“Ora y trabaja”.

XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Pedro Crespo    

 

 

Celebramos el domingo XVI del tiempo ordinario. Este domingo es una invitación a saber contemplar a Dios y saber llevar a la práctica de cada día la experiencia de nuestra relación con él; a vivir nuestra relación con Dios desde la oración y el trabajo: “ora et labora”.  

Son dos dimensiones de la misma fe: la contemplación y la acción. Cuando la relación con Dios es auténtica, cuando es cierta la contemplación, es como una esponja empapada, que rezuma el agua, como un objeto impregnado de perfume, que difunde el olor; así el contemplativo auténtico vive en la vida diaria la riqueza de esa relación con Dios. Cuando el compromiso del cristiano es desde Dios, es expresión constante de los valores de Dios. Hay muchos compromisos, acciones en nombre de Dios, que están conviviendo con antivalores evangélicos, los cuales delatan que no es un compromiso que nace de la relación con Dios, sino de otros intereses. 

Dice San Pablo en la segunda lectura que hay que amonestar y enseñar para que todos lleguen a la madurez en la vida cristiana. ¿Cuándo se puede decir que un cristiano es maduro?. ¿Cuándo tiene una formación muy amplia? ¿Cuándo tiene una opción personal por Jesús muy grande? ¿Cuándo viene mucho a misa? ¿Cuándo está muy comprometido?. Las lecturas nos vienen a decir cuando uno acepta y acoge la Palabra de Dios y la cumple, cuando uno acepta la voluntad de Dios en su vida. Normalmente queremos que Dios haga lo que nosotros queremos y no acertamos a descubrir que lo que tenemos que hacer es ponernos en sus manos, para que se haga su voluntad, que es nuestra felicidad. 

En la primera lectura vemos como Abrahán acoge a Dios en los tres hombres que se le presentaron; es hospitalario con ellos, esta hospitalidad es la preparación para acoger la voluntad de Dios en su vida. La voluntad de Dios es que Dios le va a dar un descendiente en su vejez: Isaac - el hijo de la sonrisa, pues Abrahán se sonrió cuando escuchó esta promesa -. Hospitalidad para acoger la voluntad de Dios. Acoger al otro, su persona, sus ideas, su modo de vivir... se convierte en la base de la acogida de Dios y su voluntad. Pues si no aceptamos lo que vemos, ¿cómo aceptaremos lo que no vemos? (Alguien dijo algo parecido, ¿no?). 

Este mismo esquema vemos en el texto del evangelio; aparecen los dos datos: 

-          Hospitalidad: en el servicio de Marta, patrona de los camareros -que tanto trabajan ahora en el verano-, que se multiplica para llegar a todo. 

-          Escucha de la Palabra de Dios: en María, que, según Jesús, ha escogido la mejor parte. 

Tradicionalmente se han visto en Marta y María dos aspectos del cristianismo: la acción y la contemplación, resaltando que la contemplación es mejor; es donde uno se llena espiritualmente y se vacía en la acción. Hoy podemos decir que son dos aspectos que deben de ir unidos: contemplativos en la acción y activos en la contemplación. En la Iglesia existen carismas de estos dos tipos (aquí, en Daimiel): 

-          Del servicio: educación (Calasancias), ancianos (Hermanitas del asilo), predicación (P. Pasionistas), niños y pobres (Apostólicas). 

-          De la contemplación: Carmelitas y Mínimas. 

Pero en la vocación de un seglar, incluso de un cura secular, son dos realidades que deben de ir unidas: El mundo es nuestro monasterio, nuestra  clausura, y el trabajo, el compromiso, es una forma de rezar; es en el mundo donde debemos encontrar a Dios y donde debemos implantar los valores y criterios del evangelio.

Los cristianos practicantes estamos necesitados de traducir en la vida diaria los valores que creemos y celebramos. Nos podemos quedar, como “marías”, absortos en la contemplación, sin escuchar tantas “martas” que reclaman nuestras manos para compartir las tareas. Los cristianos que vienen menos por la Iglesia, pues piensan que lo importante es ser buenos, están necesitados de descubrir la gracia de Dios, que les ayuda y mantiene en su compromiso. Necesitados de hacerse “marías” para poder vivir la riqueza de la relación personal con Jesús. Pues no podrán vivir su vida como servicio a los demás, si no es desde esta relación. 

En resumen, diría que no hay María sin Marta, ni Marta sin María. Que no hay contemplación sin acción, ni acción sin contemplación. Son dos dimensiones de la auténtica fe.