Miércoles Santo
Mateo 26, 14-24

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Entonces, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes, y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Jesús respondió: Id a la ciudad, a casa de tal persona, y comunicadle: El Maestro dice: mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos. Los discípulos hicieron como les había mandado Jesús y prepararon la Pascua. Al anochecer se puso a la mesa con los doce discípulos. Y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a traicionar: Y, muy afligidos, comenzaron cada uno a decirle: ¿Acaso soy yo, Señor? Pero él respondió: El que come conmigo en la misma fuente, ¡ése me va a entregar! Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido.» (Mateo 26, 14-24)

1º. Los apóstoles se quedan muy afligidos por tu anuncio de la traición.

«El que come conmigo en la misma fuente ¡ése me va a entregar!»

Saben que Tú eres el Mesías enviado por Dios, y te quieren de verdad: lo han dejado todo para seguirte.

Pero admiten humildemente la posibilidad de traicionarte; se sienten débiles, capaces de los peores errores y crímenes: «¿Acaso soy yo, Señor?»

Jesús, yo también soy capaz de todos los errores y de todos los horrores.

Que sea lo suficientemente humilde para pedirte ayuda constantemente, como el niño pequeño no se suelta de la mano de su madre.

No quiero soltarme de la mano de mi Madre la Iglesia: esas indicaciones, esos consejos, esos medios -los sacramentos- que me dan la fuerza necesaria para no tropezar.

«Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él»

Jesús, te entregas voluntariamente a la muerte, tal y como estaba dispuesto por el Padre.

Sin embargo, el que estuviera previsto un traidor, no reduce la culpabilidad personal de Judas: «Más le valiera a ese hombre no haber nacido.»

Con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas. (...) Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia, sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien» (C. I. C.- 312).

2º. «¿Cómo vas a tener paz, si te dejas arrastrar -contra los «tirones» de la gracia- por esas pasiones, que ni siquiera intentas dominar?

El cielo empuja para arriba; tú -¡sólo tú: no busques excusas!-, para abajo... -Y de este modo te desgarras» (Surco.-851).

Jesús, a veces pienso que no puedo hacer más, y me vienen ganas de justificar los errores -pecados consentidos- que cometo por fragilidad.

«Es cosa del ambiente, de la costumbre, de la juventud, de la madurez, de la vejez».

Siempre hay excusas.

Pero no me las acabo de creer: noto también los tirones de la gracia, que me empujan para arriba.

Es tu voz, que me dice: venga, puedes.... ¡y debes!, porque Yo he muerto por ti en una cruz para que venzas las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne.

Como los apóstoles, necesito ser más humilde: darme cuenta de que soy débil y poner todos los medios sobrenaturales y humanos necesarios para no volver a pecar.

Todos los medios humanos como si no hubiera medios sobrenaturales; y luego, todos los sobrenaturales, que son los realmente importantes, pero que necesitan de los anteriores para ser eficaces.

Entonces, en vez de desgarrarme, escucharé lo que dijiste a tus discípulos después de la Resurrección: «La paz sea con vosotros» mayor paz cuanta mayor lucha.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.