XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 17-30

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Sb 7, 7-11; Sal 89; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30

Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: = No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre." El, entonces, le dijo: "Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud." Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: "Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme."

Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: "¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!" Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: "¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios." Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: "Y ¿quién se podrá salvar?" Jesús, mirándolos fijamente, dice: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios." Pedro se puso a decirle: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido." Jesús dijo: "Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.

Empezamos nuestro aporte por la lectura del evangelio, podemos decir que se dan como tres momentos que se enlazan:
Primero la pregunta del joven rico, que indudablemente es aclarada por Cristo, como enmendada cuando le responde: “…por qué me llamas bueno?...solo Dios es bueno…”, de esta manera Cristo nos está diciendo a todos nosotros que la vida nueva, los milagros, signos que Él realiza y conjuntamente con su predicación, están anunciando una vida nueva que no consiste en observar una ley y tratar de cumplirla, sino que esta ley que todavía permanece nos quiere llevar a encontrar una vida plena que no esté sujeta sólo a una observancia. Por eso la pregunta del joven rico “qué tengo que hacer para heredar la vida eterna” y su respuesta posterior: “todo esto lo he cumplido desde mi juventud”; está demostrando simplemente la falta, el ansia que la observancia de la ley lleva a descubrir que sólo la ley no puede llegar a saciar plenamente el corazón ni la vida del hombre.

En un segundo momento el evangelio nos presenta a Cristo como dando una sentencia “qué difícil es que los ricos entren en el Reino de los cielos”. Lamentablemente lo primero que se nos viene al pensamiento es pensar en aquellos que tienen dinero, pero tenemos que decir que Cristo no habla de esta riqueza. Tampoco podemos negar que el dinero lleva al hombre a que se sienta aparentemente no necesitado, que lo haga creer que es dueño de su vida y que incluso puede disponer arbitrariamente de la vida de los demás; tratando de pensar en un sentido positivo, que puede ayudar y hacer el bien a los demás según sus propios criterios por el poder que el dinero le puede facilitar, ofrecer y disponer.

No es esta riqueza la que impide al hombre entrar al reino de los cielos, no podemos negar que puede ser uno de los obstáculos grandes que el hombre pueda tener en su camino a la santidad, sobre todo porque el dinero puede llevar a un hombre a sentirse autónomo.

A la pregunta de los apóstoles: “Entonces quién podrá salvarse?” Cristo aparentemente no da respuesta, pero somos nosotros, como los discípulos que no la entendemos. La segunda lectura en este contexto que estamos hablando viene a ayudarnos e iluminarnos porque dice que la palabra de Dios “…es como espada de doble filo, que penetra hasta el punto donde se divide alma y espíritu…”. Y por eso la respuesta de Cristo: “…imposible para los hombres pero no para Dios…”. Enlazando estos puntos, ¿por qué Cristo ha dicho que no hay imposible para Dios? No estará queriendo Cristo, hacernos presente que la vida nueva que Él está predicando y nos está revelando y anunciando no consistirá más en la observancia y en el cumplimiento? De esta manera podemos ir comprendiendo con esta lectura que el hombre por sí mismo no puede obedecer a Dios, recordemos el evangelio de la semana pasada en que Cristo decía “…lo que Dios unió que no lo separe el hombre…”, si Dios se ha reservado el hecho de unir al hombre y a la mujer para toda la vida, lo que hoy llamamos matrimonio eclesiástico, el que el hombre pueda unirse a Dios, también Dios nos dice la manera de vivirlo.

Pasando al tercer momento, inmediatamente se hace sentir la réplica de Pedro, donde podríamos incluirnos todos los que venimos y participamos de la misa, que comulgamos frecuentemente; aún más sacerdotes y religiosas que hemos dejado todo, como muchas veces se escucha equivocadamente decir: “…he dejado todo por seguir a Cristo”, porque es Dios es que llama y si Él nos llama, Él nos dará las gracias necesarias para seguirlo. Pedro hace mención a Cristo de todo aquello que han tenido que dejar por estar con Él y seguirle, y Cristo respondiendo rápidamente a Pedro, también como a los discípulos nos deja desconcertados a nosotros y dice: “…recibid el ciento por uno ahora al presente …con persecución, y en el mundo venidero vida eterna…”.

Entonces tenemos así que ante la interpelación de Pedro que menciona que han dejado todo por seguirle, esto no puede quedar en un acto altruista o de alta generosidad o de filantropía humana, hoy sabemos que para nosotros esto es posible si este Cristo Sabiduría encarnada habita en nosotros; y por eso es difícil que un rico entre en el reino de los cielos o lo mismo podríamos decir de un pobre, considerado dentro del contexto social; por eso el evangelio de Mateo llama bienaventurados a los pobres de espíritu porque aquellos heredarán el reino de los cielos. Por eso, el joven rico se va triste, no porque ha descubierto que realiza el mal o hace el mal, sino porque quizás podría dar todo y cumplir todo a la perfección, pero vaciarse de sí mismo sólo es obra de Dios.

Tengamos presente la segunda lectura en este día, porque la palabra de Dios es una espada de doble filo, porque para llenarnos de Dios, llenarnos de Cristo, llenarnos del Espíritu Santo, Dios tiene que ayudarnos a vaciarnos y a despojarnos de todo aquello en lo que podamos, sin darnos cuenta, estar poniendo la seguridad de nuestras vidas, por eso la palabra viene como dice San Pablo en la carta a los filipenses: “…así como Cristo se despojó de sí mismo…” y así se hizo como nosotros, igualmente nosotros para revestirnos del hombre nuevo, ser criaturas nuevas, criaturas recreadas en Cristo; la palabra, la predicación de la Iglesia realiza en nosotros este vaciamiento de nuestra vida. Por eso el dar nuestros bienes a los pobres, dice la tradición de la Iglesia de los primeros siglos, es un acto de confesión de fe en el Dios a quien estamos llamados a amarle con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas; y en esta experiencia amar al prójimo como a uno mismo.