VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1, 40-45: “Jesús no margina a nadie”.

Autor: Padre Pedro Crespo   

 

Creo que las lecturas de este domingo VI del tiempo ordinario son una invitación a que no marginemos a nadie por ningún motivo, sino que sepamos acoger a todos y crear comunión. 

Vemos en la primera lectura del libro del levítico, libro de leyes y disposiciones para los sacerdotes, unas normas referentes a los leprosos. Hay que tener en cuenta que la enfermedad de la lepra es una enfermedad que va corrompiendo la carne, que es contagiosa, que en el tiempo de Jesús estaba muy extendida porque faltaba mucha  higiene y que se confundía con otras enfermedades de la piel. Las disposiciones que resalta la lectura son que el enfermo era declarado impuro y era excluido del culto y de la sociedad. 

La impureza no tiene que ver con la sexualidad, como nosotros pensaríamos (“No cometerás actos impuros”), sino que tiene que ver con el ritual, con lo legal. En esa mentalidad es impuro todo lo relacionado con la vida y con la muerte: la sangre, el semen, la fermentación, enfermedades de la piel, cadáveres... De tal manera que quien estuviera en contacto con estas cosas era impuro. Recordemos como había una costumbre que consistía en que las mujeres, después de dar a luz, tenían que ir a purificarse al templo (la purificación de María; que celebrábamos en la fiesta de la Candelaria). Esa impureza ritual o legal se convertía en una impureza espiritual o, incluso moral; es decir, se pensaba si este tiene la lepra es por que él o sus padres son unos pecadores y esta enfermedad es un castigo de Dios. Puede parecer una exageración, pero determinados comportamientos actuales nos sitúan muy cerca de esta mentalidad: “Que habré hecho yo para merecer esto, Señor”, decimos cuando padecemos un mal en nuestra vida. Frente a toda esta pureza ritual y externa vivida en la mentalidad judía, Jesucristo dice: “Bienaventurados los limpios de corazón”, condenando esas falsas purezas y centrando la pureza en tener el corazón limpio, sin doblez, sin hipocresía. 

Dice también el libro del levítico que el leproso debía aislarse; era marginado del culto y de la sociedad, incluso de su propia familia. El leproso es el marginado prototipo del Evangelio. Su exclusión incluso estaba regulada por los sacerdotes. Marginado es el que es situado al margen, en la cuneta, y en el tiempo de Jesús había otros muchos marginados: los pecadores (prostitutas, adúlteros, publicanos...), los enfermos, las mujeres (socialmente no se las consideraba para nada, sólo para llevar el hogar y tener hijos; públicamente el hombre no hablaba con ellas), los pobres (que eran la mayoría), los niños, los samaritanos... 

Y el Evangelio nos presenta la actitud de Jesús con un leproso. Dice el texto que Jesús “se conmueve”, “extiende la mano y lo toca”. Por tocar al leproso, Jesús no es impuro, sino que le devuelve la pureza al leproso y lo reintegra en la comunidad, le dice que vaya al sacerdote. Así es el trato de Jesús con todos los marginados: perdona a los pecadores (adúltera), cura a los enfermos (suegra de Pedro, endemoniados...) para manifestar la misericordia de Dios, se acerca a las mujeres y habla con ellas (muchas le seguían, como María Magdalena), toma partido por los pobres (a los que ha venido a anunciarles la Buena Noticia), permite que los niños se acerquen a él y dice que de los que son como ellos es el Reino de los cielos, pone como ejemplo de buen comportamiento a los samaritanos frente a los sacerdotes y los levitas... 

Este creo que es el mensaje de las lecturas de este domingo, como decía al principio: para Jesús nadie debe estar al margen de la vida, por eso nosotros, seguidores de Jesús, no debemos marginar a nadie y debemos reinsertar a todos los que están excluidos del sistema. ¿Quiénes son hoy los marginados? ¿Quiénes son hoy los marginadores? Nuestro sistema capitalista es un sistema que crea competencia en todos los niveles y los menos agraciados se convierten, en consecuencia, en marginados. Marginados son los gitanos, los marroquíes, los enfermos de sida, los enfermos mentales, los no productivos, los que se salen de los “normal” (pues no soportamos lo diferente)...  

Que el Señor nos ayude a amar a todos sin excluir a nadie de nuestro amor.