Lucas 9, 1-6

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Habiendo convocado a los doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. Los envió a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. Y les dijo: «No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas. En cualquier casa que entréis, quedaos allí hasta que de allí os vayáis. Y si nadie os recibe, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo luego, iban por las aldeas evangelizando y curando por todas partes.» (Lucas 9, 1-6) 

1º. Jesús, hoy envías por primera vez a los Apóstoles a «predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos».

¿Qué pensarían aquellos hombres -pescadores en su mayoría- al recibir esta misión?

Podrían haberse excusado diciendo: ¿quién soy yo para predicar a nadie?

No tengo la formación suficiente, ni provengo de una familia influyente, ni tengo un trabajo de alto nivel...

Pero no: «Saliendo luego, iban por aldeas evangelizando y curando por todas partes».

Jesús, me quieres recordar que para hacer apostolado no se requieren especiales habilidades sociales, ni siquiera grandes recursos materiales.

«No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforjas, ni pan, ni dinero».

Aunque es importante formarse lo mejor posible para poder luego dar esa formación a los demás, y aunque normalmente los recursos materiales son necesarios en toda obra de apostolado, lo que realmente cuenta al final es mi unión contigo, mi santidad.

Jesús, lo importante en el apostolado es que los demás vean en mí un ejemplo lo más parecido posible a Ti.

Se trata de que a través de mi vida -mi trabajo, mis relaciones familiares y sociales- los demás puedan conocerte a Ti, como si fueras Tú mismo quien está en medio de ellos, y puedan amarte.

Por eso ser cristiano significa imitarte a Ti, identificarse contigo: ser otro Cristo.

2º. «Se vive de modo tan precipitado, que la caridad cristiana ha pasado a constituir un fenómeno raro, en este mundo nuestro; aunque al menos de nombre- se predica a Cristo...

Te lo concedo. Pero ¿qué haces tú que, como católico, has de identificarte con El y seguir sus huellas?: porque nos ha indicado que hemos de ir a enseñar su doctrina a todas las gentes, ¡a todas!? y en todos los tiempos» (Surco.-728).

Jesús, si quiero «seguir tus huellas» he de tomarme en serio el apostolado, pues Tú me has indicado que hemos de ir a enseñar tu doctrina a todas las gentes.

Pero si quiero tomarme en serio el apostolado lo primero que debo hacer es «seguir tus huellas», identificarme contigo, ser más santo.

Santidad y apostolado son, por tanto, las dos caras de una misma moneda: se refuerzan una a otra y no pueden existir por separado.

«Habiendo convocado a los doce, les dio poder y autoridad».

Jesús, aunque intento formarme bien y usar los medios materiales a mi alcance, lo que me da seguridad en el apostolado es esa ayuda que me das para hablar con mis amigos con palabras acertadas, que les remuevan, que les hagan pensar, que les animen a tomarse en serio su vida cristiana.

Para ello, necesito estar atento en mi oración personal cuando hablo contigo de mis amigos.

«Antes de permitir a la lengua que hable, el apóstol debe elevar a Dios su alma sedienta, con el fin de dar lo que hubiere bebido y esparcir aquello de lo que la haya llenado».(San Agustín).

Además, en la oración he de pedirte gracias necesarias para que realmente el amigo al que voy a hablar se decida a cambiar o a seguir luchando.

Por eso, el apostolado se fundamenta en la oración.

Tanta eficacia tendrá mi apostolado como constancia y profundidad tenga mi oración.

De ahí que el verdadero apostolado empiece por la oración y la mortificación, que es la oración de los sentidos.

Jesús, Tú quieres que sea apóstol tuyo en las circunstancias concretas en las que me encuentro.

Ayúdame a ser alma de oración, ayúdame a parecerme más a Ti. Sólo así podré yo ayudarte «a predicar el Reino de Dios».

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.