II Domingo de Pascua, Ciclo A:
“Para creer en Dios hay que vivir en comunidad”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Estamos en el II Domingo de Pascua, celebrando la resurrección de Jesús. En un estudio socio-religioso que se hizo en la diócesis, hace casi 30 años, se veía que había más cristianos, un 95%, que creyentes en la resurrección, un 60%. Es difícil aceptar la resurrección en la vida concreta. La celebración de hoy nos viene a decir que es difícil creer en la resurrección fuera de la comunidad cristiana.

 

El evangelio nos dice: “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Los discípulos estaban reunidos y se les aparece Jesús y les dice: “Paz a vosotros. Como el padre me ha enviado, así os envío yo”. La misión de la Iglesia empieza después de la resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado los apóstoles se habrían quedado encerrados, con miedo, y no habrían predicado el Evangelio. En el envío que hace Jesucristo les da el Espíritu Santo, para que les acompañe en la misión, y el poder de perdonar los pecados.

 

Dice después el evangelio que: “Tomás no estaba con ellos cuando vino Jesús”. Un dato que se presenta como el motivo de la incredulidad de Tomás. Un dato interesante que nos viene a decir que separado de la comunidad uno no puede creer en la resurrección, en Dios. ¡Cuánta gente hay que quiere vivir su fe por libre, sin tener una relación con la comunidad, con la iglesia! No hay que hacer nada más que fijarse en estos días de Semana Santa, con una participación de personas extraordinaria en las procesiones; pues bien, la mayoría de ellos no volverán a tener una relación con la Iglesia hasta el año que viene. Así, es difícil que esos sentimientos religiosos se traduzcan en una fe comprometida.

 

Continúa el evangelio diciendo: “A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos”. El cambio es notorio, ahora Tomás está con la comunidad y así si puede reconocer al Señor: “Señor mío y Dios mío”.

 

El papel de la comunidad cristiana, como grupo de referencia para vivir la fe, es imprescindible. Fijaos como presenta el libro de los hechos la primera comunidad cristiana, en una descripción seguramente idealizada:

 

-          Eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles.

-          Eran constantes en celebrar la fracción del pan.

-          Vivían todos unidos y lo tenían todo en común.

 

Destaca tres dimensiones: la evangelización (las enseñanzas de los apóstoles), la liturgia (la fracción del pan) y la caridad (vivían unidos). Tres dimensiones que intentamos vivir en la Iglesia en cada comunidad concreta: tenemos catequesis para llevar adelante las enseñanzas de los apóstoles; tenemos celebraciones de los sacramentos y tenemos la institución de Cáritas para que, en la medida de lo posible, no haya necesitados entre nosotros. Si la parroquia no tuviese presente estas tres dimensiones, fallaría su vivencia de la fe.

 

            A nivel personal, en la vivencia de la fe, pasa lo mismo que en las primeras comunidades. La fe tiene estas tres dimensiones: escuchar las enseñanzas de los apóstoles (formación), celebrar la fe con la comunidad (fracción del pan) y vivir el compromiso de la fe (vivían unidos y lo tenían todo en común). Por eso si a nuestra fe personal le falta alguna de estas dimensiones, la fe se tambalea.

 

            Hay quienes necesitan más formar su fe para tener una opción personal por seguir a Jesucristo, puesto que su fe es principalmente sociológica; es decir, tienen ciertas prácticas religiosas porque es una costumbre o una tradición.

 

Hay quienes necesitan más celebrar su fe en los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, puesto que tienen cierta vivencia religiosa, pero se olvidan de venir por la Iglesia. Para que la fe no se tambalee necesita de la gracia recibida en los sacramentos.

 

Y hay quienes necesitan más comprometer su fe en la vida diaria, porque tienen una vivencia personal de la fe y celebran los sacramentos, pero no acaban de mostrar su fe en las circunstancias de su vida concreta.

 

Que el Señor afiance nuestra fe en la resurrección y que aumente nuestro sentido de pertenencia a la comunidad cristiana.