XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 4,35-41:
“Tempestades necesarias”

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

El tema, que nos ponen delante las lecturas de este domingo XII del tiempo ordinario, es la cuestión de las dificultades que la vida nos plantea (el sufrimiento de Job, la tormenta del lago de Genesaret) y su relación con la fe y con la Iglesia. ¿Sirve la fe para algo de la vida? ¿Por qué esas tempestades y huracanes que hacen tambalear nuestra vida y la nave misma que es la Iglesia? En la vida siempre hay problemas... ¿es la fe una solución a los problemas, una tapadera de los mismos, un consuelo psicológico, un obstáculo que nos impide afrontarlos...? ¿No pensamos, incluso, que nosotros lo haríamos mejor que Dios?

 

Dice una parábola moderna, que está muy difundida en internet y que me ha llegado en una presentación Power Point (Descarga, pps 270 kb)

 

Las tormentas:

“Cuentan que un día un campesino le pidió a Dios le permitiera mandar sobre  la Naturaleza para que –según él – le rindieran mejor sus cosechas. ¡Y Dios se lo concedió!

Entonces cuando el campesino quería lluvia ligera, así sucedía; cuando pedía sol, éste brillaba en su esplendor; si  necesitaba más agua, llovía más regularmente; etc...

Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, su sorpresa y estupor fueron grandes porque resultó un total fracaso. Desconcertado y medio molesto le preguntó a Dios por qué salió así la cosa, si él había puesto los climas que  creyó convenientes.

Pero Dios le contestó: “Tú pediste lo que quisiste, más no lo que de verdad convenía. Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consumen y purificarla de plagas que la destruyen”.

Así nos pasa. Queremos que nuestra vida sea puro amor y dulzura, nada de  problemas.

El optimista no es aquel que no ve las dificultades, sino aquel que no se asusta ante ellas y no se echa para atrás. Por eso podemos afirmar que las dificultades son ventajas, las dificultades maduran a las personas, las hacen crecer.

Por eso hace falta una verdadera tormenta en la vida de una persona, para hacerla comprender cuánto se ha preocupado por tonterías, que son chubascos pasajeros.

Lo importante no es huir de las tormentas, sino tener confianza en que pronto pasarán...

y dejarán algo bueno en nuestras vidas.”

(Autor desconocido)

 

Quizá en la vida hay cosas que no entendemos (el sufrimiento, la muerte, las dificultades de la Iglesia en su Misión...), pero hemos de convencernos que nosotros no lo haríamos mejor que Dios. Nos queda aún mucho camino para entender el mundo como Dios lo entiende y para querer la felicidad que él quiere para los hombres.

 

Job era un hombre bueno que creía en Dios. Sus amigos le dicen a Dios que cree en él porque todo le va bien en la vida. (¡Cuántas veces si la vida nos va mal, pensamos que Dios ha dejado de querernos!). Los amigos de Job le dicen a Dios que le “pruebe” con dificultades. La vida de Job se llena de desgracias y sigue confiando en Dios. Llevado por sus sufrimientos es capaz de interpelar al mismo Dios en busca de una explicación. ¡El sufrimiento de los inocentes tiene difícil comprensión!. Y Dios, en la lectura que hemos escuchado, le introduce en el misterio de la creación y de Dios mismo, con el símbolo del control sobre el mar, que en las lecturas representa al mal. Dios es más poderoso que el mal.

 

El sufrimiento está ahí y aquí, en la vida de todas las personas. No nos debe hacer dudar de Dios, sino adentrarnos en su misterio, para acompasar los latidos de nuestro corazón con el de Dios, para verlo todo con sus ojos, para comprender su voluntad sobre los hombres. La fe no evita problemas, ni los esconde, pero capacita para verlo todo desde otra perspectiva, la de Dios, la de su amor incondicional por la humanidad. ¡Son precisas las tormentas!.

 

La Iglesia hoy se encuentra en una situación delicada, de un modo especial, en Europa: secularismo y laicismo (concepción de la humanidad sin Dios, a veces en contra de todo lo que suene a religión), increeencia, indiferencia religiosa, concepciones divergentes dentro de la misma Iglesia, incoherencias de los cristianos, problemas nuevos de la humanidad ante los que es difícil situarse desde la fe, nos cuesta mantener la fe en la dificultades y más siendo minoría... La tempestad también se cierne sobre la nave de la Iglesia. Desde la Iglesia, como los apóstoles y Job, tenemos la audacia de interpelar al mismo Dios... ¿Duermes? ¿Nos has abandonado?... Y Dios nos responde: “¿Aún no tenéis fe?”. Y Dios quiere adentrar a su Iglesia en su propio misterio, para que viva y confíe en sus manos, las de Dios. ¡Dios dirige la Iglesia!

 

También en la Iglesia son precisas las tormentas para que luego vengan los frutos. Seguro que, en estos tiempos, se están gestando santos que encuentren caminos adecuados para guiar la Iglesia en medio de este mar inmenso y desbordante de la cultura actual.

 

¡Qué las dificultades que la vida nos plantea, a nivel personal y de Iglesia, nos estimulen en nuestra confianza en el Señor!