Marcos 16, 15-18

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

— «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.

A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. (Marcos 16, 15-18). 

«Nuestro Señor funda si Iglesia sobre la debilidad –pero también sobre la fidelidad- de unos hombres, los Apóstoles, a los que promete la asistencia del Espíritu Santo (…).

La predicación del Evangelio no surge en Palestina por la iniciativa personal de unos cuantos fervorosos. ¿Qué podrían hacer los Apóstoles? No contaban con nada; no eran ricos, ni cultos, ni héroes a lo humano. Jesús echa sobre los hombros de este puñado de discípulos una tarea inmensa» (San Josemaría.-Homilía: “Lealtad a la Iglesia”).

Para el que hubiera contemplado aquella escena habría creído que se trataba de una empresa condenada al fracaso.

Sin embargo, aquellos hombres tuvieron fe, fueron fieles y comenzaron a predicar por todas partes aquella doctrina insólita.

Y gracias a la fe de estos hombres y a los que siguieron, el mundo entero conoció que Jesús es el Salvador.

Aquella misión encomendada a los once hombres en un monte escondido en Galilea no ha terminado todavía: «id y predicad el Evangelio… Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» -Esto ha dicho Jesús y te lo ha dicho a ti» (Camino.-904).

Nos confía también a todos los cristianos la misión de extender su doctrina y la de corredimir con Él.

«La vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación también al apostolado» (A. A.-2).

Y esto es para todos nosotros un gran honor y una grave responsabilidad.

Y «si los otros se tornan insípidos, vosotros les podéis volver su sabor; pero si esto os pasara a vosotros, con vuestra pérdida arrastrarías también a los demás. Por eso mayor fervor y cele necesitáis cuantos mayores cargos os ocupan» (San Juan Crisóstomo).

En cualquier circunstancia, a cualquier edad, en cualquier ambiente, los cristianos hemos de promover una auténtica vida cristiana entre las personas que nos rodean, siguiendo el mandato del Señor.

Los parientes, amigos, compañeros de trabajo, tienen el derecho a que les ayudemos a acercarse a Dios.

Nunca podrán echarnos en cara, que pudiendo hacerlo les privemos de esa ayuda que el Señor también había previsto.

«El verdadero cristiano busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra ya a los no creyentes, para llevarlos a la fe; ya a los fieles, para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a mayor fervor de vida: “Porque la caridad de Cristo nos urge» (2 Corintios 5,14). En el corazón de todos deben resonar aquellas palabras del Apóstol “Ay de mí si no evangelizara”(1 Corintios 9,16)». (A. A.-3).

Del mismo Cristo hemos recibido esta misión: «El y el derecho del seglar al apostolado deriva de su misma unión con Cristo Cabeza. Insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación el la fortaleza del Espíritu Santo, es el mismo Señor el que los destina al apostolado» (A. A.-6).

Y si tenemos fe y somos fieles veremos que ese apostolado hecho con la valentía y a la vez con naturalidad, es fecundo, porque los hombres están sedientos de Cristo, aunque ellos no lo reconozcan en ocasiones.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.