III Domingo de Cuaresma, Ciclo B

Jn 2, 13-25

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Ex 20, 1-17;   Sal 18;   1 Co 1, 22-25;   Jn 2, 13-25 

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: "Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado." Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: «El celo por tu Casa me devorará». Los judíos entonces le replicaron diciéndole: "Qué señal nos muestras para obrar así?" Jesús les respondió: "Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré." Los judíos le contestaron: "Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre. 

En este tiempo cuaresmal la Iglesia nos hace presente en todo momento la necesidad que tenemos de acogernos a las llamadas armas del creyente, aquellas con las cuales estamos llamados a mantener nuestra unión con Dios; estas armas: la oración, la limosna y el ayuno nos ayudan en este tiempo a tener en el corazón a Dios, y nos llevan a aceptar que nuestra vida depende de Él. Por ello, la primera lectura de esta tercera semana de cuaresma nos dice: «...no te harás ídolos...»; lo cual está significando que el hombre, por su debilidad y propia naturaleza afectiva, siempre tiende a la búsqueda de apoyar su vida en falsas seguridades sobre las cuales quiere hallar un fundamento sólido que le dé consistencia y sentido a su diario vivir. Al respecto San Gregorio de Nisa describía esta actitud humana gráficamente con estas palabras: «…El espíritu del hombre con el pecado es como un espejo al revés, el cual, en vez de reflejar a Dios, refleja en sí la imagen de la materia informe…». Pero en este tiempo y con ayuda de la liturgia la Iglesia nos quiere conducir a ver que el único apoyo para el creyente está en Dios; así la cuaresma nos irá conduciendo a la Pascua de Cristo, a un encuentro con el Padre que es el Único que purificará nuestro corazón, nuestra mente y todo nuestro ser.

La primera lectura de la presente semana nos hace alusión a la Pascua judía, la Iglesia nos propone este texto porque es importante verlo como un signo de los prodigios que Dios hace en la vida del hombre Es claro que Dios, por pura misericordia, quiere llevar a cada hombre a un éxodo en su vida, a un salir de sí mismo y de sus debilidades para poder así conducirnos a la Pascua. Por ello el sentido del éxodo y el sentido de la Pascua son muy importantes porque nadie puede hacer éxodo, es decir nadie puede salir, si antes no es liberado de lo que le oprime o esclaviza. Entonces aquí encontramos una directa relación entre la primera lectura y el evangelio, el pasaje de Cristo expulsando a los vendedores del templo es muy simbólico para todos los creyentes porque para que nuestra vida se encuentre siempre en una situación de éxodo, Cristo tiene que purificarnos, limpiarnos, expulsando de nuestro corazón todo aquello que nos contamina desde adentro.  Porque si no es así el templo -nuestro propio cuerpo- se puede llenar de idolatrías y esclavitudes que nos impiden vivir en la libertad del creyente que espera la Pascua. Por eso en el evangelio cuando Cristo aparece expulsando a los vendedores del templo, se nos está haciendo ver que Él quiere que nosotros podamos vivir en una situación de éxodo nuestra vida, que nos conduzca a ser hombres recreados por Dios nacidos a una vida nueva gracias a la muerte y resurrección de Cristo.

En el evangelio destaca además la afirmación de Cristo que nos anuncia su resurrección cuando dice: «…Destruid este templo, y en tres días lo levantaré…». La incomprensión de quienes viven en la ley solamente lleva más adelante a acusar a Cristo de haber querido destruir el templo, sin comprender lo que verdaderamente había querido decir, porque Cristo se refería a la reedificación de un nuevo templo, se refería a su resurrección. San Juan explica el significado de estas palabras cuando dice: «…Hablaba del templo de su cuerpo…». El cuerpo de Cristo resucitado será el nuevo templo, el templo espiritual en el que se celebrará el culto en espíritu y en verdad.

El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «… Esta es la grandeza de la Iglesia y la grandeza de nuestra llamada: somos templo de Dios en el mundo, lugar donde Dios habita realmente, y somos, al mismo tiempo, comunidad, familia de Dios, que es amor. Como familia y casa de Dios debemos realizar en el mundo la caridad de Dios y ser así, con la fuerza que viene de la fe, lugar y signo de su presencia. Oremos al Señor para que nos conceda ser cada vez más su Iglesia, su Cuerpo, el lugar de la presencia de su caridad en este mundo nuestro y en nuestra historia…» (Benedicto XVI, La dimensión eclesiológica del pensamiento de San Pablo, 15 de octubre de 2008).

Concluyendo podemos remarcar que en este tiempo de itinerario cuaresmal al cual Dios nos invita, estamos llamados no sólo a escuchar la voz del Hijo, sino a nutrirnos de su Palabra, porque la oración, el ayuno, la limosna y el sentido de la cruz en nuestra historia pueden ser cargas insoportables e insufribles si no van iluminadas y nutridas por la Palabra que es el mismo Cristo. El presente camino de cuaresma,  invitación a la conversión, abramos nuestro corazón a la Palabra, sin temores y sin limitaciones abandonados confiadamente a la voluntad del Padre.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Vicario General de la Diócesis del Callao
Perú