Pautas para la homilía

XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.

San Juan 6,1-15: Repartio a todos

Autor: Hna. Teresa Sancho Pascua. Dominica Misionera Sgda. Familia. Caracas - Venezuela.

(con permiso de dominicos.org)  

 

Los signos  de Jesús ante las necesidades de la gente, suscita preguntas y hace caer en cuenta de que “es el Profeta que tenía que venir” (Jn 6, 14) También hoy convencen más los gestos de solidaridad que las buenas palabras, por eso, deben precederlas para hacerlas visibles. Necesitamos cultivar una mirada de ojos abiertos que nos haga caer en cuenta de la situación de penuria que viven tantos herman@s nuestros: inmigrantes, refugiados, personas en el paro, enfermos…Y una vez que tomamos conciencia disponernos a compartir. A servir. El milagro de Jesús se dio con la colaboración de tod@s. Y solamente así se puede repetir hoy.

Jesús no se ocupa solamente de saciar el hambre, piensa en la dignidad de las personas. Por eso, pide a sus discípulos que la gente se siente: “En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí” (Jn 6, 10) Este gesto denota que los trata como seres libres y dignos; no como siervos, obligados a tomar sus alimentos de pie y de prisa para estar a la disposición de los amos. ¿Cómo es nuestro trato con los pobres? ¿Somos capaces de ver el rostro de Dios en ellos? ¿De sentirlos, de verdad, hermanos y hermanas nuestros? Para el ser humano es importante el alimento material, pero tal vez lo sea mucho más su libertad y su dignidad.

La muchedumbre no solamente quedó saciada, sino que sobraron doce canastas. El amor que anima el gesto no tiene límites…Dios es siempre  abundante en sus dádivas. El número doce es simbólico, doce fueron las tribus de Israel y doce los apóstoles. Pero  la gente no percibe en el milagro quién es Jesús (Jn 6, 15) y lo quieren proclamar rey. Poco a poco, a través de otros signos, irá revelando su auténtica personalidad y su mensaje de salvación. De momento, Jesús se retira dejando su gesto de ternura y de amor, e invitándonos a nosotros a continuar estos gestos, de manera especial, con los empobrecidos. En el decir de Thomás Merton “No nos hacemos plenamente humanos hasta que nos damos nosotros mismos, unos a otros en el amor”.

La vida del cristiano debe ser una vida en comunión. El  amor de Dios, desmesurado e incondicional, ha sido revelado en Jesucristo, invitándonos a formar con él un solo cuerpo, como una sola es nuestra esperanza (Ef 4, 1-6) Esta invitación nos compromete a un servicio mutuo entre los diferentes miembros del cuerpo. A un reconocimiento y acogida de dones, a una valoración de las demás personas. La información globalizada nos presenta un mundo profundamente desgarrado y herido ¿Cómo cristian@s estamos dispuest@s a darle vida con nuestra propia vida? Nunca encontraremos el sentido de la vida en nosotros mismos, sino en relación con los demás. “El amor toma nuestras ideas, nuestros deseos y nuestras acciones y las suelta todas juntas en una experiencia y una realidad viviente que es un nuevo “nosotros” (Thomás Merton) Desde ahí recibimos la plenitud y construimos el Reino de Dios.