Marcos 10, 17-22

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. Él respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.» (Marcos 10, 17-22) 

1º. Jesús, ¿qué he de hacer para que estés contento de mí? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué he de hacer para conseguir la vida eterna?

Tú eres mi «maestro bueno» porque eres Dios y porque me has mostrado lo mucho que me quieres muriendo en la Cruz.

A pesar de todo, qué pocos son los que te quieren, los que intentan hacer tu voluntad sobre todas las cosas.

¿Qué he de hacer?

«Ya conoces los mandamientos.»

Jesús, lo primero que esperas de mí es que cumpla los mandamientos, que siga esas señales claras que marcan el camino del Cielo.

Si no sigo los mandamientos, estoy fuera del camino.

Hay gente que pretende encontrarte, pero a la vez se inventan sus propios mandamientos.

Te «buscan», pero no quieren obedecer las señales que has dejado para llegar a Ti y prefieren reinterpretar la doctrina para acomodarla a lo que les gusta o les cuesta menos.

Jesús, yo intento vivir los mandamientos.

Pero, ¿qué más he de hacer?

¿No puedo recorrer este camino en coche, en vez de ir andando o en bicicleta?

¿Qué más esperas de mí?

Cuando ves las buenas disposiciones de aquel joven, le miras con mayor amor: «fijando en él su mirada, se prendó de él»

Y es entonces cuando le pides todo: «vende todo cuanto tienes; luego ven y sígueme.»

Jesús, cuanto más generoso soy contigo, más me amas y más me pides.

2º. Sé claro. Si te dicen que vas «a pescarlos», responde que sí que eso deseas... Pero..., ¡que no se preocupen! Porque, si no tienen vocación -si El no les llama-, no vendrán; y si la tienen, qué bochorno acabar como el joven rico del Evangelio: solos y tristes» (Surco.- 218).

Jesús, Tú eres el único «pescador»; el único que realmente llama en el interior de cada persona y le pide una cosa u otra.

En el apostolado con mis amigos, yo soy sólo un instrumento para acercarlos a Ti de modo que Tú les puedas mostrar tu voluntad.

Yo no soy quién para decirle a nadie cuál es su vocación, pero sí debo recordar a los que me rodean que Dios les llama a ser santos y que deben tratar de conocer su voluntad.

Jesús, que no tenga miedo de preguntarte cuál es mi vocación, el camino que tu quieres que siga.

Lo que Tú me pidas, es lo que me hará más feliz, aunque a veces me pueda costar más.

«Y ya que en su voluntad está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino. Por tanto, si en verdad queremos conservar la vida de nuestra alma, procuremos con solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios» (San Bernardo).

Jesús, sé que si me pides más es porque me has mirado con más amor.

Que no te traicione, que no me quede en mi pequeño mundo, con mis posesiones, mis diversiones, mis comodidades, cuando Tú me necesitas a tu lado.

No quiero acabar como el joven del Evangelio: «solo y triste».

Pero sobre todo, lo que no quiero es dejar de responder a tu llamada llena de amor.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.