XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
San Mateo 20, 1-16: “Dios no piensa como tú”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Como reflejan las lecturas, sobre todo la primera y el Evangelio, de este domingo XXV del tiempo ordinario, Dios no piensa como los hombres. A ver si dejamos claro en qué cosas en concreto. Dice la primera lectura: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. No nos debería resultar raro, pues en el Padrenuestro le pedimos que queremos hacer su voluntad, que normalmente no concuerda con la nuestra. Además los valores de Dios, de las bienaventuranzas, por ejemplo, no concuerdan con los valores de este mundo: el poder, el tener, el sobresalir. Pero, aunque Dios no piense como los hombres, queda claro, como se dice en el salmo responsorial, que Dios es clemente y misericordioso, bueno con todos, es justo en todos sus caminos. 

El texto del Evangelio concreta en qué es en lo que no piensa Dios igual que los hombres, y lo hace con una parábola que es usada para explicar cómo es el reino de Dios. El amo de la viña contrata a unos jornaleros por la mañana por un denario; luego sigue contratando jornaleros a lo largo del día, algunos van a última hora. Y se pone a pagarles, empezando por los últimos, un denario. Los primeros se pensaban que iban a cobrar más, pero no fue así. 

El trasfondo de la parábola es Dios que llama a los hombres a su Reino y en su reino pueden entrar todos: los que siempre le han estado sirviendo (los judíos) y los que se han incorporado a última hora; todos con iguales derechos. 

¿Cuál es nuestra mentalidad?  

Pues nosotros pensamos con mentalidad de intercambio, de justicia conmutativa (en el intercambio de un producto pagar el precio justo): si por ocho horas se gana 50 €, por una hora se gana 7 €. Según esta mentalidad el dueño de la viña habría sido injusto con los que trabajaron todo el día, pues en proporción de lo trabajado tendrían que cobrar más que los que fueron a última hora.  

Esta mentalidad de intercambio la trasladamos al terreno religioso: Hago determinadas prácticas religiosas para que Dios me dé algo a cambio, el cielo. “Si mi hijo viene bien de la mili, voy andando a la Virgen de las Cruces”. “Voy a salir andando descalzo en la procesión para que no me pase nada en la operación”. Entendemos que el cielo es un premio a nuestro comportamiento y lo que nos pasa malo es como un castigo de Dios por algo que hemos hecho mal; por esto hacemos cantidad de promesas. 

Además pensamos que “al cielo iremos los de siempre”; es decir, que los que siempre estamos en la iglesia tendremos una distinción con los que no vienen. 

¿Cuál es la mentalidad de Dios?  

Dios no intercambia nada. Dios no premia ni castiga. Dios da gratuitamente su salvación a todos. Esta es la clave de Dios, la gratuidad, que desde nuestra mentalidad no entendemos; por eso dice Jesucristo “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Las cosas de Dios ni se compran ni se venden.  

No entendemos esta mentalidad porque, cuando alguien te regala algo, es como si te dijera “quien regala bien vende, si quien lo toma lo entiende”; vamos, que ya se lo cobrará de algún modo. Pues Dios por su salvación no cobra nada, es gratuita.  

Otro aspecto de la mentalidad de Dios, que refleja la parábola, es que Dios es justo. La justicia de Dios no es como la humana (conmutativa o distributiva); Dios hace justicia tomando partido por los más desfavorecidos, por eso a los últimos les paga igual que a los primeros. Para Dios todos somos hijos. 

Pues estos son los aspectos que resalta la parábola de la mentalidad de Dios:

 

-          Dios da su reino gratuitamente, tanto que nos da ganas de decir que nosotros también vamos a llegar a última hora; es decir que nos vamos a ahorrar tanto sacrificio como nos cuesta estar siempre a su servicio ¡Qué mentalidad! Estar al servicio del Señor es un gozo. (La felicidad no está al final de camino, sino a lo largo del mismo).

-          Dios es justo, tomando partido por los más débiles. 

Que aproximemos nuestros planes a los planes a los planes de Dios, nuestros caminos a los suyos, nuestra mentalidad “capitalista” a su mentalidad paternal, nuestra voluntad a su voluntad.


 

Cartas cerradas Nº 6

 

Es tarde para todo: más no para buscarte.

¿Por qué me has olvidado en la undécima hora?

Llevo ya mucho tiempo esperando en la plaza

y pasaste de largo sin querer contratarme.

 

Sólo pido qué hacer; dar un poco de esfuerzo

por la dicha que tuve y el amor que me diste.

Mi denario, si quieres, guárdalo para otro.

Pero toma esta vida que se me va escurriendo…

 

¡Cuando llegué, qué sol me cantaba en el alma!

Pensé que aceptarías lo poco que me queda.

Y aquí sigo; no hay nadie; todos tienen su sitio

y parece que nunca volverás a buscarme.

 

Van y vienen risueños; apresuradamente.

No me ven ni me escuchan porque Tú los llamaste.

¿Cuántas horas me quedan de esperar todavía?

 

Es tarde para todo: pero no para hallarte.

Y te canto, bajito, soñando mientras llegas…

 

Ernestina de Champourcin “Poemas de exilio, de soledad y de oración” Ediciones Encuentro. Pág 125