Viernes Santo de la Pasión del Señor

Jn 18, 1-19, 42

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

 Is 52, 13-53,12;   Sal 30;   Hb 4, 14-16; 5, 7-9;   Jn 18, 1-19, 42. 

El Viernes Santo revivimos los pasos de la Pasión del Redentor hasta su crucifixión en el Gólgota. Así, la adoración de la Cruz nos invita a comprender más profundamente la infinita misericordia de Dios. Al pasar conscientemente por aquel dolor inmenso, el Hijo del Padre se convirtió en anuncio definitivo de salvación para la humanidad. Ciertamente la cruz es un camino difícil pero parte indispensable de la vida del creyente porque sólo en ella se nos entrega el Misterio de la muerte que da la vida.

Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: «…El Viernes Santo es la jornada que recuerda la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. En este día, la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la santa misa, pero la asamblea cristiana se reúne para meditar en el gran misterio del mal y del pecado que oprimen a la humanidad, para recorrer, a la luz de la Palabra de Dios y ayudada por conmovedores gestos litúrgicos, los sufrimientos del Señor que expían este mal. Después de haber escuchado la narración de la pasión de Cristo, la comunidad reza por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo, adora a la Cruz y se acerca a la Eucaristía, consumando las especies conservadas de la misa en la Cena del Señor del día precedente…» (Benedicto XVI, Meditación sobre el Triduo Pascual, 19 marzo 2008).

Jesús en la Última Cena alude a su sacrificio, entrega voluntaria hasta la muerte, manifestando que tiene que ser este camino, porque el Padre así lo ha señalado, Él da a comprender de esta manera a sus discípulos que el sufrimiento por donde tendrá que pasar lo acepta con gozo: «...Padre si para esto he venido glorifica a tu nombre...». Este amor por nosotros es  la intención de la pasión, por ello las primeras palabras pronunciadas sobre la cruz nos muestran que el sacrificio de Cristo se ofrece sea por los amigos que por los enemigos: «...Padre perdónalos porque no saben lo que hacen... ». Palabras sorprendentes de Jesús, porque con esta claridad no había hablado en discursos anteriores y por eso estos beneficios son para todos, para los amigos y enemigos, y de esta manera todos aquellos que quieren llamarse hijos de Dios, por lo tanto, no sólo son invitados sino llamados a amar a los enemigos. Por eso, el mismo Jesús, cuando  revela que Él es Hijo del Padre y sabiendo que eso lo llevaría a la muerte, está manifestando este amor a sus enemigos, y este amor de Cristo es para que conozcamos el amor del Padre.

Cristo luego de ser clavado en la cruz no reclamará al Padre una justa sanción por el crimen del cual es víctima, ni pone condición alguna al perdón. De esta manera, manifiesta la disposición fundamental que anima su donación. Así, se dirige al Padre con una ardiente súplica a favor de aquellos que lo han crucificado. A veces las palabras: «no saben lo que hacen», han sido interpretadas como si estuvieran dirigidas sola a aquellos que materialmente han crucificado a Cristo, porque los soldados, en este caso, no entendían verdaderamente aquello que hacían, porque como soldados solamente ejecutaban órdenes recibidas. Pero como dice san Pedro, al inicio de su  discurso, en el capítulo segundo de los Hechos de los Apóstoles: «pecasteis por ignorancia» y también como dice san Pablo: «Dios encerró a todos en el pecado para usar de todos nosotros misericordia».

De esta manera, si con la petición de Cristo sólo hubiesen alcanzado el perdón aquellos que lo estaban crucificando, en un primer momento no hubiese tenido tanto valor, y en un segundo momento no hubiese alcanzado al género humano para reconciliarnos con el Padre. Es por ello que, lo que nos ayuda a comprender  que esta frase nos alcanza a todos nosotros, es porque los personajes involucrados previo a la crucifixión sí entendían lo que estaban haciendo, pero al mismo tiempo lo que hacían, lo hacían para mantener sus propios intereses personales, y por eso cada vez  que nosotros, las personas, pecamos (cuyo sentido cada vez se pierde más porque lamentablemente ya en lo púlpitos no se habla del sentido del pecado), se está corroborando la necesaria muerte de Cristo en la cruz, pues Cristo ha entrado en la cruz para llevarnos nuevamente al camino hacia el Padre, porque nuestras actitudes personales como la de: Pilato, los escribas, los fariseos, los sacerdotes del pueblo de Israel, de Judas y de los demás apóstoles; eran actitudes e intenciones que nunca se hubiesen orientado hacia el Padre si no fuese por la muerte de Cristo.

De esta manera, la cruz es el signo del perdón definitivo ofrecido a toda la humanidad. Por eso hermanos, esta cruz por la cual Cristo nos ha redimido también está significando que en cada uno de nosotros hay una cruz que nos puede aplastar si es que no dejamos que Dios nos ayude a llevarla, y por consiguiente, si dejamos que la cruz de nuestra vida la  lleve Dios, esta cruz  ella nos llevará a la vida eterna, porque sin cruz no hay cristiano y sin la cruz gloriosa de Cristo no podemos llegar al cielo.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Vicario General de la Diócesis del Callao
Perú