III Domingo de Pascua, Ciclo A:
Quédate con nosotros”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Celebramos el tercer domingo de Pascua. En este tiempo celebramos la resurrección de Jesús; de esta verdad se hacen eco las tres lecturas que nos propone la liturgia: 

-          En la primera lectura vemos como Pedro predicaba con valentía el núcleo del mensaje cristiano: Jesús, acreditado ante vosotros con los milagros que hizo, a quien vosotros matasteis en la cruz, Dios lo ha resucitado.

-          En la segunda lectura se dice: “Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio la gloria”. 

-          En el Evangelio, Lucas nos propone uno de los relatos de las apariciones de Jesús resucitado más conseguidos y más bellos. Nos invita este relato evangélico a descubrir a Jesús en la Escritura, en la Eucaristía y en la Comunidad. 

El día primero de la semana. Se sitúa la escena en el domingo, igual que en el resto de los relatos de las apariciones de Jesús resucitado. El tiempo, desde que Cristo resucitó, se eterniza, es lugar de encuentro con Dios. 

Dos discípulos van de vuelta hacia Emaús, comentando lo sucedido. Estos discípulos representan a todos los desesperanzados de la humanidad, a todos los angustiados, a todos los que marchan por la vida sin sentido, a todos los que están “de vuelta” de las cosas. Después de haberse jugado todo por Jesús, después de haber puesto en él todas las ilusiones, ahora Jesús ha muerto en la cruz y todos los que le seguían se han dispersado. Ellos vuelven a su aldea, a continuar con su vida, pero vuelven marcados por la derrota, la frustración. 

Jesús se hace compañero de camino, pero ellos estaban incapacitados para verlo. ¡Cuántas veces Jesús nos ha acompañado en nuestra vida y sólo con el tiempo hemos logrado entrever que en aquella circunstancia él estuvo con nosotros! Cuando uno está sumergido en la desesperanza se queda incapacitado para ver otros caminos, para aceptar otras presencias. Jesús les dice: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”. 

¿Eres tú el único que no te has enterado?, ¿De qué?  - pregunta Jesús -. Lo de Jesús el Nazareno, profeta poderoso en obras y palabras; cómo nuestros jefes lo entregaron y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Las esperanzas que tenían en Jesús eran unas esperanzas políticas, de independizarse del pueblo romano. No habían llegado a descubrir al verdadero Mesías en Jesús y aún así le seguían. Continúan diciendo: es cierto que algunas mujeres han ido al sepulcro de mañana y nos han sobresaltado diciendo que un ángel les ha dicho que estaba vivo. Los apóstoles han ido al sepulcro, pero a él no le han visto.

Entonces Jesús se pone a explicarles las Escrituras y cómo el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria. Tan necios y torpes sois para comprender la Escritura, ¿por qué os alarmáis ante la muerte de Jesús? ¿No sabíais que tenía que padecer?. ¿Acaso no sabemos nosotros que Jesús tenía que morir antes de resucitar?. Claro que sabemos que la cruz es el camino de la luz, que la pasión lleva a la resurrección; pero cuando tenemos que pasar por la cruz, en cualquiera de sus manifestaciones, se nos olvida lo que sabíamos y la cruz nos derrota y nos rompe. 

Cuando llegaron a la aldea, él hizo ademán de irse y le pidieron ¡Quédate con nosotros, porque el día va de caída!. Habían intuido algo al explicarles las Escrituras, habían sentido como algo en su interior resurgía de las cenizas de la derrota. ¡Quédate, Señor! ¡Quédate con nosotros! Sin ti estamos desorientados, perdidos... 

Y entonces, lo reconocieron al partir el pan, y él desapareció. Y comentaban ¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las escrituras?. Era como si Jesús hubiese celebrado con ellos la Eucaristía: les explicó las escrituras y les partió el pan, pronunciando la bendición. 

Lo que hacen los discípulos ahora es desandar el camino de la derrota y de la desesperanza; se vuelven a Jerusalén, con la comunidad que habían abandonado, para contarles cómo habían reconocido al Señor al partirles el pan. Allí encontraron a los Once, reunidos con los demás discípulos. Es en la comunidad donde podemos encontrar al Señor.

Como decía al principio, este relato es una invitación a descubrir al Señor en la Comunidad, en las Escrituras y en la Eucaristía. 

En la Comunidad, que es donde vuelven los discípulos. Como dijo una vez Jesús “donde estén dos o tres, reunidos en mi nombre, allí estoy yo”. 

En las Escrituras, que es la Palabra de Dios, donde podemos encontrar lo que Dios ha dicho y ha hecho. 

Y en la Eucaristía, que es donde le reconocieron al partir el pan. Es donde Cristo se ha quedado realmente presente. 

Que sepamos descubrir al Señor y nos encontremos con él.