Marcos 9, 30-37

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

««Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no quería que nadie lo supiese; pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, resucitará a los tres días. Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle. Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor Entonces se sentó y llamando a los doce, les dijo: Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mime recibe; y quien me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió.» (Marcos 9, 30-37) 

1º. «Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos.»

Jesús, Tú me enseñas continuamente esta doctrina: «No he venido a ser servido, sino a servir». (Mateo 20, 28).

Pero nunca la acabo de asimilar: tanto me cuesta servir...

Y, cuando hago un favor, me creo con el derecho a ser correspondido, al menos, con otro favor.

 

Jesús, Tú, que eres Dios, has venido a servir. «Desde el comienzo de su vida pública, en su bautismo, Jesús es el «Siervo» enteramente consagrado a la obra redentora que llevará a cabo en el «bautismo» de su pasión» (C. I: C.- 565)

Los ángeles, que son seres superiores a los hombres, son sus servidores. Me doy cuenta de que, en el orden del espíritu, servir es de más categoría que ser servido.

Y es que servir perfecciona el espíritu, lo agranda y además, lo llena.

En cambio, el buscar el propio beneficio atrofia y vacía el amor, que es una de las alas del espíritu.

 

«Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos.»

Jesús, quiero servir, quiero ser útil.

Pero existe en mí como otro yo, que se busca a sí mismo continuamente.

Es una lucha incesante del yo espiritual contra el yo material: el primero prefiere servir, el segundo busca ser servido y dominar.

Ayúdame a dominar mis pasiones y a decidirme a servir a los que me rodean, sin esperar nada a cambio.

 

2º. «Grande y hermosa es la misión de servir que nos confió el Divino Maestro. -Por eso, este buen espíritu -¡gran señorío!- se compagina perfectamente con el amor a la libertad, que ha de impregnar el trabajo de los cristianos» (Forja.-144).

Jesús, qué gran paradoja: el que sabe servir a los demás demuestra mayor señorío, y es más libre.

Si soy «el último de todos y el servidor de todos», entonces me hago señor de mí mismo y utilizo mi libertad de manera plena.

«Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor».

Jesús, estoy metido en un mundo en el que mucha gente lucha por estar arriba, por dominar, por relucir, por poseer.

Y, sin darme cuenta, se me puede introducir esta forma de pensar, que no es cristiana porque ata, porque obliga a ceder lo que haga falta con tal de obtener el éxito humano.

Y ése no es el amor a la libertad, que ha de impregnar el trabajo de los cristianos.

Jesús, ante esa tendencia a dominar y a querer ser el primero que a veces siento, me pones el ejemplo de un niño: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe».

Quieres que en mi vida espiritual tenga la sencillez, la confianza, y los grandes ideales que son propios de los niños.

Y que, como ellos, no tenga reparos a la hora de servir a los demás.

Ayúdame a vivir esa grande y hermosa misión de servir que nos confió el Divino Maestro.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.