XXV Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 9, 30-37

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no querían que nadie lo supiese; pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, resucitará a los tres días». Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle.

Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos». Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió». (Marcos 9, 30-37) 

1º. Jesús, a pesar de que las multitudes te siguen y te aclaman, te alejas del barullo para instruir a solas a tus discípulos.

A veces, estoy tan metido en organizar cosas, en el trabajo, en el estudio, en recados, que no tengo tiempo para formarme mejor en mi vida cristiana.

Tú quieres que, como los apóstoles, sepa encontrar un tiempo para recibir los medios de formación que necesito.

«Ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle».

Jesús, descubres a tus discípulos los designios del Padre sobre tu muerte y resurrección.

Estos planes no cuadraban con los pensamientos de los discípulos, que pensaban en Ti como un Mesías triunfal y liberador.

En lugar de reconocer que estas palabras les superan, prefieren callar.

Me puede ocurrir a veces que no entienda algo de tu doctrina o me cueste aceptar algún suceso que me hace sufrir.

Pero en esos casos, lo que debo hacer primero es preguntar sin miedo en la dirección espiritual, en vez de quedarme con la duda o la desesperanza en mi interior.

Jesús, acabas de abrir tu corazón atribulado a los discípulos: vas a sufrir una muerte cruel y terrible, «en manos de los hombres».

Quieres que tus amigos participen de este dolor-«mi alma está triste hasta la muerte», les dirás más adelante-, sin embargo, ellos siguen pensando en quién será más importante en el momento de la victoria.

Sabiendo lo lejos que están de lo que esperas de ellos, les preguntas sobre lo que les preocupa y les hace discutir entre ellos.

«Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido quién sería el mayor».

Jesús, cómo te debió doler ese silencio suyo, porque a la falta de humildad por querer ser los primeros se añadía una falta de sinceridad, de confianza en Ti.

Ayúdame a ser siempre muy sincero en la dirección espiritual: que no me calle mis defectos, para que me puedan ayudar a amarte más. 

2º. «No quieras ser mayor;  Niño, niño siempre, aunque te mueras de viejo. Cuando un niño tropieza y cae, a nadie choca...,  su padre se apresuro a levantarle

Cuando el que tropieza y cae es mayor el primer movimiento es de risa. -A veces, pasado ese primer ímpetu, lo ridículo da lugar a la piedad. Pero los mayores se han de levantar solos.

Tu triste experiencia cotidiana está llena de tropiezos y caídas. ¿Qué sería de ti si no fueras cada vez más niño?

No quieras ser mayor; -Niño, y que, cuando tropieces, te levante la mano de tu Padre-Dios ¡» (Camino.-870).

Jesús, quieres que te imite, y «tú has venido a servir» (Mateo20, 28).

Por eso me dices que sea «el último de todos y el servidor de todos.»

Y para que me quede claro, me pones el ejemplo de un niño.

Que no me crea perfecto, maduro, sin fallos; que no me sienta con derechos; que no busque honores aquí en la tierra, si no son para servirte a Ti y a los demás.

«Cuando se te presente la ocasión de prestar algún servicio bajo y abyecto al prójimo, hazlo con alegría y con la humildad con que lo harías si fueras el siervo de todos. De esta práctica sacarás tesoros inmensos de virtud y de gracia». (León XIII).

No quieras ser mayor -Niño, niño siempre, aunque te mueras de viejo.

Jesús, ayúdame a vivir la infancia espiritual, este sentirme niño pequeño ante Ti.

Así, aprenderé a ser humilde y sincero, audaz y valiente ante las dificultades, porque tú eres mi Padre.

Y mis errores no me dejarán hundido o desesperanzado, porque Tú te apresurarás a levantarme: Niño, y que, cuando tropieces, te levante la mano de tu Padre-Dios.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.