I Domingo de Adviento, Ciclo C
San Lucas 21, 25-28.34-36

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de las olas, perdiendo el aliento los hombres a causa del terror y, de la ansiedad que sobrevendrán a toda la tierra. Porque las potestades de los Cielos se conmoverán. Y entonces verán al Hijo del Hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, levantaos, y alzad vuestras cabezas porque se aproxima vuestra redención.

Vigilad sobre vosotros mismos para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y no sobrevenga aquel día de improviso sobre vosotros, pues caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de toda la tierra. Vigilad orando en todo tiempo a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder y estar en pie delante del Hijo del Hombre». (Lucas 21, 25-28.34-36) 

1º. Hijo eterno de Dios, vas a venir al mundo.

Te vas a hacer hombre, como yo.

Te haces como yo para que yo pueda hacerme como Tú: hijo de Dios.

«Levantaos, y alzad vuestras cabezas porque se aproxima vuestra redención.»

Este es el gran acontecimiento que ha cambiado el rumbo de la historia.

Porque has venido, Jesús, a cambiar los corazones de los hombres, que son los que hacen la historia con sus vilezas y heroísmos.

Hoy empieza el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico: la Iglesia empieza el año con este largo período -cuatro semanas- recordando los siglos en los que Dios fue preparando a su pueblo para tu nacimiento.

«Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida» (CEC-524).

Jesús, en estas semanas de adviento, me pides que me prepare interiormente para recibirte con un corazón limpio y generoso cuando nazcas en Belén.

«Vigilad sobre vosotros mismos para que vuestros corazones no estén ofuscados por los afanes de esta vida.»

Debo vigilar para que, cuando llegues, mi corazón no esté ofuscado por los afanes terrenos, por la tentación de la vida fácil y superficial -que no llena-, por el egoísmo de pensar sólo en mis problemas y en mis intereses.

¿Qué debo hacer para estar vigilante?

2º. Te pide Jesús oración... Lo ves claro. -Sin embargo, ¡qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo pereza. Es también miedo, falta de generosidad» (Forja.-291).

¡Cuántas veces me recomiendas la oración, Jesús!

«Vigilad orando en todo tiempo».

Me lo has enseñado, además, con tu propio ejemplo: haces oración en los momentos más importantes -antes de elegir a los apóstoles, antes de la Pasión-, te pasas noches rezando y, a veces, tienen que venir a buscarte de madrugada a un lugar apartado donde aprovechas la tranquilidad para hacer oración.

Jesús, me doy cuenta de que debo rezar más si quiero estar vigilante, si quiero mejorar de verdad en este tiempo de preparación para tu venida.

Sin embargo, ¡cómo cuesta.

Me siento frente al Sagrario o en mi habitación, o en otro lugar donde me pueda dirigir a Ti con tranquilidad- y ¿qué te digo? ¿qué hago?

Los minutos pasan muy despacio...

Me da pereza, pero tengo que vencerla.

Además, sé que si aprendo a hacer oración, poco a poco me irá costando menos, como ocurre con todo.

También me da un poco de miedo...

Jesús, Tú exiges.

Y cuando empiezo a rezar, me enseñas algunas cosas que debo mejorar.

A veces soy un poco cobarde y prefiero no ver mis defectos.

Pero hoy quiero cambiar; quiero empezar a cambiar, al menos.

Para que cuando nazcas en Belén, encuentres en mi corazón un lugar en el que estés a gusto.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.