Pautas para la homilía

XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.

San Marcos 6,30-34: El Señor es nuestra Justicia (Jer. 23, 6)

Autor: Carola Arrue y Andrés Peregalli, Laicos dominicos

(con permiso de dominicos.org)  

 

Jeremías nos presenta a dos tipos de pastores, uno más semejante al lobo que dispersa y hiere al rebaño, que, lejos de cuidarlo, lo atemoriza y oprime. El otro, un rey que reina con justicia, que reúne a las ovejas desde lugares en las que estaban dispersas, que las apacienta.

Meditando esta Palabra recordábamos las noticias de estas últimas semanas: el parlamento italiano declarando “ilegales” a los inmigrantes… el golpe de Estado en Honduras, inaugurando, increíble y dolorosamente, un nuevo capítulo de terrorismo de estado en una América Latina en la que todavía “se echan de menos” tantos miembros del rebaño (Jer. 23,4)… el relato de las elecciones legislativas en Argentina, en las que, a una comunidad del pueblo originario “Wichi”, que vive en la indigencia a causa del abandono de los gobernantes y de que no les es reconocido su derecho a la propiedad de la tierra, les “compraron su voto” ofreciéndoles cobijas. ¿Cuánto frío tendría esa gente? Nos preguntábamos con indignación y tristeza… De ellos; de los inmigrantes que abandonan su tierra por hambre, por frío, para buscar un futuro mejor y se encuentran con la persecución y el desprecio; de los hondureños y hondureñas perseguidos y “con orden de captura” por negarse a aceptar que la prepotencia de los poderosos se imponga sobre el pueblo; de tantos y tantas de los que oímos hablar a veces más, a veces menos, podría estar hablando el salmista: “Yo soy un gusano, no un hombre” (Sal. 22, 7).

Frente a un mundo donde este desconocimiento absoluto de la dignidad humana se naturaliza y se impone, Jeremías nos da esperanza: El Señor reunirá a sus ovejas, y les dará un rey Justo.

Alguien dijo alguna vez que “la Justicia de Dios es la Misericordia”. Bajo toda miseria el Señor le reconoce a los pobres y oprimidos un rostro humano, un rostro de hijos, de hermanos. Lejos de condenar atándose a las leyes del mundo, escucha la necesidad de aquél a quien tiene enfrente y lo mira a los ojos.

El gran tema de las lecturas de hoy es la centralidad de Cristo como Pastor y Rey Justo.

Nos muestran a Cristo como a un Pastor que cuida a su rebaño. Y sabe escuchar. Es llamativo cómo la escucha atenta a las necesidades de los suyos es el rasgo distintivo de la forma de cuidarlos de Jesús. Escucha a sus discípulos, registrando sus ganas de compartir lo vivido y experimentado en la misión, y en el mismo acto escucha también su cansancio “vengan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un poco” (Mc. 6, 31)… Escucha a la multitud, de la que se compadece “porque eran como ovejas sin pastor”, y les enseña largo rato (Mc.6,34)… Antes de darles de comer, les enseña. Porque está atento a todas las necesidades de aquellos que lo buscan y les da aún más de lo que llegan a buscar.
Jesús invita a los discípulos a escuchar y escucharse, a cuidar la interioridad de la comunidad, retirándose para compartir. Qué grande la sabiduría de Jesús, esa capacidad de retirarse, aún en medio de tanto por hacer: (“era tanta la gente que iba y venía que no tenían tiempo ni para comer” Mc. 6, 31). Qué importante ese tiempo de encuentro en comunidad y de oración para poder conservar y alimentar la capacidad de escuchar hondo, y de escuchar a Dios.
“Ay de los pastores que pierden y dispersan al rebaño de mi pastizal” (Jer. 23, 1) dice Jeremías… Al igual que en los tiempos de Jesús, muchos son los que ponen el poder, el dinero, la ambición, el egoísmo, por encima de la dignidad humana. Jesús, aún habiéndose retirado a un merecido descanso con los suyos, se compadece. Escucha sus necesidades. “Apacienta al rebaño”. Como cristianos, llamados a dar testimonio en medio de un mundo injusto, es importante sentirnos llamados a esa interioridad, a esa compasión y a esa escucha.

“Ahora en Cristo Jesús los que antes estaban lejos han sido acercados por la sangre de Cristo… Ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba”. (Ef. 2, 13-14)

Cuán hermosa imagen la de Pablo: los que estábamos lejos unos de los otros “hemos sido acercados” en Jesús. Los que le creemos e intentamos seguirlo, porque Él nos ha llamado, sabemos que la Paz y la Justicia van de la mano, y que ambas son parte del misterio de este Pastor atento, que escucha, enseña, da pan, da la vida.

Recibiendo a los demás como semejantes, compadeciéndonos de sus dolores, construimos con Jesús la justicia y la paz.