“En Galilea empezaron de nuevo”.

III Domingo de Pascua, Ciclo C.

Autor: Padre Pedro Crespo    

 

 

Estamos en el tercer domingo del tiempo pascual. Continuamos celebrando la resurrección de Jesús, escuchando relatos de sus apariciones, después de haber resucitado, y siguiendo el libro de los hechos de los Apóstoles.  

Si quisiéramos reconstruir por fechas lo que sucedió después de resucitar Jesús habría que colocar primero la aparición que nos cuenta Juan, en el lago de Galilea (evangelio) y después poner la predicación de los apóstoles (1ª lectura), del libro de los hechos; aunque primero se escribió el libro de los hechos de los apóstoles y después el evangelio de Juan. Esta reconstrucción supondría que los apóstoles volvieron a Galilea a empezar de nuevo [como Jesús había dicho en alguna aparición, que allí se encontraría con ellos] y vuelven a su actividad normal, antes de conocer a Jesús, que era la pesca. Lo que parece un tanto improbable. Además hay autores que prefieren leer el evangelio de un modo simbólico. 

Este texto contiene una estructura parecida al resto de relatos de apariciones de Jesús resucitado: un vacío o sufrimiento, una búsqueda y una respuesta - presencia del Señor. 

1º El vacío es la soledad de quien se siente desesperanzado por haber perdido a su Señor (la angustia de María Magdalena, el desencanto de los caminantes de Emaús, el miedo de los discípulos, las dudas de Tomás). En este texto el vacío está representado por elementos simbólicos: la noche, que da miedo y tristeza; el mar, que en la Biblia representa al mal; la fatiga inútil de los pescadores. 

2º La búsqueda de una salida a esa desolación, que es un sentimiento de vigilante espera; es un deseo vehemente de querer encontrar a Dios. Búsqueda que hace a los apóstoles reconocer a Jesús en el lago. Esta búsqueda en la experiencia personal puede prolongarse a lo largo de toda una vida. 

3º Presencia de Jesús que es una respuesta a esa búsqueda; que transforma a quienes se encuentran con él [los apóstoles pierden el miedo] y que se convierte en un envío misionero [la misión viene después de la resurrección]. Con la presencia de Jesús resucitado comienza el Reino de Dios. La pesca con red representa la venida del reino y el número de peces – 153 – es expresión de las especies de peces conocidas o del número de naciones conocidas, simbolizando que el Reino de Dios acoge a todas las personas. 

            Después de encontrarse con Jesús resucitado los apóstoles aparecen de nuevo en Judea enseñando en nombre de Jesús. Lo hacen con valentía, enfrentándose con la autoridad que les ha prohibido hablar en nombre de Jesús. No sólo no les da miedo su prohibición sino que incluso les anuncian que Jesús ha muerto, por su culpa, y resucitado. Presentan su alegría por sufrir estos padecimientos por el nombre de Jesús.  

Se convierten las lecturas en todo un proceso de fe en el seguimiento de Jesús. Podríamos intentar hacer una aplicación personal de las lecturas e ideas de las mismas de este domingo expresando ese proceso [cada uno nos podemos encontrar en un punto diferente]:  

Ø  Hemos seguido a Jesucristo;

Ø  Hemos dejado todo por él;

Ø  Jesús ha muerto en la cruz, pero dicen que ha resucitado; su cruz nos ha espantado;

Ø  Hemos pasado por un momento de desolación que no nos ha impedido continuar la búsqueda de una explicación de sentido, la búsqueda de su presencia;

Ø  Y hemos encontrado al Señor presente en medio de la comunidad: en su palabra, en la Eucaristía, en el perdón, en el hermano, relanzándonos a empezar de nuevo;

Ø  Hemos perdido los miedos y hemos dado testimonio valiente de nuestra fe en las circunstancias que cada uno vive. 

¡Que la presencia de Cristo, resucitado, disipe las tinieblas del mundo y de nuestra persona!