Pautas para la homilía

XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro

Autor: Fray Manuel González de la Fuente

(con permiso de dominicos.org)  

 

La ley humana regula los comportamientos cívicos y establece los medios que considera eficaces, para promover el bien común. Cada persona, por su parte, en el ejercicio de  su libertad, está obligada a conocer y cumplir las leyes responsablemente. Pero es bien sabido que cada ley nueva acarrea nueva picaresca: Pronto surgen artimañas para que aparezcan otros matices, otro culpable, que permita evitar que sea penalizado el auténtico infractor.

Pero en el campo de la conciencia no valen tales estrategias y vana palabrería. La conciencia, juez inapelable, dicta sentencia, desde lo más profundo del ser personal, conforme a sus códigos y principios éticos; sí que caben errores, e interpretaciones poco ajustadas. Cualesquiera que sean su edad, sexo, raza o religión cada persona lleva dentro al juez, con la norma, y la posibilidad de cumplirla.

Somos autores, libres y frágiles, de nuestras decisiones, a quienes cabe ser fieles y felices aceptando las ayudas del Señor. Cada cual formará individualmente la propia libertad, para que permanezca alerta ante los imprevistos del camino. Siempre pendientes de quienes circulan al lado, en cualquier dirección, por las repercusiones a terceros, que se deriven de las infracciones que otros pudieran cometer.

A pesar de nuestros fallos, el Señor nunca nos retira el permiso de conducir, sino que nos invita a rectificar para ser fieles y por ende felices; a la vez; imprime en nuestro corazón un código-normativo tan sencillo como válido: Haz el bien y evita el mal; no hagas a otro lo que no quieres que los demás te hagan a ti; aplicando la Antigua Ley ama al prójimo como a ti mismo, que interpretada por Jesús de Nazaret reza: Amaos unos a otros como yo os he amado.

La respuesta de Jesús es segura y contundente: se había producido una distorsión total. La ley divina, exigente, que atañe a la vida en lo que tiene de importante, fue abandonada por otras leyes que se quedaban en la superficie de las cosas. Esto quiere decir que la tradición de los hombres fue capaz de traicionar a Dios, falsificando la religión y creando hipócritas, no adoradores de Dios sino de sí mismos.

Los procesos pueden repetirse con facilidad en cualquier religión y tiempos: Los encargados del culto multiplican las normas que ellos mismos han elaborado, y se cae en el cumplimiento de abundantes rúbricas, que poco tienen que ver con lo esencial y religioso. Intentemos descubrir qué aplicaciones prácticas pueden aparecer en nuestra vida y cristiana al hilo de tales planteamientos.

La libertad responsable es el gran tesoro que Dios nos ofrece para caminar con acierto por las sendas de la felicidad: Con todas sus limitaciones y grandeza, junto a la ayuda garantizada del Espíritu, ha de ser el gran copiloto, en nuestro vehículo personal, al que prestar esmerada y constante atención en todas sus indicaciones, sugerencias o mandatos.

Al comenzar el curso, aunque no estemos en edad escolar, estimemos más y mejor la formación de la propia conciencia manifestada en la libertad exquisita al formar los juicios práctico-prácticos; ellas son quienes nos pueden ofrecer criterios válidos, en las novedosas encrucijadas de la vida, y la fuerza necesaria para cumplirlos: lo que sale del corazón es lo que hace puro al hombre, conforme a la intención que tuvo presente quien dictó la sentencia para actuar en cada caso concreto.

.- La Palabra de Dios nos llevará a descubrir la fidelidad a la ley de Dios, amorosa y salvífica, con que Jesús nos libera a todos,  a través del mandato a sus discípulos para ser identificados. La  norma del cristiano es el Evangelio, en tanto en cuanto es asumido como forma de vida, y no por las costumbres oídas e incluso practicadas. La semilla, que es la Palabra de Dios, si crece desde el corazón dará fruto abundante en buenas obras.

.- Las decisiones sencillas, y las importantes, se fraguan tras deliberaciones (más o menos amplias) que conducen a elegir una de las partes abandonando el resto. Una elección lleva unida múltiples renuncias. Los miedos, bridas, ataduras o impulsos que imperan en el medio ambiente son estorbos a la hora de secundar las intuiciones que sugiere la verdadera fidelidad.

.- Se fomenta la unión con Dios purificando el corazón, iluminando la conciencia de manera que las acciones que llevemos a cabo manifiesten la adhesión al mandamiento de Dios, que es el amor. El Señor descubre los secretos del corazón, sin subterfugios ni rigorismos o apariencias legales.

.- El corazón es la sede de la Palabra de Dios, de la conversión, de la acogida a la voz de Dios capaz de curar heridas, superar egoísmos, iluminar oscuridades. Ellos avisan de la presencia del Señor y permiten descubrir las ayudas que pone a nuestro alcance en los momentos oportunos. La liturgia de hoy nos invita a interiorizar y descubrir qué intenciones anidan en nuestro corazón. Veamos qué contenidos manan de nuestro yo profundo, con sus intereses y motivaciones. ¿Por qué nos movemos o afanamos en la vida cotidiana?

.- La luz que viene de lo alto permite ver al prójimo como hijo de Dios, y tratarle de manera coherente y en el amor misericordioso con que somos tratados. La carta de Santiago que hemos escuchado, por si alguien tuviera dudas, ofrece respuesta con criterios claros y prácticos: “La religión pura e intachable… (1,27)”

.- Hasta en la oración podemos quedarnos en actitudes farisaicas si no hay concordancia entre pensamientos, palabras y obras. El error es admisible; el engaño es reprobado por Dios.  Busquemos el momento oportuno, un poco de tiempo para detectar o analizar los ruidos, ataduras, impulsos o atascos que nos condicionan o atrapan. ¿Qué amores / desamores existen o invaden nuestra conciencia y libertad? Si oímos la voz de Dios, no endurezcamos el corazón…