III Domingo de Adviento, Ciclo B
San
Juan 1, 6-8, 19-28: “Me alegro con mi Dios”

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

“¿Quién eres?... ¿qué dices de ti mismo?” Con estas cuestiones abordaron a Juan el Bautista. “No soy el Mesías... Yo soy la voz que grita en desierto... Yo bautizo con agua”. Juan tenía una clara conciencia de su identidad y de su misión como profeta. Quizá nos puede venir bien a todos los cristianos, pues da la impresión de que nos vamos quedando diluidos en la sociedad y en los ambientes en los que vivimos y parece que vamos perdiendo la identidad. Un buen compromiso para el adviento: tomar conciencia de mi identidad cristiana y de la alegría que supone vivir con este estilo de vida.

 

IDENTIDAD

 

“El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me ha ungido”. Estas palabras se las aplicó Jesús a sí mismo y, por eso, hay que tratarlas con respeto. Jesús tenía conciencia de ser Ungido por Dios (Cristo), de elegido por Dios. Nosotros también fuimos ungidos en el Bautismo para significar la elección que Dios hace de nuestras personas: Hijos de Dios, miembros de Cristo, sacerdote (para entregar la vida), profeta (para hablar en nombre de Dios) y rey (para servir a los demás). Esta es nuestra identidad, impresa en nuestra ser desde el nacimiento a la vida nueva: Gastar y entregar la vida por Dios en las circunstancias personales; denunciar en nombre de Dios el mal de nuestro alrededor y anunciar su Buena Noticia de Liberación; ser servidor de los demás, de la Comunidad en la que vivo.

 

“Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor”. También palabras mayores, que expresan el programa de la Misión de Jesucristo y que se convierten en la misión de todo cristiano, pues participamos de su misión, de la misión de la Iglesia. Nuestra misión, como el mensaje del Adviento, es liberadora para los que sufren, para los que tienen el corazón desgarrado, para liberar a los prisioneros y perdonar a los cautivos, para anunciar la gracia de Dios. Mira tu vida, tus actividades en la parroquia... y pregúntate con audacia si lo que haces está contribuyendo de alguna manera a realizar esta misión; después ten valentía para continuar con ella o para cambiar en lo que veas conveniente.

 

ALGERÍA

 

“Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”. (“Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” -salmo-. “Estad siempre alegres” -segunda lectura-). Aunque creo que es cierto, ¡qué pena me da cuando oigo que ser cristiano te complica la vida! Cuando un bautizado descubre lo comprometido que resulta ser consecuente con su identidad y con su misión, ve que se le complica la vida; va por muy buen camino. ¡Cuántos hay que ni se asoman a este “choque” con la manera de vivir del mundo! Pero digo que me da pena, porque se encuentran pocos cristianos que expresen de la misma manera la alegría que supone conocer a Cristo y vivir de acuerdo con sus criterios. Quizá hace falta haber vivido “lejos de la casa del Padre” y “haber vuelto de lejos” para comprobar que es gozosa nuestra forma de entender la vida y causa de las mayores alegrías, que es el mejor camino de la felicidad.

 

“Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad”. La alegría que supone ser cristiano consecuente con el Evangelio, con la identidad y la misión, tiene una dimensión moral ineludible. Sólo el bien y la bondad, que Dios ha determinado, nos puede conducir a la alegría. Cuando uno pretende acortar camino a la felicidad, sirviéndose del mal, es imposible que sea feliz, aunque dé la impresión de que quien hace mal viva mejor que los que nos esforzamos en ser buenos. Examina si tu falta de alegría como cristiano no viene, quizá, por no ser fiel a tus “compromisos”.

 

“Sed constantes en orar... No apaguéis el espíritu”. Pero la alegría del cristiano tiene, ante todo, una dimensión religiosa, que es lo primero (más hoy en día) que debemos cultivar en cualquier aspirante a cristiano (bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios...). Dimensión que consiste, básicamente, en concebir la vida y a uno mismo, como una criatura dependiente de Dios. Descubrir el compromiso que supone ser cristiano coherente sin entrever la fe y el amor que Dios tiene por ti es invertir y abortar el proceso de un cristiano. Tanto tiempo utilizado, tantas reuniones, tantos esfuerzos... y no descubrimos lo esencial. “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador”, experiencia de María reflejada en el Magnificat. De ahí nace la alegría, de ver la salvación de Dios en uno mismo y en los demás.

 

“El Señor hará brotar la justicia (como un jardín hace brotar sus semillas) y los himnos ante todos los pueblos”. Es una invitación a descansar de nuestros esfuerzos por ser buenos cristianos, a relajarnos ante tanto compromiso que “nos complica la vida”... y gozar de lo que hemos realizado y de la espera de que Dios lo plenifique. Siembra, duerme tranquilo y sin que sepas cómo, la semilla producirá su fruto. ¡Recobra tu convicción para ser cristiano!