II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 1, 35-42: “Venid y lo veréis”.

Autor: Padre Pedro Crespo   

 

Comenzamos el tiempo ordinario. Estamos en el segundo domingo del este tiempo. El primer domingo es el domingo del Bautismo de Jesús, que era al mismo tiempo el último del tiempo de Navidad. En este domingo se nos invita a seguir a Jesucristo, a identificarnos con él. 

El contexto de las lecturas, sobre todo de la primera y del Evangelio, podría ser el siguiente: la fe, el seguimiento de Jesús, tienen una estructura de relación personal, en la que Dios tiene la iniciativa, es él el que llama, y el hombre tiene que responder con su vida a esa llamada de Dios. 

¿Qué nos dicen las lecturas de esta relación personal con Dios? Pues yo entiendo que nos dicen como cinco ideas:

a.- La relación personal con Dios necesita de intermediarios. En la primera lectura, Elí ayuda a Samuel a discernir las palabras que estaba oyendo y le apunta lo que tiene que responder. En el texto del Evangelio, Juan el Bautista, que tenía seguidores, cuando ve a Jesús le señala como el “Cordero de Dios” y sus discípulos empiezan a seguir a Jesús. Por estos dos ejemplos digo que la relación personal con Dios necesita de intermediarios. Fijaos que hoy en día concebimos la religión como una relación íntima y privada con Dios, en la que no entra nadie: “Yo me confieso con Dios”, sería una expresión de la vivencia de mucha gente. Pues bien, por experiencia todos podemos decir cómo en nuestra fe nos ha ayudado alguna catequista, algún profesor, algún sacerdote, nuestros padres... Además en nuestra religión Jesucristo estableció unas mediaciones que son los sacramentos. 

b.- La relación personal con Dios necesita de escucha. Quizá estamos muy acostumbrados a hablarle a Dios en nuestra relación con él. No paramos de hablar. Sin embargo si queremos seguirle a él y no a nuestros impulsos, tenemos que acostumbrarnos a escucharle. Samauel le dijo: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Hay que ponerse en actitud de escucha. No se trata de intentar oír la voz de Dios, sino de intentar descubrir qué es lo que él quiere decirnos en medio de las circunstancias que estamos viviendo. Para ello es imprescindible la oración, y la oración con la Palabra de Dios. Si queremos escuchar qué es lo que Dios quiere decirnos, lo tenemos que hacer conociendo su Palabra. Ved que compromiso más concreto: leer la Palabra de Dios, sobre todo los evangelios y el resto del Nuevo Testamento. 

c.- La relación personal con Dios es para cumplir su voluntad. Dice el salmo responsorial: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Es la esencia de la religión, de toda religión. Nos ponemos en las manos de Dios para que se cumpla en nosotros su voluntad. Este centro de la religión es el que más veces equivocamos, porque continuamente queremos que Dios haga lo que nosotros deseamos, queremos que él haga nuestra voluntad. ¿Cuál es la voluntad de Dios? Cada uno la tiene que descubrir, pero seguramente tiene mucho que ver con el amor a los demás, con el perdón... con todo el mensaje de Jesús en el Evangelio. 

d.- La relación personal con Jesús debe ser una experiencia personal.  

[En el texto del Evangelio vemos que los discípulos de Juan el Bautista se acercan a Jesús y éste les pregunta: “¿Qué buscáis?”. Da la impresión de que aquí la iniciativa la tienen los discípulos. Es que el ser humano busca a Dios y Dios busca al hombre. En esa búsqueda mutua es donde se produce el encuentro personal de la fe. Dios tiene el tacto de hacer mérito nuestro lo que es obra suya. El sale a nuestro encuentro, pero hace que nosotros lo encontremos.] 

Cuando los discípulos le preguntan: “¿Dónde vives?”, él les dice: “Venid y lo veréis”; es decir, no les da una explicación para que lo puedan comprender, sino que quiere que lo vivan por su propia experiencia. Jesús también nos dice a nosotros: “Venid y lo veréis”; acercaros a comprobarlo por vosotros mismos, a experimentarlo en vuestra propia vida. Es que la relación personal con Jesús no es principalmente cuestión de estudiarla, de oírla de otras personas, sino de experimentarla por uno mismo. Cuando uno tiene una experiencia singular, dice: “Esto no se puede expresar con palabras”; así es la experiencia de la relación personal con Jesús. 

e.- La relación personal con Jesús es para ser transmitida, no para guardarla en el interior. Las vivencias fuertes necesitan comunicarse, decirse. Los discípulos después de haber estado con Jesús van a contárselo a Simón: “Hemos encontrado al Mesías” (era Jesús quien les había encontrado a ellos) y llevan a Simón a ver a Jesús. Hemos de transmitir nuestra experiencia de fe, hemos de dar testimonio de lo que creemos. Nuestra fe no se puede conformar con una vivencia intimista, tiene que publicarse, que predicarse.

 

Dios continúa llamándonos a colaborar con él, a vivir con él. En esta relación con Dios necesitamos intermediarios, escucharle, cumplir su voluntad, experimentarle personalmente y comunicarlo a los demás.

 

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