XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
San Mateo 16, 21-27: “Tu gracia vale más que la vida”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Las lecturas de este domingo XXII del tiempo ordinario nos vienen a plantear que a veces es difícil ser cristiano por las incomprensiones que lleva consigo y porque hay que tomar la cruz para seguir a Cristo.

 

Un buen resumen de lo que nos quieren decir las lecturas podría ser una frase del salmo responsorial: “Tu gracia vale más que la vida”. La gracia de Dios es todo lo que Dios nos da gratuitamente; por ejemplo, la filiación divina y todo lo que Dios va haciendo para que esa relación con él no se rompa por el pecado. Pues bien, esa relación de amistad con Dios vale más que la vida. Fijaos bien en esta frase, pues el ser humano se aferra fuertemente a la vida, seguramente es una de las cosas que más valora. La gracia de Dios vale más que la vida. ¿Creemos esto? ¿Es realmente Dios lo más importante de la vida o nos importa más la salud, el dinero o el amor?

 

Esta experiencia de que Dios es lo más importante de la vida aparece reflejada en las tres lecturas que hemos escuchado.

 

La primera lectura del profeta Jeremías cuenta una experiencia del propio profeta: está cansado de tanto tener que denunciar los pecados del pueblo de Israel; le hubiese gustado llevar un mensaje más consolador; incluso está decidido a dejar de hablar de las cosas de Dios. Pero se da cuenta de que la Palabra de Dios hace fuerza en su interior, intenta contenerla y no puede, porque Dios le ha seducido. Dios es más fuerte que las incomprensiones que sufría en su misión.

 

¡Cuántos cristianos hay que ante la mínima dificultad por el hecho de ser cristianos se echan atrás, silencian su ser cristianos! En el fondo piensan que su vida, su reputación, lo que piensan los demás de ellos es más importante que Dios.

 

La segunda lectura de San Pablo nos dice que no nos ajustemos a este mundo, sino que nos convirtamos para que sepamos discernir lo que es la voluntad de Dios. Es otra vez lo mismo que antes: ¿Qué tiene más peso en nuestra vida los criterios de Dios o los criterios del mundo? ¿Qué tenemos más en cuenta a la hora de decidir sobre algo, de planear algo, de optar por algo, el tener, el poder, el gozar, o el amor a los demás, la solidaridad, el servicio? Estamos invadidos de los criterios de este mundo y queremos que Dios se ajuste a esos valores.

 

El texto de Evangelio sigue con el mismo tema: Jesucristo anuncia su pasión y muerte y Pedro no lo entiende porque piensa como los hombres y no como Dios. Pedro está siguiendo a Jesús y no acababa de comprender que Jesucristo tenía que padecer para salvarnos, sin embargo luego terminará dando su vida por Jesús. ¿Comprendemos nosotros que para llegar a la resurrección hay que pasar por la pasión? ¿Lo aceptamos en nuestra vida concreta cuando nos llegan momentos de cruz?

 

Continúa diciendo el texto del Evangelio: “El que quiera seguir a Jesús que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y le siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo si pierde su vida?”. Como podéis comprobar este texto es un buen comentario de Jesús a esa idea del salmo responsorial: “Tu gracia vale más que la vida”. ¿De verdad la gracia de Dios vale más que la vida, más que la salud, el dinero, el amor?

 

Si vemos que Dios es lo más importante de nuestra vida, nos resultará difícil vivir en los criterios de este mundo, porque tendremos que luchar con nuestra propia inclinación a vivir los criterios del mundo y tendremos que luchar con quienes no comprenden ni quieren los criterios de Dios.

 

Ser cristiano es: entrar en comunión con la vida de Jesús y sus valores; entrar en comunión con su causa: el Reino de Dios; y entrar en comunión con su destino, que es la cruz. Tenemos que asimilar en nuestro cristianismo este aspecto de cruz, de dolor, de sufrimiento, de incomprensión... como algo que es necesario pasar para llegar a la dicha, a la felicidad.

 

¡Qué caigamos en la cuenta mentalmente y experiencialmente de que la gracia de Dios vale más que todo en el mundo, aunque eso nos cueste algún tipo de sacrificio!