III Domingo de Cuaresma, Ciclo A
“Jesús es el agua viva”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Estamos en el tercer domingo de cuaresma. A partir de este domingo, hasta el final de la cuaresma, los evangelios [dejamos a Mateo y tomamos a Juan] que escuchamos tienen un contenido bautismal: nos hablan, sucesivamente, del agua, de la luz y de la vida. Estos evangelios los reflexionaban los catecúmenos que se preparaban para recibir el bautismo en la Vigilia Pascual. Se nos invita, por tanto, con ellos a vivir nuestro bautismo. 

Lo interesante de estos evangelios es que expresan un encuentro personal con Jesucristo; es decir, nos narran cómo ciertos personajes descubren quien es Jesucristo en sus vidas concretas. ¿Nos hemos encontrado nosotros con Jesucristo? ¿Es para nosotros alguien significativo en nuestras vidas? Los sacramentos son encuentros reales con Jesucristo. Cuando nosotros recibimos el sacramento del bautismo nos encontramos con Jesucristo, pero ese encuentro se tiene que ir haciendo vida en nosotros. 

Un tema importante en las lecturas es la idea de la sed. La sed física, principalmente, que tiene el pueblo de Israel, como dice la primera lectura, cuando va por el desierto; sed que le hace dudar de si Dios está con ellos o no, de si los ha hecho salir de Egipto para morir de sed. La sed física que tiene Jesucristo en su diálogo con la samaritana, que es la sed que ella entiende, en principio.

Esta sed adquiere un significado existencial más amplio que podríamos traducir por el deseo de felicidad que todo ser humano experimenta en su interior. Para encontrarse con Jesús, para hacer vida ese encuentro que se dio en el sacramento del bautismo cuando éramos pequeños, hay que tener deseos de felicidad, sed de Dios... ¿Creemos, de verdad, que Jesús puede ser la respuesta a todas nuestras preguntas? ¿Qué él puede saciar nuestro deseo de felicidad? 

El evangelio nos cuenta cómo una mujer samaritana descubrió a Jesús como el salvador de su vida, como el sentido de su vida. El evangelio presenta dos escenas: Jesús y la samaritana; Jesús y sus discípulos. 

Jesús y la samaritana:  

Jesús está en Samaría, una región enfrentada con los judíos; los samaritanos y los judíos no se entienden. Y se pone a hablar con una mujer, cuando lo normal era el no hablar con ellas. El contenido del diálogo de Jesús y la samaritana tiene dos partes.  

En primer lugar, Jesús le pide de beber a ella y dialogan en torno al agua y la sed. Jesús le termina diciendo que “el agua que yo te daré se convertirá dentro de ti en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Ante lo que la samaritana le dice que le dé de esa agua. El sacramento del bautismo pone en nuestro interior la semilla de la vida nueva, vida que se debe ir alimentando hasta que llegue a ser vida eterna.  

En segundo lugar, la samaritana le pregunta  dónde hay que dar culto a Dios: si en Jerusalén, que es donde le dan culto los judíos, o en el monte Garizín, que es donde le dan culto los samaritanos. Jesús le responde no por el lugar, que es lo de menos, sino la forma: hay que darle culto en espíritu y verdad, que quizá podríamos traducir como que a Dios hay que darle culto con la propia vida. Las celebraciones litúrgicas nos deben de ayudar a que la vida de cada día sea como una ofrenda agradable a Dios. 

Jesús y sus discípulos: 

La otra escena del evangelio es Jesús con sus discípulos, donde se viene a decir que el alimento de Jesús, otra vez se habla de un modo simbólico, es hacer la voluntad del Padre y llevar a término su obra. 

¡Que tengamos la dicha de encontrar en Jesús, como la samaritana, el agua viva que sacie nuestra sed para siempre!

 

NOTA: en la sección “Hechas en Casa”, en la presentaciones flash, la poesía número 8, con tiene un poema -“Nominado para Dios”-, que viene muy bien para el tema de la sed.