XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

“Dios quiere que todos se salven”.

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

 

Las lecturas de este domingo XXI del tiempo ordinario nos plantean el tema, siempre difícil, de la salvación. Oímos en el evangelio: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”.  

La salvación no es el resultado de los esfuerzos que yo he hecho para salir de una situación; eso es la liberación (V.G.: liberación de la mujer, liberación en la expresión...). La salvación alude a que alguien te tiene que sacar de una situación de la que tú no puedes salir por ti mismo; pero en la que tú tienes que colaborar, porque no te pueden salvar sin ti.  

Los protestantes dicen que tú no puedes hacer nada por salvarte, que Dios salva gratuitamente; no valen los esfuerzos personales, porque el ser humano está corrompido desde el pecado original. Entonces, en teoría, lo mismo da hacer el bien que el mal. “Peca fuerte y cree mucho”, podría ser su lema.  

Los pelagianos dicen que uno se salva por el esfuerzo que hace por salvarse. Todo el bien que yo hago se lo puedo presentar a Dios para que me dé la salvación, que me he ganado a pulso. Fijaos que nuestra mentalidad es así de individualista y pelagiana. 

En la Iglesia católica pensamos que Dios salva gratuitamente, pero es necesario el esfuerzo para que la salvación llegue a ti. (Ejemplo de la concha del mar: Dios te da la salvación, pero sólo la puedes acoger si, por el amor vivido, estás abierto a él y a los demás. Si has sido egoísta, te vas cerrando a los demás y a Dios; así, aunque Dios te dé la salvación, no la podrás acoger). 

Dios quiere que todos se salven como vemos en las lecturas: En la primera se dice: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua... vendrán de todos los países al monte santo de Jerusalén”. En el evangelio: “Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. 

Dios quiere que todos se salven, pero, sin embargo, habrá quien no se salve. Vemos en el evangelio que cuando llamen a la puerta Dios les dirá: “No sé quienes sois”. Es el misterio de la libertad humana, que se puede cerrar al amor de Dios. 

La segunda lectura a propósito de la libertad humana, era muy interesante; es como una llamada de atención, como una corrección fraterna. “Hijo mío, no rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión, porque el Señor reprende a los que ama”, no lo toméis a mal. Y oímos en el evangelio: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha... Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”. Son sólo dos ejemplos en los que se nos invita a “utilizar” bien la libertad que tenemos. La libertad y la gracia van unidas en este tema de la salvación, lo mismo que la libertad, a nivel humano, va unida siempre con la responsabilidad personal. Estas dos advertencias nos vienen a recordar que, además en sentido cristiano, también somos responsables de los demás; el amor que les debemos, nos obliga a corregirlos y a aconsejarles. ¡Difícil tarea! 

Resumiendo: Así, pues, la salvación es gratuita, pero necesita del esfuerzo humano. Dios quiere que todos se salven, pero habrá algunos que se cerrarán a la salvación de Dios. Y hay que decir también que la salvación que Dios nos da es personal y, al mismo tiempo, colectiva; es decir, es importante lo que personalmente hacemos, pero caminamos junto a otros, incorporados a Cristo por el bautismo, y nos salvamos conjuntamente o perdemos la salvación. Es como ir en un barco: o nos salvamos todos o nos hundimos. Es lo que llamamos la comunión de los santos, sus méritos y su intercesión por nosotros contribuyen a nuestra salvación. 

No sabemos si serán pocos los que se salven, porque Jesucristo no respondió a la pregunta; pero podemos decir que, probablemente, serán pocos los que se condenen.