una voz potente de esperanza. La descripción que hace el profeta sobre el poderosos paso de Dios, donde el retorno del cautiverio se expresa en la curación de los ciegos, de los sordos y de los cojos, anuncia proféticamente la obra redentora del Padre, que en Cristo se consumará. Pero este hecho da también a entender que Dios no abandona al hombre aunque este haya faltado fielmente a la alianza o no haya creído en sus promesas. Dios que ha creado al hombre a su imagen y semejanza, lo ha creado libre, es libre como se recibe el amor y como también se ama; el hecho de que tantas veces en nuestra vida nos sintamos desterrados puede ser muchas veces por la causa de nuestra libertad mal vivida o mal llevada ante el plan de Dios.

El evangelio del presente domingo, según la tradición patrística está dado en un contexto de enseñanza, para hacer comprender que la vida cristiana es un don de Dios, y para aceptar vivir este don de Dios necesitamos ser llevados. Este hombre sordomudo según las catequesis patrísticas pre-bautismales, hace alusión al hombre que no conoce a Dios y que vive sordo a su voz y por lo tanto no puede proclamar la grandeza de Dios. El credo de Israel al inicio dice: “…Escucha Israel…”, por eso Jesús le dice a Tomás:”…dichosos los que han creído sin haber visto…”. Se ha comparado estos dos textos porque la misión de Cristo y de la Iglesia es la de llevar al hombre a escuchar a Dios, pues si el hombre escucha a Dios puede acogerlo, y acogiéndolo en su vida podrá bendecirlo, porque la bendición que el hombre hace a Dios es un anuncio que Dios ha hecho todo bien. Retomando el evangelio sobre el milagro del sordomudo, es la Iglesia la que en nombre de Cristo tiene el poder de curar la sordera del hombre para que el hombre pueda escuchar a Dios; esta sordera de la cual el hombre padece viene como fruto y consecuencia del pecado en el hombre, ya San Pedro en los Hechos de los Apóstoles dice: “…hermanos pecasteis por ignorancia…”; y esta ignorancia de los judíos no era por el desconocimiento de las escrituras sino porque no tenían el oído abierto a escuchar a Dios en sus vidas.

Estimados hermanos en el evangelio de San Juan, Cristo dice: “…la obra del Padre es que crean en Aquel que él ha enviado...”, en este sentido para creer en Cristo hay que escucharlo, la figura de Juan el Bautista es importante de hacer presente, pues él dice de sí mismo: “…voz que clama en el desierto preparad los caminos del Señor…”, esta voz es la que nos va ayudando a prepararnos a la escucha de la voz de Dios o también nos puede hacer presente que no escuchamos a Dios. Así como el sordomudo del evangelio es conducido hacia Jesús, para que nosotros podamos escuchar a Dios y proclamar sus alabanzas tenemos que ser conducidos al encuentro con Dios, entonces la Iglesia a través de sus diversas manifestaciones, ya sea movimientos o comunidades que vivan la fe, será el medio por el cual seamos ayudados y llevados para que al estar delante de Cristo Él cure nuestra sordera y nuestra mudez, y como la Virgen María en esta generación podamos proclamar las grandezas del Señor.

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú