Mateo 5, 17-19

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la tierra no pasará de la Ley ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. Así el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.» (Mateo 5, 17-19).

1º. Jesús, has venido a darme «palabras de vida eterna» (Juan 6,68).

Tu palabra es la plenitud de la Ley y los Profetas: es la sabiduría del Creador que indica con claridad a la criatura hecha por Él -a mí- quién soy, qué debo hacer para ser feliz, y cuál es mi destino último.

Como Tú eres eterno, Jesús, así también tus palabras son eternas.

Por eso, las verdades del Evangelio son verdades actuales: viejas como el Evangelio pero, como el Evangelio, nuevas.

Lo que Tú me pides, Jesús, es que aplique esa doctrina a mis circunstancias concretas: que vuelva a vivir el Evangelio haciéndote presente en mi ambiente; que sea Cristo presente en mi trabajo, en mi estudio, en el deporte, en la diversión, en mi familia y en mi círculo de amigos.

Jesús, en mi vida cristiana no hay cosas de poca importancia: todo tiene mucha importancia si lo hago con amor y por amor.

No hay «mandamientos pequeños,» faltas que no deba luchar por mejorar, detalles de amor que no necesite esforzarme por vivir.

Sólo a base de «cosas pequeñas» se construyen los grandes ideales.

«Pongamos ante los ojos de nuestro entendimiento las cosas pequeñas, para que podamos pensar dignamente en las mayores» San Gregorio Magno).

2º. «¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? -Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. -Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. - Y trozos de hierro. -Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas...

¿ Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?...

-¡A fuerza de cosas pequeñas!» Camino.-823).

Jesús, hoy me recuerdas que la santidad grande se consigue a base de cosas pequeñas, de detalles de servicio y amor de Dios pequeños y constantes.

«El que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.»

No me pides habitualmente cosas aparatosas, sino pequeños vencimientos: acabar bien el trabajo; estudiar las horas previstas poniendo esfuerzo por aprovecharlas bien; adelantarse a ayudar en casa; promover aquel plan que hace feliz a los demás -en lugar de ir a la mía-; pasar por alto los necesarios roces que, sin mala intención, aparecen en la convivencia diaria; etc. ...

Si me comporto así, no sólo cumplo esos pequeños mandamientos de la Ley, sino que además, con el ejemplo, los estoy enseñando a cumplir.

Esto es verdadero apostolado, el apostolado de la vida ordinaria: el apostolado que Tú pides, Jesús, a todo cristiano y -por lo tanto- el que me pides a mí.

«El que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.»

Tengo el derecho y el deber de hacer apostolado, de enseñar a los demás la belleza y plenitud de una vida realmente cristiana.

Un ladrillo, y otro. Miles.

Pero, uno a uno.

La santidad es una tarea de cada día, no de domingo a domingo.

Cada día me pides esos pequeños ladrillos que van construyendo el gran edificio de la santidad.

Por eso es necesario que me examine cada noche sobre mi vida cristiana para ver qué he construido ese día y qué puedo hacer para seguir construyendo al día siguiente: esas obras buenas y ese trabajo bien hecho, que son los ladrillos de mi vida interior.

Y también necesito la vida de la gracia -oración y sacramentos- que es el cemento que da solidez a la obra.

Sin la gracia no conseguiría más que un montón de piedras sueltas y sin sentido, porque estaría «construyendo» sin el cemento sobrenatural.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.