XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 9, 36.10, 4

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: Primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás v Mateo el publicano; Santiago y Judas Iscariote, el que le entregó». (Mateo 9, 36.10, 4) 

1º. Jesús, te llenas de compasión por aquellas gentes, que están «maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor».

¿Cuáles serán tus sentimientos hoy, al ver tantos y tantas que ponen sus metas en el placer y en el tener, y que acaban también maltratados y abatidos por los reveses de la vida?

¿No te darán pena todos ésos que se creen independientes, dioses de sí mismos, cuando la experiencia les acaba imponiendo sus limitaciones?

Les falta un pastor y están desorientados en su pretendida seguridad: ¡están malgastando su única vida en objetivos que no valen la pena!

La «mies es mucha, pero los obreros pocos. Son pocos los operarios que hay para recoger tan abundante mies, lo cual no podemos decir sin que nos cause profunda pena, porque aun cuando hay quienes oigan cosas buenas, escasean los que las dicen» (San Gregorio Magno).

Jesús, ¡hay tanto que hacer!

Yo también siento pena por tantos que no te encuentran, que no te conocen de verdad porque nadie les ha hablado de Ti.

Hay mucho trabajo pero somos pocos, muy pocos.

¿Qué puedo hacer?

«Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies».

Jesús, te pido que haya más apóstoles, más almas entregadas a Ti en todas las actividades, en todas las circunstancias sociales.

Para empezar, yo quiero ser uno de estos apóstoles en medio del mundo.

Quiero ayudarte en este trabajo tan impresionante que es cambiar el mundo, hacerlo cristiano.

No puedo excusarme y decir: me parece bien, pero lo dejo para otros.

No.

Para esto no hay otros.

Los obreros siempre son pocos.

¡Cuenta conmigo!

 

2º. «Desgarra el corazón aquel clamor -¡siempre actual!- del Hijo de Dios, que se lamenta porque la mies es mucha y los obreros son pocos.

-Ese grito ha salido de la boca de Cristo, para que también lo oigas tú: ¿cómo le has respondido hasta ahora?, ¿rezas, al menos a diario, por esa intención?» (Forja.-906).

Jesús, ¿cómo he respondido hasta ahora a esta petición tuya de que hacen falta más obreros?

¿He pensado seriamente, en tu presencia, la posibilidad de que me llames a una mayor entrega?

¿Lo he pensado de verdad?

Es mucho más sencillo dejar el tema aparcado y concluir que no es para mí, porque no noto nada.

¿Qué espero notar, sobre todo cuando no me lo planteo seriamente?

Y mientras, Tú te quedas ahí, esperando un poco más de decisión, un poco más de entrega por mi parte.

«Habiendo llamado a sus doce discípulos...»

 Jesús, el que llamas eres Tú.

Los discípulos no te «escogieron», sino que los llamaste Tú.

Pero para que los pudieras llamar, tuvieron que ponerse cerca, tuvieron que mirarte a la cara y escucharte.

Que yo también me ponga cerca de Ti, que te mire y que te escuche: que me puedas llamar para lo que haga falta.

«Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.»

Jesús, hace falta que te pida por las vocaciones.

Quieres que cada vocación vaya precedida de mucha oración; quieres que te «arranquemos» esas llamadas.

Por eso me preguntas: ¿rezas, al menos a diario, por esa intención?

La Comunión y el Rosario son dos momentos que no puedo dejar pasar sin pedirte por una gran abundancia de vocaciones para tu Iglesia. 

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.