XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 9, 18-24

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Y sucedió que, cuando estaba haciendo oración, se hallaban con él los discípulos y les preguntó: ¿Quién dicen las gentes que soy yo? Ellos respondieron: Juan el Bautista; otros que Elías, y otros que ha resucitado un profeta de los antiguos. Pero él les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro dijo: El Cristo de Dios. Pero él les amonestó y les ordenó que no dijeran esto a nadie. Y añadió: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea condenado por los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; el que, en cambio, pierda su vida por mí ése la salvará.»(Lucas 9, 18-24)

1º. Jesús, estabas haciendo oración, hablando con tu Padre.

¿Qué le estarías diciendo?

Seguramente le hablarías de la pregunta que ibas a hacer a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Le pedirías al Padre que tus apóstoles entendieran quién eras. Por eso, cuando Pedro te reconoce como el Cristo de Dios, le contestas: «Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mateo 16, 17-18).

Jesús, éste es un momento importante en tu vida pública: vas a nombrar a Pedro como cabeza visible de los apóstoles, como sucesor tuyo, roca firme sobre la que se apoyará para siempre la unidad de tu Iglesia.

Y como haces antes de los momentos importantes, te diriges a tu Padre, te recoges en oración.

¿Es ésta mi actitud cuando me enfrento a una circunstancia más especial?

¿Me apoyo en la oración a la hora de tomar una decisión importante o cuando algo me preocupa?

En esos momentos delicados, Tú me ayudas, me das la luz y la fortaleza que necesito, y me haces comprender el verdadero valor sobrenatural de las dificultades.

2º. «Necesito prevenirte contra una argucia de «Satanás» -así ¡con minúscula!, porque no se merece más-, que intenta servirse de las circunstancias más normales, para desviarnos poco o mucho del camino que nos lleva a Dios.

Si luchas, y más aún si luchas de veras, no debes extraña rte de que sobrevenga el cansancio o el tiempo de «marchar a contrapelo», sin ningún consuelo espiritual ni humano. Mira lo que me escribían hace tiempo, y que recogí pensando en algunos que ingenuamente consideran que la gracia prescinde de la naturaleza: «Padre: desde hace unos días estoy con una pereza y una apatía tremendas, para cumplir el plan de vida; todo lo hago a la fuerza y con muy poco espíritu. Ruegue por mí para que me pase pronto esta crisis, que me hace sufrir mucho pensando en que puede desviarme del camino».

-Me limité a contestar: ¿no sabías que el Amor exige sacrificio? Lee despacio las palabras del Maestro: «quien no toma su Cruz «cotidie» cada día, no es digno de Mi». Y más adelante: «no os dejaré huérfanos...». El Señor permite esa aridez tuya, que tan dura se te hace, para que le ames más, para que confíes sólo en El, para que con la Cruz corredimas, para que le encuentres» (Surco.-149).

Jesús, a veces permites que experimente esa cruz de la aridez, esa falta de ganas para rezar.

Que me acuerde entonces de tu oración en el Huerto de los Olivos, y me decida, una vez más, a hacer la voluntad de Dios, y no la mía.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.