XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 17,5-10

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

Los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Respondió el Señor: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este moral: "Arráncate y plántate en el mar, y os obedecería" .Si uno de vosotros tiene un siervo en la labranza o con el ganado y regresa del campo, ¿acaso le dice: "Entra en seguida y siéntate a la mesa?". ¿No le dirá, al contrario: "Prepárame la cena y dispón te a servirme mientras como y bebo, que después comerás y beberás tú?". ¿Es que tiene que agradecerle al siervo el que haya hecho lo que se le había mandado? Pues igual vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os había mandado, decid: "Somos unos siervos inútiles; no hemos hecho más que lo que teníamos que hacer"». (Lucas 17,5-10)

1º. «Omnia possibilia sunt creden ti» -Todo es posible para el que cree. -Son palabras de Cristo.

-¿Qué haces, que no le dices con los apóstoles: «adauge nobis fldem» -¡auméntame la fe!?» (Camino.-588).

Jesús, humanamente, sólo el que realmente cree en un proyecto, o en un objetivo que se ha marcado, y persevera en el intento a pesar de las dificultades, consigue su propósito.

El indeciso se arruga ante la primera contradicción y nada logra.

Esta fe no es aún la fe que te piden hoy tus discípulos, pero es su base humana: el tesón.

El tesón es una virtud humana que yo puedo adquirir si me lo propongo, y que facilita que arraigue la virtud sobrenatural de la fe.

La fe es una virtud sobrenatural, es decir, una virtud que Tú me das cuando te la pido y no pongo dificultades para recibirla.

«Todo es posible para el que cree.»

Jesús, a veces me desanimo y pienso que no; que yo no puedo vencer una tentación o superar un defecto; que las dificultades me sobrepasan y que no tienen remedio.

Es el momento de repetir con fuerza: ¡auméntame la fe!; que me dé cuenta de que Tú estás a mi lado; que me convenza de que Tú eres Dios y a la vez eres Amigo, Hermano y Padre.

Y entonces veré arrancarse de raíz defectos que estaban profundamente implantados en mi conducta; y se resolverán problemas «insolubles»; y se enderezarán situaciones torcidas.

Y volveré a tener paz y alegría en mi alma.

Porque la fe es capaz de mover montañas, si es verdadera fe, que significa fe acompañada de obras de virtud y de caridad: fe acompañada de esfuerzo por hacer siempre y en todo tu voluntad.

 

2º. Jesús, con este ejemplo no me estás aprobando la actitud abusiva de aquel amo, sino utilizando una situación conocida y corriente de tu tiempo para enseñar una verdad sobrenatural perenne: que somos, en el fondo, criaturas: y tenemos el deber de servir a nuestro creador.

«El servir a Dios nada le añade a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión; es él, por el contrario, quien da la vida; la incorrupción y la gloria eterna a los que le siguen y le sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirle y servirle, sin recibir de ellos beneficio alguno» (San Ireneo).

Cuando sirvo a Dios y a los demás, no te estoy haciendo, Jesús, ningún favor: me lo estoy haciendo a mí mismo.

Porque servir es lo propio del ser espiritual; por eso Tú «no has venido a ser servido sino a servir» (Mateo 20,28).

Servir es una exigencia del amor a Dios; es un deber cristiano.

¿Por qué es mejor servir que ser servido, dar que recibir?

Porque al servir crece nuestra capacidad de amar y, por tanto, nuestra capacidad de ser felices.

Por el contrario, el que no piensa más que en sí mismo, se hace egoísta; y el egoísta es como un saco roto: insaciable y triste.

Pero servir cuesta, como cuesta todo lo que vale la pena.

He de aprender a decir que no a mis gustos, a mi comodidad, a mi soberbia.

Los ángeles fueron probados por su capacidad de servicio y los demonios fueron expulsados al infierno por su incapacidad de amar, reflejada en el grito: «no serviré».

Jesús, yo quiero servir, ser útil a los demás amando de verdad, día a día, servicio a servicio.

Ayúdame a seguir tu ejemplo de entrega; ayúdame a seguir el ejemplo de tu Madre, María, que se hizo «la esclava del Señor» (Lucas 1,38).

Ayúdame a seguir el ejemplo de tantos cristianos que han hecho de su vida una vida de servicio a los demás.

Jesús, quiero ser, por Amor, esclavo de Dios; quiero hacer siempre y en todo porque me da la gana, con plena libertad lo que Tú me pidas.

Sin pedir vacaciones ni descansos; sin creerme nada más que un «siervo inútil» que cumple con su deber.

Porque eso soy.

Sólo entonces, todas las demás esclavitudes y limitaciones terrenas desaparecen.

Y se mira todo con una nueva luz, con paz en el fondo del alma; con alegría y serenidad, también en las contradicciones.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.