Memoria. Santos Jaquin y Ana, padres de la Virgen María
San Mateo 13, 10-17

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Acercándose los discípulos le dijeron: ?Por qué les hablas en parábolas? El les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se los ha dado. Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón; y se conviertan y yo los sane. Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron». (Mateo 13, 10-17)

Los nombres de los padres de María aparecen ya en textos del sigo II.
Evocando a los justos que habían precedido el nacimiento de Jesús, el culto a sus abuelos -especialmente a santa Ana- se propagó en las postrimerías del Edad Media para enmarcar mejor la Concepción Inmaculada de María.
Muchos artistas destacaron representando a los padres de María.
En la iconografía, santa Ana lleva en su regazo a su hija la cual a la vez, en no pocas ocasiones sostiene a Jesús Niño.
De los santos que hoy celebramos no sabemos nada.
Apenas que la tradición nos dice que fueron los padres de
la Virgen María.
Pero está claro que Maria tuvo padres.
Y que serían buenas personas.
Por aquello de que "de tal palo tal astilla".
No sabemos si conocieron a su nieto, pero seguro que tuvieron bastante con tener a su hija, verla crecer y convertirse en una guapa moza.
Eso es toda una maravilla, un don de Dios que se regala siempre a los padres.
Maravillas de esas las vemos también nosotros.
¿No es tiempo ya de hacer de nuestra vida una acción de gracias continua a Dios?

De los sermones de san Juan Damasceno, obispo. (Sermón 6, Sobre la Natividad de la Virgen Maria, 2. 4. 5-6: PG 96, 663.667.670)

Por sus frutos los conoceréis

Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a adelantarse al germen de la gracia, sino que esperó a dar su fruto hasta que la gracia hubo dado el suyo.
Convenía, en efecto, que naciese como primogénita aquella de la que había de nacer el primogénito de toda la creación, en el cual todo se mantiene.
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció al Creador el más excelente de todos los dones, a saber, aquella madre casta, la única digna del Creador.
Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas a luz, rompe a cantar de júbilo, la que no tenias dolores.
Salta de gozo, Joaquín, porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y será llamado: «Ángel del gran designio» de la salvación universal, «Dios guerrero». Este niño es Dios.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana, totalmente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vuestro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis.
Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a Dios y digna de aquella que tuvo en vosotros su origen. Con vuestra conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad, aquella que había de permanecer virgen antes del parto, en el parto y después del parto; aquella que, de un modo único y excepcional, cultivaría siempre la virginidad en su mente, en su alma y en su cuerpo.

¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer varón.
Vosotros, comportándoos en vuestras relaciones humanas de un modo piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los ángeles, que
es ahora la reina de los ángeles.
¡Oh bellísima niña, sumamente amable! ¡Oh hija de Adán y madre de Dios! ¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre de los que saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te llevaron, los labios que tuvieron el privilegio de besarte castamente, es decir, únicamente los de tus padres, para que siempre y en todo guardaras intacta tu virginidad!
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.