Solemnidad de la Santísima Trinidad, Ciclo A

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Ex 34, 4b-6. 8-9; Dan 3; 2Co 13, 11-13; Jn 3, 16-18
 
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.

Jn 3, 16-18

El misterio de la Santísima Trinidad puede parecernos muy abstracto: un solo Dios en Tres Personas, con la dificultad de demostrar en que consiste la unidad en esta Tríada de Personas; y por consiguiente en que consiste la Trinidad, y cómo de ésta manera se puede conciliar la una y la otra, para al final, terminar de hablar de una misma realidad. Frecuentemente la teología sobre la Trinidad eleva la abstracción cuando trata de sintetizar la explicación de éste misterio de nuestra fe.

La Trinidad es misterio de un único Dios en tres personas. Se trata de un misterio lleno de vida y estas personas nos comunican esta vida que emana de ellas mismas, por la unidad perfecta en que habitan, porque en su accionar son las tres que actúan.

Este Misterio no ha estado lejano de nosotros, porque se nos ha comenzado a comunicar a través de las profecías del AT. De manera singular, con la encarnación del verbo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, se ha terminado de revelar en este Misterio. Por consiguiente, no podemos desvincular la revelación del misterio de los datos que nos proporcionan, de manera especial, los libros del NT.

Podríamos hacer alusión a una serie de pasajes del NT., pero podemos también acogernos a las palabras del salmista: "... que pueblo tiene un dios tan cercano como nuestro Dios...". Pues con la encarnación de Cristo, no solo comenzaron a cumplirse las promesas, sino comenzó a revelársenos el Dios con Nosotros. Ahora, este termino no sólo se lo aplicamos a Cristo, el Emmanuel, sino también a Cristo que entra en la historia de la humanidad, en el tiempo el Padre de la Misericordia: "... Felipe quien me ve a mi ha visto al Padre..."; el Dios que ha creado todo de la nada y transciende todo.

La vida de Cristo, su pasión y muerte en la Cruz, el Misterio Pascual del Emmanuel, nos dan a conocer al Dios: Creador - Redentor - Consolador; porque en el quehacer cotidiano de nuestra vida experimentamos al Dios que se nos manifiesta como nuestra esperanza y, en quien estamos llamados a poner nuestra confianza, nuestra Fe.

Los hechos milagrosos que narran los evangelios testifican la fidelidad de Dios para con nosotros, y por lo tanto, no solo deberíamos llamar milagros a hechos extraordinarios. En cierto grado, es ya un milagro vivir como Cristo nos ha mandado: "... amaos como yo os he amado..."; milagro que es el accionar de la vida divina en nosotros, por el don del Espíritu Santo.

El cristiano, llevado por el Espíritu Santo, está llamado a vivir en un diálogo íntimo de amor con su Señor. La vida de tantos místicos y santos en la historia de la Iglesia testifican esta vida de amor. Así se transforma la vida de los hombres, porque su fuente es Dios Trino, que hace de cada hombre que lo acoge. Templos de Dios, vino nuevo en odres nuevos. Dios llama, actúa y el hombre accede, y se encamina al conocimiento de Dios, y no sólo se debe entender a nivel racional, sino sobre todo existencial.

Es cierto lo que el Papa Juan Pablo II dijo en una de sus catequesis de los miércoles, al referirse al amor conyugal: "... el amor es racional, porque se ama lo que se conoce..."; pero en cuanto al Amor de Dios manifestado en Cristo, a través del Espíritu Santo, mi amor hacia Dios, se convierte, más que en un conocimiento, en un amor de adhesión y entrega, que me hace persona plena y capaz de dar mi vida, para que otros puedan conocer al Dios dador de Vida. Podemos decir que, de todas las palabras humanas con sus riquezas y límites, la palabra "Amor" es la que mejor nos puede llevar al encuentro y conocimiento del Dios Trino: Padre de la misericordia, al Hijo redentor y al Espíritu consolador-abogado nuestro.

Podemos afirmar que este amor se nos comunica, no de manera borrosa sino en una figura concreta e histórica en Cristo Jesús. El diálogo que sostiene Cristo con Nicodemo, signo y figura de la realidad del hombre se realiza de noche, así como Dios se revela a Israel para sacarlos de Egipto en la noche, igualmente este diálogo se desarrolla en la noche porque Dios a los que acuden a Él, no los abandona, los saca de las tinieblas, de la oscuridad, de la esclavitud y, los hace pasar a la luz y libertad que vienen de Él. Podemos decir que conocemos al Dios Uno y Trino en el obrar salvador y redentor, donde nuestros pecados son perdonaos en la muerte de Cruz del Hijo, y somos reconciliados con el Padre y hechos por tanto hijos de adopción, por el nuevo nacimiento, haciéndonos partícipes de la vida de santidad que se nos da y comunica por el Espíritu Santo. Al respecto, dice san Gregorio de Nisa: "... ya por el Don de la Santa Trinidad nos viene el participar de una fuerza vivificante, aquellos que por el bautismo hemos sido regenerados y salvados de la muerte eterna y, hechos dignos de esta gracia... (Carta 5)".

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú