Marcos 12, 13-17

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él». (Marcos 12, 13-17) 

1º. Jesús, este episodio me ayuda a entender la relación entre mis deberes sociales y religiosos: «Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».

Tengo que contribuir a la sociedad con mi trabajo, con mis impuestos, respetando las leyes justas.

Y también tengo deberes con Dios: si soy de Dios, si tengo impresa -por la gracia- su imagen en mí, ¿no es lógico dar a Dios lo que es suyo, buscando siempre y en todo la gloria que se merece?

Como cristiano, Jesús, tengo el derecho y el deber de influir en la sociedad, en el entorno que me rodea, a todos los niveles: familia, barrio, ciudad, país.

En los temas sociales Tú no me das una receta concreta; no me obligas a pensar de un determinado modo, como si ésa fuera la única manera de resolver los problemas: «Dad al César lo que es del César».

No me obligas a votar a uno o a otro partido, mientras no sean contrarios a la fe y moral cristiana.

Lo que sí me pides es que participe, que colabore en lo que pueda, que llene mi entorno social de los valores cristianos: trabajo, solidaridad, justicia, paz, amor.

Jesús, me pides también que me preocupe de los más necesitados, «pues cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos mas pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25,40).

Tu imagen está grabada de manera especial en las personas mayores, en las que no tienen compañía, y en los enfermos o marginados por cualquier motivo.

«Dad a Dios lo que es de Dios».

Que te sepa ver, Dios mío, en aquellos que tienen alguna necesidad material o espiritual, y que sepa darles cariño, tiempo y ayuda, pues todo lo que tengo es tuyo y no me lo quiero reservar sólo para mí.

2º. «Un hijo de Dios no puede ser clasista, porque le interesan los problemas de todos los hombres...Y trata de ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor.

Ya lo señaló el Apóstol, cuando nos escribía que para el Señor no hay acepción de personas, y que no he dudado en traducir de este modo: ¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios! (Surco.- 303).

Jesús, hasta los que intentan matarte reconocen que «no haces acepción de personas», que no te interesan sólo los ricos o sólo los pobres, sólo los judíos o sólo los gentiles, sólo los sabios o sólo los incultos, sólo los sanos o sólo los enfermos.

Buscas a todos, quieres a todos, salvas a todos, mueres por todos.

Jesús, a veces me dejo llevar de un legítimo patriotismo, partidismo político o simpatía por un equipo deportivo, y tengo el peligro de despreciar a los que no piensan como yo, no hablan como yo, no tienen la misma educación, o no son de la misma raza.

Que aprenda de Ti a amar a todos, a respetar a todos, a disculpar a todos.

Que, por encima de diferencias de todo tipo, me una la realidad más profunda del hombre: todos somos hijos de Dios; ¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios!

«La igualdad de las personas exige que se llegue a una situación de vida más humana y más justa. Pues las excesivas desigualdades económicas y sociales entre los miembros o los pueblos de una única familia humana resultan escandalosas y se oponen a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y también a la paz social e internacional» (C. I. C.- 1938).

Jesús, me das plena libertad para resolver los problemas temporales, pero no me la das para que los ignore.

Si soy, de verdad, cristiano, debo interesarme por los problemas sociales y he de ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.