XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
S
an Mateo 21, 28-32: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Dice un refrán popular: Del dicho al hecho hay mucho trecho. Este refrán denuncia lo fácil que es hablar y lo difícil que es llevar a la práctica lo que se ha dicho. La distancia que hay entre lo que se dice y lo que se hace podríamos decir que es el pecado, la incoherencia. A veces pensamos una cosa, decimos otra y actuamos de otro modo. El cristiano tendría que ser coherente y es responsable en intentar conseguir esa coherencia; es decir, no tendría que haber distancia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace.

 

Creo que podemos ver las tres lecturas desde esta idea.

 

La primera lectura del profeta Ezequiel nos viene a decir que cada uno es responsable de lo que hace; no vale echarle la culpa a los demás, ni a Dios. El justo se puede apartar de su justicia y la consecuencia de su pecado es la muerte. En la Biblia siempre la consecuencia del pecado es la muerte, no sólo en sentido físico - la muerte fue la consecuencia del pecado original -, sino en sentido espiritual: quien no ama es como si estuviera muerto. El malvado puede recapacitar y convertirse y así se abre a la salvación. Nadie es bueno o malo para siempre.

 

La segunda lectura es una invitación a vivir en comunión con Cristo y con la comunidad. Se nos invita a tener un mismo amor y un mismo sentir, a tener entre nosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús, sentimientos como la humildad, la entrega, el servicio... Tenemos que ser conscientes de que hay que poner en nuestro interior buenos sentimientos, buenos pensamientos para que nuestro proceder sea recto, pues, como dice otro refrán, de la abundancia del corazón habla la lengua. Para concretar esos sentimientos San Pablo nos relata uno de los himnos cristológicos más completos de la Sagrada Escritura, que nos habla de cómo Cristo se hizo hombre, se rebajó hasta la muerte de cruz y de cómo Dios lo exaltó. Nos habla de la encarnación, de la redención y de la resurrección.

 

El texto del evangelio es una buena concreción del refrán referido al principio: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”. Es una parábola dirigida a los sumos sacerdotes y a los ancianos, para los que va a ser una denuncia de su pecado, de su mentira, de su falsedad, de su incoherencia. Un padre manda a trabajar a sus hijos a la viña. El primero dice: “No quiero”, pero se arrepintió y fue. El segundo dijo: “Voy, Señor”, pero no fue. El primero representa a los pecadores que se han convertido y cumplen la voluntad de Dios. El segundo representa a los que cumplen de palabra y de culto, pero su vida va por otro lado. A la hora de la verdad, lo que cuenta no son las palabras, sino las obras. Como dice otro refrán: “Obras son amores y no buenas razones”. Jesucristo denuncia siempre esta falsedad de los fariseos: “Dicen, pero no hacen...”, “sepulcros blanqueados...”. Y termina el evangelio con una sentencia durísima: “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el reino de los cielos”.

 

Como el texto del evangelio es una invitación a ser coherentes, podríamos aplicarnos ahora cada una de las lecturas con el mensaje que nos quieren transmitir:

 

1ª. ¿Me siento responsable de mis obras o culpo a Dios o a los demás? Ser responsable de lo que una hace es asumir las consecuencias de lo hecho, sin recurrir a que cargue con las consecuencias otra persona, ni echarle las culpas a Dios o a los demás.

 

¿Procuro estar en comunión con Cristo? Estar en comunión con Cristo significa sintonizar con sus valores: la pobreza, la mansedumbre, la justicia, la misericordia, y significa sintonizar con su misión, que es el anuncio y la construcción del reino de Dios. ¿Procuro tener el mismo sentir que mi comunidad cristiana? ¿Conozco por donde va mi comunidad, procuro sintonizar con ella?.

 

¿Con qué hijo me identifico más, con el que dijo que no iba y luego fue o con el que dijo que iba y luego no fue? ¿Los que venimos a la Iglesia, no seremos hoy los sumos sacerdotes y ancianos a los que denunciaba Jesús con esa parábola? ¿Quiénes son los que trabajan en la viña del Señor, los cercanos a la Iglesia o los más alejados? ¿Quién vive los valores del evangelio? ¿Quién cumple la voluntad de Dios?.

 

Que el Señor nos ayude a ser coherentes para que no haya distancia entre lo que decimos y lo que hacemos.