“Amaos como yo os he amado”.

V Domingo de Pascua, Ciclo C.

Autor: Padre Pedro Crespo   

 

 

Las lecturas de este domingo V del tiempo pascual las he leído bajo la perspectiva del Reino de Dios, una idea central en el mensaje de Jesús, pues: 

Ø  En la primera lectura dice Pablo que “hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios”. A la Iglesia se entra por el bautismo, pero la Iglesia no es el Reino; para entrar en el Reino hay que vivir los valores de Jesús. 

Ø  En la segunda lectura, Juan dice que “vio un cielo nuevo y una tierra nueva... donde ya no habrá ni muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor”. Cielo nuevo y tierra nueva que tenemos que construir en este mundo y que llegará a su plenitud en el cielo. 

Ø  En el evangelio escuchamos el mandamiento nuevo del amor, la ley del reino de Dios, que nos amemos como Cristo nos ha amado a cada uno de nosotros. 

¿Qué es el reino de Dios?: es un mundo mejor que tenemos que construir, donde  las relaciones de amor, de fraternidad y solidaridad sean algo normal y no ocasional; un mundo nuevo que servirá de base para el cielo. 

El Reino de Dios es una idea central en el mensaje de Jesús, es como el eje de toda su Buena Noticia: 

-          Un campo en el que se ha sembrado trigo y cizaña. Lo cual no quiere decir que el reino se parezca a una película del oeste en la que hay buenos y malos. Pero sí que hay un mal oponiéndose a un bien que será quien triunfe (Mt 13, 24).

-          Un grano de mostaza, minúsculo en sí, pero capaz de un gran desarrollo (Mt 13, 31).

-          Un poco de levadura. Los hijos de ese Reino, pocos y débiles en sí, llevan sin embargo dentro la capacidad de hacer fermentar toda una masa (Mt 13, 33).

-          Un tesoro escondido. Que cuando alguien lo descubre de verdad, corre a vender cuanto tiene para comprarlo (Mt 13, 44).

-          Una red barredera. Unas puertas abiertas a todo tipo de hombre de buena voluntad (Mt 13, 47).

-          Un convite, en fin, al que todos, todos estamos convidados. 

“Nuestro Señor Jesucristo dio comienzo a la Iglesia predicando la Buena Nueva, es decir, la llegada del reino de Dios, comprometido desde siglos en la Escritura: “Se ha cumplido el plazo, ya llega el reino de Dios”. Ahora bien este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo... Los milagros de Jesús a su vez confirman que el Reino ha llegado a la tierra... Pero sobre todo el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijos del hombre, quien vino a servir y a dar su vida para la redención de muchos... La Iglesia ha recibido la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino. Y, mientras va creciendo poco a poco, espera y ansía con todas sus fuerzas unirse con su Rey en la gloria” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, núm. 5). 

“El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14, 17) 

El Reino de Dios es la utopía de la justicia, que no se entiende en la Biblia como el simple pronunciamiento de una sentencia imparcial entre dos personas que están en litigio. La justicia de Dios es el amparo real de los desvalidos, la protección de los débiles, la elevación de los pobres. Un mundo en el que reina la justicia es aquel en el que, desaparecido el egoísmo y la explotación, no hay opresores ni oprimidos; en el que todo se ajusta a la voluntad de Dios. 

El Reino de Dios es la utopía de la paz. Las espadas se convertirán en rejas para el arado y del hierro de las lanzas se harán hoces y podaderas. Es un modo poético de anunciar la gran reconciliación que pretende hacer Dios: entre él y los hombres, y entre unos hombres y otros. 

El Reino de Dios es la utopía de la vida. Ningún mal aflige tanto al hombre como la vejez, la enfermedad y la muerte. Cuando los profetas divisan los tiempos mesiánicos, ven en ellos la desaparición de las lágrimas, la prolongación de la vida, la aniquilación de la muerte. Se refiere principalmente a la vida eterna, pero incluyen también la vida temporal. Jesús quiere para todos la vida plena. 

El Reino de Dios es la utopía del amor. El proyecto de una humanidad ideal sólo es posible si los hombres abandonan sus tendencias egoístas y se deciden a vivir amándose unos a otros. El amor al prójimo debe ser universal y abarcar a todos, sin discriminar a nadie; ha de ser desinteresado, sin buscar la recompensa, y tan generoso que no tenga más límites que las necesidades ajenas y las posibilidades propias.