Solemnidad: Jesucristo Rey del Universo, Ciclo B
San Juan 18, 33-37

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Jesús contestó: «¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?». Pilato respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los pontífices te han entregado a mi. ¿Qué has hecho?». Jesús respondió: «Mi reino no es de este mundo, si mi reino fiera de este mundo mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Luego, tú eres Rey?». Jesús contestó: «Tú lo dices: yo soy Rey. Para eso he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz». (Juan 18, 33-37)

1º. Jesús, «¿luego Tú eres Rey?» Y me respondes: «Tú lo dices: yo soy Rey.»

  Hoy, último domingo del tiempo ordinario, como coronación de todo un año en el que te he ido conociendo día a día un poco más, la Iglesia quiere presentarte como Rey, porque Tú eres verdaderamente Rey.

Rey del mundo y de la entera creación.

Pero ¿cómo me afecta esto a mí?

Me afecta, Jesús, porque es preciso que nunca me olvide de que soy una criatura, un siervo del Gran Rey.

Es preciso que no me crea autosuficiente, señor de mí mismo; porque ese engaño procede de la soberbia y me hace el peor de los esclavos: esclavo de mí mismo y de mis miserias.

En cambio, si aprendo a servirte por amor encontraré la verdadera libertad.

Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación porque el Padre bajo sus pies sometió todas las cosas. Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso de toda la Creación encuentran su recapitulación, su cumplimiento trascendente» (CEC-668).

2º.«Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey. Y no me salgo de mi oficio de sacerdote cuando digo que, si alguno entendiese el reino de Cristo como un programa político, no habría profundizado en la finalidad sobrenatural de la fe y estaría a un paso de gravar las conciencias con pesos que no son los de Jesús, porque su yugo es suave y su carga es ligera. Amemos de verdad a todos los hombres; amemos a Cristo, por encima de todo; y, entonces, no tendremos más remedio que amar la legítima libertad de los otros, en una pacífica y razonable convivencia» (Es Cristo que pasa.-184).

Jesús, aunque Tú eres el Rey de todos, no todos te escuchan ni te sirven.

Hay en el mundo como una gran rebelión contra Ti y contra tu Iglesia; una gran voz de protesta que es como el eco de las palabras del salmo: «se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su Cristo» (Salmo, 2,2).

No quieren obedecer, no quieren servir; entienden tus mandatos sólo como restricciones a su libertad.

«Rompamos, dijeron, sus ataduras, y sacudamos lejos de nosotros su yugo» (Salmo 2,3). 

Y se engañan sirviendo sus propias pasiones, esclavos de sí mismos e incapaces de darse a los demás.

Otros, utilizan el Reino de Cristo como un programa político; y quieren imponer la fe por la fuerza, o usan tu mensaje para defender su solución personal o de partido a problemas económicos y sociales.

Sin embargo, Jesús, Tú no has venido a fundar un reino temporal: «Mi reino no es de este mundo».

El cristiano tiene libertad para escoger las soluciones políticas que crea convenientes, siempre que no vayan contra la fe o la dignidad de la persona.

Jesús, ésta es la verdad que has venido a traer al mundo: que Tú eres Dios, Rey del universo, y también hombre como yo; que servirte a Ti es la actitud más acorde con la verdad; y que sólo en la verdad podemos ser realmente libres.

«Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

Ayúdame a entender mi vida como un servicio; un servicio que vale la pena porque Tú, Señor, eres mi Rey.

Y yo quiero servirte como te mereces: con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis potencias, con todas mis fuerzas.

Esta meditación está tomada de: Una cita con Dios de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.