Solemnidad de la Natividad del Señor, Ciclo A

Misa de Navidad. “Spe Salvi” (Salvados por la Esperanza)

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

Se puede poner el vídeo como introducción (http://www.iglesiaendaimiel.com/temporales/navidad.wmv) y a continuación esta homilía, que está inspirada en algunas ideas de la encíclica del Papa Benedicto XVI “Spe Salvi”, de los números 1-31. 

Oh, noche, ven a traer a la tierra

el tranquilo encanto de tu misterio.

La sombra que te acompaña es tan suave,

tan dulce es el concierto de tus voces,

cantando a la esperanza.

Tan grande es tu poder,

que lo transforma todo en un sueño feliz. 

Oh, noche, ven a traer a la tierra

el tranquilo encanto de tu misterio.

La sombra que te acompaña es tan suave.

¿Existe una belleza tan hermosa como el sueño?

¿Existe una verdad más dulce que la esperanza?

 

(Nuit” Los chicos del coro) 

¿Qué es la esperanza?, “¿De qué genero ha de ser esta esperanza para sentirnos redimidos por ella?” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 1) Como sabéis el Papa Benedicto XVI ha escrito su segunda Encíclica: “Salvados por la Esperanza” (Spe Salvi). Un poco más “densa” que Deus Cáritas est; pero muy interesante. Os voy a presentar algunas ideas al hilo de la celebración de hoy: El Nacimiento del Hijo de Dios. Se refiere el Papa a una Esperanza que nos salva. 

“La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par dice el Papa (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 2). La esperanza tiene que ver mucho con el futuro que nos aguarda. Cristo, al nacer en el tiempo, deja abierta la puerta por donde entra para que nosotros podamos acceder al futuro, a la eternidad (La vida eterna es un contenido fundamental de esta encíclica). 

El tranquilo encanto del misterio de la noche (como dice el precioso canto de los Chicos del Coro), de esta noche santa, es el nacimiento del Hijo de Dios; la esperanza de la humanidad es este Niño nacido en Belén; nuestra “gran esperanza sólo puede ser Dios” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 31). Porque la vida del ser humano y la historia no está regida por los elementos del cosmos, la noche, sus sombras y sus misterios, si no que es un Dios Personal y Encarnado el que gobierna el mundo respetando la libertad humana (Spe Salvi, Benedicto XVI, ver el nº 5). 

Quizá estamos demasiado acostumbrados a esta fiesta y también “nos hemos acostumbrado a Dios” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 3) y nos puede pasar desapercibido el mensaje fundamental de tener una relación personal con Dios: “Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza... Yo soy definitivamente amado, suceda lo que suceda; este Gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa” dice el Papa, recordando la experiencia de Josefina Bakhita, que fue esclava antes que religiosa (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 3). “Este encuentro con Dios puede transformar nuestra vida hasta hacernos sentir redimidos por la esperanza que dicho encuentro expresa” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 4). Tenemos fácil, muy fácil, el acceso a Dios: su Hijo Jesús, nacido de María, en Belén. A un niño es fácil acercarse; a Dios, también. 

En esa relación personal de amor con Dios podemos sentirnos salvados por la esperanza, redimidos.  

En nuestra historia personal tenemos otras esperanzas que nos abren a la gran esperanza que es Dios; también es cierto que, a veces, ponemos la confianza en cosas que no nos conducen a nada positivo. En la historia de la humanidad pasa igual: “la fe en el progreso” (Spe Salvi, Benedicto XVI, ver nº 17 y siguientes), en la ciencia, en la razón, en la política...ha llevado a, cuando menos, cuestionar la validez de esta relación transformadora con Dios e imponer los criterios sobre el bien y el mal, pues “el progreso técnico que no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior, no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo” dice el Papa (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 22).  “El progreso necesita el crecimiento moral de la humanidad... la apertura de la razón a las fuerzas salvadoras de la fe” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 23). Concluye el Papa este apartado de centrar el objeto de la esperanza diciendo: “El hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 23). ¿En quién y en qué ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza?. 

“La verdadera, la gran esperanza del hombre, que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando ‘hasta el extremo’” dice el Papa (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 27). Dios nos ha amado en su Hijo Jesús de un modo singular. “No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de ‘redención’ que da un nuevo sentido a su existencia” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 26).

Dios viene en su Hijo Jesús, nacido en Belén, a nuestro encuentro para manifestarnos su amor y darnos su salvación. Nuestra vida tiene que ser una experiencia de esta Buena Noticia. Este mensaje no es una comunicación de datos, sino un encuentro que transforma la vida (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 2). 

Puede ser habitual que, incluso entre los que más sensatamente celebramos estas fiestas, que tiene aristas dolorosas como el consumismo, por citar algo obvio,..., nos quedemos en seguir renovando nuestra confianza en el ser humano y en un mundo mejor, que nos es poco. Pero fijaos lo que dice el Papa: “El mundo mejor del mañana no puede ser el contenido propio y suficiente de nuestra esperanza” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 30). No bastan esas grandes esperanzas. “Nuestra gran esperanza sólo puede ser Dios... el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 31). 

“Quien tiene esperanza vive de otra manera; se la ha dado una vida nueva” (Spe Salvi, Benedicto XVI, nº 2). 

¡Feliz, transformadora y esperanzada Navidad!