V Domingo de Pascua, Ciclo C

Juan 13, 31-35

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Cuando salió, Jesús dijo: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios le glorificará a él en sí mismo, y pronto le glorificará.

Hijitos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como dije a los judíos: a donde yo voy vosotros no podéis venir; lo mismo os digo ahora a vosotros. Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros.» (Juan 13, 31-35) 

1º. Jesús, ahora que ha salido Judas del cenáculo, abres tu corazón a los discípulos en esas últimas horas que vas a estar con ellos en la tierra.

¡Cómo los has querido y cómo los quieres!

Y les tienes que dejar.

«Hijitos, todavía estoy un poco con vosotros».

¡Con qué pena lo dices, con qué amor!

Así me quieres a mí, Jesús.

¿Cómo es posible que sea tan tacaño contigo?

¿Cómo es posible que siga calculando lo que te doy y lo que no te doy, cuando Tú estás a punto de darte enteramente por mí?

Jesús, te cuesta separarte de tus discípulos.

Te cuesta mucho, porque los quieres mucho.

Ahora no te pueden seguir, pero les dejas el camino: «como yo os he amado, amaos también unos a otros.»

No es un consejo sólo para los apóstoles, sino para tus discípulos de todos los tiempos, para mí: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos.»

«Toda la Ley evangélica está contenida en el «mandamiento nuevo» de Jesús: amarnos los unos a los otros como El nos ha amado» (C. I. C.-1970).

He de amar a los demás como Tú, Jesús, me amas; es decir: sin medida, con una generosidad total.

Este es el camino para seguirte, para ser santo en el Cielo y discípulo tuyo en la tierra.

No hay otro secreto, no hay otra vía, no cabe el equilibrio.

O amo a los demás, buscando su bien, o me amo a mí mismo.

Pero entonces me engaño, porque el egoísmo conduce a la tristeza, mientras que el darse a los demás es la mayor frente de felicidad.

2º. Señor ¿por qué llamas nuevo a este mandamiento? Como acabamos de escuchar, el amor al prójimo estaba prescrito en el Antiguo Testamento, y recordaréis también que Jesús, apenas comienza su vida pública, amplía esa exigencia, con divina generosidad: «habéis oído que fue dicho: amarás a tu prójimo y tendrás odio a tu enemigo. Yo os pido más: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y orad por los que os persiguen y calumnian».

Señor, permítenos insistir: ¿por qué continúas llamando nuevo a este precepto? Aquella noche, pocas horas antes de inmolarte en la Cruz, durante esa conversación entrañable con los que a pesar de sus personales flaquezas y miserias, como las nuestras- te han acompañado hasta Jerusalén, Tú nos revelaste la medida insospechada de la caridad: «como yo os he amado». ¡Cómo no habían de entenderte los Apóstoles, si habían sido testigos de tu amor insondable!

El anuncio y el ejemplo del Maestro resultan claros, precisos. Ha subrayado con obras su doctrina. Y sin embargo, muchas veces he pensado que, después de veinte siglos, todavía sigue siendo un mandato «nuevo», porque muy pocos hombres se han preocupado de practicarlo; el resto, la mayoría, ha preferido y prefiere no enterarse. Con un egoísmo exacerbado, concluyen: para qué más complicaciones, me basta y me sobra con lo mío.

No cabe semejante postura entre los cristianos. Si profesamos esa misma fe, si de verdad ambicionamos pisar en las nítidas huellas que han dejado en la tierra las pisados de Cristo, no hemos de conformarnos con evitar a los demás los males que no deseamos para nosotros mismos. Esto es mucho, pero es muy poco, cuando comprendemos que la medida de nuestro amor viene definida por el comportamiento de Jesús». (Amigos de Dios.-223).

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.