XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

“Ser discípulo de Jesús es identificarse con él”.

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

Jesús va camino de Jerusalén, mucha gente lo acompañaba, y él siente la necesidad de hacer algunas aclaraciones.  

(Imagina una concentración de religiosidad popular, masiva: Imaginaos la Iglesia de San Pedro cuando trajeron la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, lleno totalmente; imaginaos la traída de la Virgen del santuario, con “mil jóvenes” corriendo; imaginaos la Iglesia completamente llena en una fiesta o medio llena como hoy).  

En este contexto Jesús quiere hacer una aclaración: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mío... El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. 

¿Qué tal suena? Un poco fuerte, exigente, radical. No nos dice el evangelista nada de cómo reaccionó la gente, ¿se volverían atrás?. 

Es que seguir a Jesucristo no es un barniz decorativo que uno se da por fuera, no es una costumbre social que hemos hecho tradición, no es un seguimiento “light”, no es una religión a la carta, en la que uno escoge lo que quiere y lo demás lo deja olvidado.

Seguir a Jesucristo es una opción personal, que supone reconocer a Dios como el valor central de la vida, y que poco a poco produce una identificación progresiva con la vida y los valores de Dios. 

En concreto las lecturas de este domingo nos vienen a decir que seguir a Jesucristo es: 

-          1ª Lectura: que es conocer, con la ayuda del Espíritu, el designio de Dios. “¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere; quién si tú no le das la sabiduría enviando tu santo Espíritu?. El plan de Dios no es otro que se reino, la presencia de sus valores entre los hombres para construir un mundo mejor. 

-          2ª Lectura: es vivir la fraternidad. En el cristianismo no cabe otra relación entre las personas.  La lectura nos contaba como San Pablo le pide a Filemón que trate a Onésimo como hermano y no como esclavo. 

-          Evangelio: Posponer a la familia, incluso a uno mismo, las riquezas y tomar la cruz. Planteado desde un punto de vista positivo, se podría decir así: El valor fundamental, primero, en tu vida, debe ser Dios. Repasa tu escala de valores, ¿qué es lo más importante en tu vida? ¿en dónde buscas la felicidad?... Si el centro de toda tu vida es Dios y sus criterios, desde ahí puedes vivir la realidad de la familia como semilla de la Iglesia y del Reino, puedes vivir tu propia vida como entregada a unos ideales y no a ti mismo, puedes vivir tu relación con las riquezas como una manera de hacer realidad el destino universal de lo bienes, puedes tomar la cruz como una forma de identificarte con Cristo...  

Vamos a mirarnos personalmente, o en conjunto en la parroquia, o en cualquiera de sus hermandades o cofradías, en cualquier grupo de jóvenes, y nos podemos preguntar: ¿Todo lo que hacemos, en principio por Dios, lo hacemos desde los valores y los criterios de Dios? ¿Se ve en nuestras acciones la justicia, la misericordia, la mansedumbre, el desprendimiento de los bienes, la reconciliación, el perdón, la fraternidad, la comunión...?; ¿se ve en nuestras acciones el bien común por encima de los intereses partidistas, la ilusión por construir el Reino de Dios?

 

Si la respuesta a estas preguntas más bien fuera no que sí tendríamos que plantearnos seriamente nuestro seguimiento de Jesucristo.

 

Si la respuesta más bien fuese que no, tendríamos que animarnos a continuar por ese buen camino.

 

Pues que el Señor nos ilumine en nuestra vivencia del cristianismo para que cada vez nos asemejemos más a su Hijo Jesús.