III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 1, 14-20: “Está cerca el reino de Dios: Convertíos”.

Autor: Padre Pedro Crespo   

 

Celebramos el domingo tercero del tiempo ordinario. A partir de este domingo seguimos la lectura semicontinuada del evangelio de Marcos. Este domingo el texto escogido señala los siguientes temas: “Se ha cumplido el plazo; está cerca el reino de Dios: convertíos... Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Como el tema de la llamada lo reflexionábamos el domingo anterior, viendo como los discípulos de Juan Bautista siguieron a Jesús, hoy me voy a centrar más en esta idea: “Está cerca el reino de Dios: convertíos”. 

El Reino de Dios es una idea central en el mensaje de Jesús, es como el eje de su mensaje. El Reino de Dios comenzó con Jesucristo, con su persona y su evangelio. Era el reino esperado por el pueblo de Israel. La vida de Jesucristo inauguró el reino, un mundo mejor, que llegará a su plenitud en el cielo. Ese mundo mejor lo tenemos que construir los cristianos; esa es nuestra principal misión. Hemos de construir un mundo nuevo desde los valores del Evangelio: la justicia, la paz, la vida, el amor, la unidad, la verdad...

 

Para construir ese mundo mejor quizá todos cambiaríamos las cosas que consideramos que están mal; pero pocos pensaríamos que quienes tenemos que cambiar primero somos nosotros mismos. No podemos construir un mundo desde los valores de Dios si nosotros no vivimos esos valores. Los valores de este mundo: el poder, el tener, el gozar, el sobresalir, la fama, el egoísmo... los hemos respirado desde pequeños sin darnos cuenta y han formado en nosotros como una segunda naturaleza, de tal forma que pensamos que son naturales en nosotros y no nos producen ninguna aversión. Tendríamos que hacer un ejercicio de discernimiento para darnos cuenta de en qué nos tenemos que convertir también nosotros. Precisamente hoy, 25 de enero, es la fiesta de la conversión de San Pablo y estamos en su año jubilar.

 

El reino que tenemos que construir es el reino de la Justicia. Nosotros entendemos la justicia principalmente como venganza y así construiríamos este mundo nuevo. La justicia en Dios es su voluntad; ajustar todo a la voluntad de Dios, sería construir un mundo desde la justicia. La voluntad de Dios no es la venganza, sino el tomar partido por los más desfavorecidos. Ayudando más a quien mas lo necesita es como Dios hace justicia. Si queremos construir un mundo mejor, tenemos que tomar partido por los más pobres, por los más desvalidos, los más necesitados, los marginados de este sistema capitalista en el que vivimos.

 

El reino que tenemos que construir es el reino de la Paz. Nosotros entendemos la paz como ausencia de conflicto y como tranquilidad. No hacemos nada por la paz con tal de no perder la falsa tranquilidad que tenemos. La verdadera paz es reconciliación con todos. Para que haya paz tiene que haber justicia y tenemos que vivir en la verdad. Por eso para construir un mundo de paz tendremos que luchar contra los falsos convenios que nos mantienen tranquilos en situaciones de injusticias y de mentiras.

 

El reino que tenemos que construir es el reino de la Vida. Nosotros entendemos la vida como bienestar: tener resueltas las necesidades primarias. Esto es sin duda importante, pero no lo es todo porque, a pesar del bienestar, hay mucha gente que no consigue la plenitud personal y la felicidad en su vida. Para que la vida sea plena hemos de potenciar otros valores además de los materiales. Para que la vida sea plena hemos de abrirnos a la plenitud de la Vida que nos trae Jesús: la Vida eterna.

 

El reino que tenemos que construir es el reino de la Verdad. Nosotros estamos acostumbrados a las mentiras piadosas, a las componendas, a las medias verdades, a “decir la verdad” cuando queremos herir a alguien... Pocas cosas son tan traicionadas como la verdad en nuestra sociedad. El mundo mejor que tenemos que construir se tiene que asentar sobre la verdad para que pueda haber justicia, paz y amor. La verdad es el reconocimiento de lo que es el ser humano en cuanto tal. Concepciones sesgadas de lo que es ser persona traicionan la verdad.

 

El reino que tenemos que construir es el reino del Amor. Nosotros entendemos el amor como sexo o como sentimiento. Son dos modos de reducir el amor a genitalidad o a sensaciones. El amor que predicó Jesús es, principalmente hacer el bien a quien lo necesita. El mundo nuevo sólo puede ser mejor que el actual si está cimentado en el amor universal, desinteresado y generoso.

 

El reino que tenemos que construir es el reino de la unidad. Entendemos la unidad como uniformidad, igualitarismo. Lo diverso nos pone en situación de alerta y de prejuicio, no predispone a situarnos en contra. La unidad sobre la que tenemos que construir un mundo mejor es la fraternidad, la tolerancia, el respeto: la aceptación gozosa del otro, de sus puntos de vista, de sus intereses, porque es mi hermano.

 

Este es el reino de Dios que está cerca y al que nos tenemos que convertir. También, como Jonás, tenemos que anunciar la conversión a estos valores a todos nuestros hermanos. El mejor modo de pedir la conversión es la vivencia integral de estos valores en nuestra propia vida.

 

(No digo nada de la Infancia Misionera: “Con los niños de Asia, buscamos a Jesús” –la experiencia de cambiar al encontrar con Jesús, para construir su Reino–, ni de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: “Estarán unidas en tu mano” –construir el Reino del a Unidad–. Creo que es fácil adecuarlos con el tema de la conversión y del Reino.)

 

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