“Tiempo de responsabilidad cristiana”.

Ascensión del Señor

Autor: Padre Pedro Crespo    

 

 

Celebramos la Ascensión del Señor Jesús a los cielos: 

ü  Aunque deberíamos tener presente que el cielo no está arriba, que es un modo de hablar. Dice el texto del evangelio de Lucas, que hemos escuchado: “se separaba de ellos (subió al cielo)”.  

ü  La “ascensión” hace referencia a que Jesucristo va al cielo por sus propias fuerzas, la Virgen María no asciende es asunta (“asunción”). Jesucristo sube por sus propias fuerzas, aunque la ascensión es parte de la glorificación, de la exaltación de Dios – Padre a su Hijo Jesucristo: quien había bajado hasta lo mas bajo (“bajó a los infiernos”) es subido a lo más alto (“el cielo”).  

ü  Así Jesucristo está en comunión con Dios – Padre, al ascender entra en comunión con su Padre. Quizá así podamos comprender que el cielo no es un lugar sino un estado, una forma de existir, que es estar en comunión con Dios.

La victoria de Cristo es nuestra victoria. San Pablo suele utilizar la imagen del Cuerpo de Cristo para espesar la unidad y comunión que existen entre todos los miembros. Pues si decimos que Jesús es la Cabeza del cuerpo y que nosotros somos sus miembros, solemos decir que por donde pasa la cabeza, pasa también el cuerpo. Si Cristo ha llegado a la gloria del Padre, los miembros de su cuerpo, que somos nosotros, también llegaremos a la gloria de Dios. A este propósito decía San Pablo en la segunda lectura: “que Dios ilumine los ojos de vuestro corazón para que lleguéis a conocer a Dios, para que comprendáis la esperanza a la que os llama, la riqueza que da en herencia a sus hijos”. Que, en la victoria de Cristo, podamos comprender cuál es nuestro destino en Dios. 

Cristo está en el cielo en comunión con Dios – Padre y su victoria es nuestra victoria. Hemos vencido con Cristo, pero esa victoria todavía no se ha hecho realidad en nosotros, hemos de incorporarnos a ella con nuestro esfuerzo y la gracia de Dios. 

Por eso podemos decir que, ahora que Cristo se ha marchado, comienza el tiempo de la responsabilidad de los cristianos.  

ü  La primera lectura dice: “Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”. Hay que continuar la misión de Jesús mirando al cielo, pero con los pies bien puestos en tierra.  

ü  El evangelio refiere: “... y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados, a todos los pueblos...”.  

Es tiempo, por tanto de asumir nuestra responsabilidad en difundir el mensaje del evangelio por toda nuestra persona y por todas las personas. ¡Qué difícil! Porque estamos acostumbrados a vivir la religiosidad de un modo individualista e intimista. Sólo hacemos pública nuestra fe en espacios cultuales: celebraciones y procesiones; pero la escondemos en los momentos en que puede quedar comprometida nuestra relación con los demás. 

Tenemos, por tanto que descubrir que la experiencia religiosa no es principalmente una experiencia subjetiva e individualista. Es una experiencia que nos constituye en todas las dimensiones de nuestra personalidad: Interior y exteriormente, personal y colectivamente. Si es así, manifestaremos nuestra fe no sólo en espacios de culto, sino en la misma vida: en nuestras decisiones y opciones, en nuestros actos y actitudes, en nuestras preocupaciones, tanto como personas individuales, como ciudadanos integrantes de cualquier tipo de institución, como miembros de un partido político, de una asociación,... 

Hemos sido incorporados a la persona de Cristo, hemos sido incorporados a la victoria de Cristo. Esta realidad debe ser “sabia” que divinice nuestra vida y nuestra sociedad; es decir, que haga realidad el cielo en nuestras relaciones.