IV Domingo de Adviento, Ciclo A

“¡Déjale un hueco a Dios en tu vida!”.

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

 

Permíteme que comience hoy preguntándote: ¿Dejas que el Misterio que es Dios irrumpa en tu vida o le pones cortapisas? ¿Dejas que Dios se apodere de ti o le tienes limitado el campo de actuación? ¿Te pones en las manos de Dios? ¿Tienes fe? ¿Cómo se traduce en tu vida la fe que tienes? ¿En qué se nota?. Las lecturas de la celebración de este domingo IV de adviento nos ponen delante el misterio de Dios, cuando resaltan que el nacimiento de Jesús se debió principalmente a Dios. No olvidamos que Jesús se hizo plenamente hombre, como nosotros; nacido del linaje de David, en lo humano. Aspecto histórico que se resalta mucho en otras lecturas de otros días (V. G.: el evangelio de la genealogía de Jesús) y que es muy importante. Pero esta celebración quiere destacar que la divinidad entra en el mundo y el ser humano puede tener distintas actitudes, a la hora de acogerlo: Acaz y María. 

Esa manifestación del misterio aparece así en las lecturas: 

1.            “El Señor, por su cuenta, os dará una señal. Mirad: la Virgen está en cinta y da a luz un hijo y le pone por nombre Enmanuel (que significa: ‘Dios-con-nosotros’)”. Profecía que atribuimos a Jesucristo pero que se refiere, probablemente a Ezequías, hijo de Acaz, en el siglo VIII a. d. Xto. 

2.            “ [Jesús] constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte”. Contrasta la humanidad y la divinidad de Jesucristo. 

3.            En el evangelio se dice que María “esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”. El ángel dice: “la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Esto sucedió para que “se cumpliese la escritura”. 

Podríamos resaltar que Dios viene a la historia de la humanidad por su propia iniciativa; es él el que hace el primer acercamiento al ser humano. Quiere llevar adelante su plan de salvación con la colaboración de las personas. El plan de Dios camina incuestionablemente hacia delante; pero lo fundamental para nosotros, hoy, es preguntarnos, si cada uno estamos dispuestos a colaborar con Dios o vamos a hacer lo ‘imposible’ porque su plan se retrase.

 

Acaz, en la primera lectura, dice que no quiere pedir una señal a Dios para no tentarlo. Efectivamente, cuando alguien se quiere poner en las manos de Dios y duda, puede caer en la tentación de pedirle alguna evidencia al mismo Dios, lo que significaría desconfianza. Pero no es éste el caso de Acaz; en su posición, dicen los comentaristas de la Biblia, su negativa a pedir una señal es querer desentenderse de Dios. Antes que hacer valer su fe, en su vida concreta, se deja guiar por sus miedos y busca ‘refugio’ en el poder de Asiria; pues Siria y Efraín (Israel) [el Reino está dividido en el Norte, Israel, y en el Sur, Judá] habían hecho una alianza anti-asiria por la que pretendían cambiar al rey de Judá (Acaz). Isaías le dice que Dios continuará la promesa hecha a David, pero tiene que mantener su fe. A la ‘hora de la verdad’, ¿nos sirve de algo la fe?, ¿confiamos de verdad en Dios?, ¿buscamos soluciones por otro lado?, ¿pensamos que Dios nos ha fallado si no sale lo que nosotros queremos?. Es tremendo y fascinante esto de la fe, de ponerse en manos de Dios.

 

En este planteamiento, en este domingo IV de adviento, juega un papel fundamental la Virgen María: aceptando el plan de Dios para que se pueda realizar la promesa de la descendencia de la tribu de David. María modelo de fe. Juega un papel fundamental la actitud de José, él era de la tribu de David, al aceptar los planes ‘incomprensibles’ por parte de Dios. José, modelo de fe. No se jugaban el reino, como Acaz, pero comprometían totalmente su vida ante Dios y ante sus conciudadanos. El evangelio escogido para este ciclo no resalta casi nada de la actitud de María ni de José [normalmente de José no se dice casi nada en los evangelios, poco más que esto], como queriendo destacar que aquí, como siempre, el protagonista es Dios.

 

Así es la fe que se nos pide para preparar la venida del Señor: que dejemos a Dios entrar en nuestra vida, que nos influya en todos los momentos de la misma, que nuestra fe le ponga a él en primer lugar. ¿Cómo va a nacer Dios en nuestra vida si no le hacemos un hueco, si entendemos que va a ser un intruso en nuestra vida, si queremos no ‘complicarnos’ la vida, si buscamos las soluciones por otros criterios que no son los de Dios? ¡Auméntanos la fe, Señor!.