San Benito, Abad, Patrón de Europa (11 de julio)
Marcos 10, 28-31

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.» (Marcos 10, 28-31)

 

1º. Jesús, hoy les haces a los apóstoles una gran promesa: quien te dé algo por amor a Ti y al Evangelio, recibirá «cien veces más» en esta vida, y, en el siglo venidero, la vida eterna.

No es que les prometas esto para que se entreguen.

Ellos ya se habían entregado antes: «Ya ves que nosotros lo hemos entregado todo y te hemos seguido.»

La verdadera entrega no va en busca del beneficio personal, no espera recibir nada a cambio.

Pero Tú quieres que tus discípulos de todos los tiempos sepan que serán las personas más felices en la tierra -con persecuciones- y también en el Cielo.

La felicidad en esta tierra es una felicidad «con persecuciones.»

¿Qué significa esto?

Significa que, aquí abajo, la verdadera alegría va unida a la Cruz.

El que se busca a si mismo, el que no es capaz de hacer ningún sacrificio por Dios o por los demás, el que huye del dolor o de lo que le cuesta, no encuentra más que vacío; y como tampoco puede evitar las cruces habituales de este mundo, se desespera y se amarga.

Por el contrario, el que sabe darse a los demás aprende a amar de verdad y, aunque ese amor implique renuncia, es un amor que llena de paz y de alegría.

En concreto, amarte a Ti, Jesús, cuesta.

Mis pasiones, mis intereses personales, mi comodidad y mi orgullo me impulsan en sentido contrario al que me pides.

Y para vencer esas tendencias, necesito fortaleza, virtud.

El camino cristiano consiste precisamente en la adquisición y desarrollo de las virtudes.

«Este es el índice para que el alma pueda conocer con claridad si ama a Dios o no, con amor puro. Si le ama, su corazón no se centrará en sí misma, ni estará atenta a conseguir sus gustos y conveniencias. Se dedicará por completo a buscar la honra y gloria de Dios y a darle gusto a El. Cuanto más tiene corazón para si misma menos lo tiene para Dios» (San Juan de la Cruz).

2º. «Es bueno dar gloria a Dios, sin tomarse anticipos (mujer hijos, honores...) de esa gloria, que gozaremos plenamente con Él en la Vida...

Además, Él es generoso... Da el ciento por uno: y esto es verdad hasta en los hijos. -Muchos se privan de ellos por su gloria, y tienen miles de hijos de su espíritu. -Hijos, como nosotros lo somos del Padre nuestro, que está en los cielos» (Camino.- 779).

Jesús, es bueno dar gloria a Dios, hacerlo todo por Ti y por el Evangelio.

Qué ridículo sería el árbol que quisiera crecer para abajo, o el caballo que quisiera volar.

Por suerte, no pueden hacer el ridículo.

La única criatura capaz de hacerlo -además de los demonios, que lo hacen por toda la eternidad- es el hombre cuando, en vez de actuar dando gloria a Dios, «va a la suya», como si fuera independiente de su Creador.

Además, El es generoso... Da el ciento por uno.

A veces, Jesús, no me entero de esto porque no lo pruebo de verdad; y aunque te doy cosas, mis planes y mi tiempo son intocables.

O te pongo límites que parecen -desde la estrecha perspectiva humana- razonables: mis hijos, mi familia, mi profesión...

No acabo de enterarme.

«Ya ves que nosotros lo hemos entregado todo y te hemos seguido.»

Jesús, ayúdame a enterarme de lo que significa ser cristiano: buscar en mis circunstancias concretas, según mi vocación específica, la gloria de Dios; no quedarme con nada que me impida seguirte de cerca y amarte sobre todas las cosas.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.