IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Estamos en el domingo IV del tiempo ordinario. Después de escuchar el domingo anterior una llamada a la conversión porque está cerca el reino de los cielos y una invitación a seguir a Jesús, contemplamos en este domingo el programa cristiano de las bienaventuranzas. Una de las páginas más bellas de la Sagrada Escritura.  

Las Bienaventuranzas son actitudes o disposiciones del corazón que se nos invitan a tener, si queremos seguir a Jesús. Son modalidades del amor cristiano: pobres por amor, misericordiosos por amor... En ellas se contiene la máxima expresión de lo que significa ser cristiano. 

Las bienaventuranzas son los contravalores del mundo en el que estamos viviendo; son lo contrario del poder, del tener, del gozar, del sobresalir... 

Las bienaventuranzas presentan unos criterios de felicidad. Todos buscamos la felicidad, cada uno por los caminos que cree convenientes. El camino que nos presenta las bienaventuranzas es un camino paradójico: parece mentira pero es cierto. ¿Cómo ser felices los pobres o los que lloran o los sufridos...?. La felicidad aparece mezclada con el dolor.  

Dichosos los pobres de espíritu, los que son sencillos y humildes; los que, por no tener, es más fácil que confíen en Dios que los que tienen, que confían en sus bienes. Se puede ser más feliz viviendo la pobreza de espíritu que estando esclavo del espíritu de riqueza, que estando pendiente del tener, el poder y el gozar. 

La primera lectura presenta el resto de Israel como un pueblo pobre y humilde y San Pablo en la segunda lectura incide en la misma idea, diciendo que en la asamblea de los corintios no hay gente destacada, porque Dios ha escogido lo necio del mundo para humillar a los sabios. 

Esta primera bienaventuranza es como el pórtico de todas las demás. 

Dichosos los sufridos, los que tienen capacidad de aguante ante las adversidades. Dichosos los mansos, traducen otros; los que tiene capacidad de aguante y no responden con violencia a los contratiempos de la vida y de la convivencia. Se puede ser más feliz controlando la violencia que todos llevamos dentro que teniendo agresividad. Se puede ser más feliz renunciando a los propios derechos, por amor, que estando continuamente reclamando los derechos que uno tiene. 

Dichosos los que lloran. Difícil bienaventuranza.  

Esta bienaventuranza es señal de lo que son todas: un compuesto de cruz y gloria, de dolor y de dicha. Llegaremos a la gloria del cielo, pero hay que pasar por la cruz; llegaremos a la dicha de las bienaventuranzas, pero hay que pasar también por el dolor. 

Dichosos los que afrontan con entereza el dolor y las lágrimas, porque después de llorar con todas las lágrimas podrán reír con todas las risas. Se puede ser más feliz asumiendo el dolor y las lágrimas que huyendo de ellos. 

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, dichosos los que quieren que la voluntad de Dios se cumpla; la justicia es lo que se ajusta a la voluntad de Dios. Se puede llegar a la plenitud de la felicidad cumpliendo la voluntad de Dios, porque su voluntad es nuestra felicidad, más que si nos dedicamos a cumplir nuestra caprichosa voluntad. 

Dichosos los misericordiosos, los que son capaces de abrirse a la misericordia de Dios reconociendo las propias miserias, los que experimentan lo que Dios nos quiere a cada uno de nosotros, porque serán capaces de llevar ese amor a todos. Se puede ser más feliz siendo comprensivo, siempre, con los pecados y las miserias de los demás que “llevando cuentas del mal”, porque el amor no lleva cuentas del mal, olvida las ofensas. 

Dichosos los limpios de corazón. Esta bienaventuranza viene a ser una condena de las falsas purezas, la de quienes tienen todo limpio menos el corazón; la de quienes están dedicados a ser buenos pero no tienen tiempo de hacer el bien. Dichosos los limpios de corazón quizá quiere decir: Dichosos los que todavía mantienen la inocencia. Se puede ser más feliz manteniendo la inocencia primera que siendo un desconfiado de todo para que no te la den. Quizá la vida consiste en recuperar la inocencia. 

(Considero que reducir esta bienaventuranza a la ‘pureza’ entendida ésta sexualmente es una reducción ‘enfermiza’. Podemos incluir la sexualidad como limpieza de corazón, pero muy delicada y ampliamente). 

Dichosos los que trabajan por la paz. Dichosos los pacificadores, los que se dedican a la reconciliación mas que a la división. Dichosos los que declaran la guerra a las formas ficticias de paz, que esconden injusticias o faltas contra la verdad. Se puede ser más feliz viviendo reconciliados con Dios, con uno mismo y con los demás, que viviendo enemistados y divididos.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia. Dichosos los que son coherentes con su fe y con los valores del evangelio. Dichosos los que, por ser fieles a la voluntad de Dios, encuentran dificultades es su vida. La felicidad de quien es coherente hasta el final es una paz que se debe conquistar superando cualquier dificultad. Se puede ser más feliz siendo coherente con lo que se cree que  dejando que la fe no se manifieste en las decisiones de la vida diaria, aunque eso te complique un poco la vida. 

Que el Señor nos ayude a vivir el espíritu de las bienaventuranzas y nos haga encontrar la auténtica felicidad.