Lucas 14, 1. 7-11

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos, ellos le estaban observando.

Proponía a los invitados una parábola al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos diciéndoles: «Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: "Cede el sitio a éste"; y entonces empieces a buscar lleno de vergüenza, el último lugar:

Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado». (Lucas14, 1. 7-11)

1º. Jesús, te han invitado a comer en la casa de uno de los principales fariseos.

Tú no rechazas la invitación.

Tú no rechazas ninguna invitación en la que te abran las puertas con intención de aprender.

No estás sólo con los ricos ni sólo con los pobres.

No atiendes únicamente a los poderosos ni únicamente a los humildes.

Todos caben en tu corazón si son capaces de amar de veras.

Para cada audiencia tienes un mensaje; para cada público utilizas los ejemplos que más se adapten a sus circunstancias y necesidades.

No hablas en abstracto ni en general: te preocupa cada uno; te fijas en los detalles más pequeños.

Por eso hoy, «al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos,» no te quedas callado, sino que les corriges finamente utilizando un ejemplo que pueden entender.

Jesús, si yo quiero imitarte, he de aprender a actuar así entre mis amigos y conocidos.

Mi apostolado no consiste en soltar prédicas generales sobre el bien y el mal, sino en «notar» las pequeñas cosas que otros pueden mejorar y hacérselo ver con ejemplos cercanos: en primer lugar, con mi propio ejemplo.

Todos los cristianos somos oveja y pastor, porque tenemos la obligación de ayudarnos a ser santos.

«No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad» (San Bonifacio).

Ayúdame Jesús, a sentir esta responsabilidad apostólica siempre y con todos.

2º. «Imita a la Virgen Santa: sólo el reconocimiento cabal de nuestra nada puede hacernos preciosos a los ojos del Creador» Forja.-588).

Jesús, aprovechas el detalle de los invitados de hoy para repetir una de tus enseñanzas más básicas: «todo el que se ensalce será humillado; y el que se humilla será ensalzado».

Sin humildad, ninguna virtud es verdadera.

La humildad es la llave que abre la puerta de Dios, pues sólo el reconocimiento cabal de nuestra nada puede hacernos preciosos a los ojos del Creador.

Madre, tú eres modelo de humildad.

Eres la persona que mejor ha imitado a Jesús, que es «manso y humilde de corazón»

Te has humillado hasta el punto de hacerte la esclava del Señor; por eso Dios te ha ensalzado y te ha coronado Reina del Universo.

¿Cómo puedo imitarte en esta virtud?

¿Cómo puedo aprender de ti para ser más humilde?

Primero, pidiéndote la gracia de la humildad.

Más que en hacer cosas, la humildad consiste en dejar hacer al Espíritu Santo.

«Hágase en mí según tu palabra».

Por eso es muy importante pedir esta gracia con perseverancia.

Y segundo, conociendo mejor tu vida, en especial tu capacidad de servir a los demás con naturalidad, sin hacerse notar.

Ayúdame, Madre, a servir a los demás sin pensar en mí mismo, y así Dios me dará una humildad llena de alegría.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.