Lucas 6,1-5

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Sucedió un sábado que, al atravesar los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y desgranándolas con las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado? Y Jesús respondiéndoles dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que estaban con él; cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición y comió, y dio a los que estaban con él, siendo así que sólo está permitido comerlos a los sacerdotes? Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.» (Lucas 6,1-5).

1º. Jesús, ante la pregunta de los fariseos respondes con dos razones: una para que puedan entender dentro de sus esquemas -porque es un ejemplo del Antiguo Testamento- y otra que supone un rompimiento, un cambio: «El Hijo del Hombre es Señor del sábado».

La razón de tener un día dedicado a Dios es, precisamente, el poder darle gloria.

Lo importante no es el día en sí, sino Dios.

Y Tú eres Dios.

Sin embargo, no niegas la importancia de los preceptos judíos, que tenían un buen fin: ayudar al pueblo de Israel a dirigirse a Dios.

No eran los mandamientos de la ley de Dios dados a Moisés, sino otros preceptos añadidos posteriormente para concretar el culto divino.

Igualmente, la Iglesia ha concretado el modo de dar culto a Dios mediante cinco preceptos conocidos como los mandamientos de la Iglesia.

«Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo.» (C. I. C.-2041).

Estos preceptos son: oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar; confesar los pecados mortales al menos una vez al año o si se ha de comulgar; comulgar por Pascua de Resurrección; ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia; y ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

2º. «Dos razones hay, entre otras, se decía aquel amigo, para que desagravie a mi Madre Inmaculada todos los sábados y vísperas de sus fiestas.

-La segunda es que los domingos y las fiestas de la Virgen (que suelen ser fiestas de pueblos), en vez de dedicarlos las gentes a la oración, los dedican -basta abrir los ojos y ver- a ofender con pecados públicos y crímenes escandalosos a Nuestro Jesús.

La primera: que los que queremos ser buenos hijos no vivimos, quizá empujados por Satanás, con la atención debida esos días dedicados al Señor y a su Madre.

-Ya te das cuenta de que, por desgracia, siguen muy de actualidad esas razones, para que también nosotros desagraviemos» (Forja.-434)

Jesús, el tercer mandamiento de la Ley de Dios es santificar las fiestas.

Hoy me recuerdas que no se trata de cumplir una serie de prácticas más o menos estrictas.

Es mucho más; se trata de aprovechar esos días para pensar más en Ti: para adorarte porque eres Dios, para darte gracias -porque me has dado todo lo que tengo, en especial la gracia y la fe-, para pedirte lo que necesito -porque eres mi Padre- y también para pedirte perdón -por mis pecados y por los de los demás, para desagraviarte.

Los domingos son días dedicados a Ti, Jesús. Y la mejor manera de unirme a Ti es asistiendo a Misa y recibiendo la Comunión.

La Misa es el mejor momento para adorarte, darte gracias, pedirte por lo que necesito, y pedirte perdón. De hecho, éstos son los cuatro fines de la Misa.

¿Intento no caer en la rutina cuando voy a Misa, tratando de vivir sus cuatro fines lo mejor posible?

Los sábados son los días dedicados a la Virgen.

Madre, quiero ser buen hijo tuyo y vivirlos con la atención debida.

Una buena forma de concretar esta intención es Rezar el Rosario, o una Salve.

También es un buen día para hacer algo especial en servicio de los demás: una visita a gente necesitada, dedicar más tiempo a la familia, etc...

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.