XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,1-6.: “La fuerza se realiza en la debilidad”

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Este domingo XIV del tiempo ordinario es una invitación a tener fe, de verdad, en Dios, a confiar en él. La increencia no es un fenómeno de hoy, ya en tiempos de Jesús también se daba; pero hay que resaltar que la sociedad de hoy tiene una mayor abundancia de indiferencia religiosa. 

¿Qué es tener fe en Dios? Confiar en él, obedecerle, confesar lo que uno cree. Cree en Dios quien espera en él, quien confía en que Dios le puede sacar de su miseria y de su muerte. Cree en Dios quien piensa que haciendo caso a los planes de Dios va a ser más feliz que haciendo caso de sus propios planes. (V. G.: El pecado original). Cree en Dios quien en su vida testimonia de palabra y obra lo que cree en la intimidad de su conciencia y lo que celebra con la comunidad. La fe en Dios lleva consigo una profunda confianza en las posibilidades del ser humano, aunque este esté envuelto en el pecado y la miseria. 

Frente a esta postura hay quien no cree en Dios, porque es ateo, agnóstico, o indiferente religiosamente. Quizá estas personas sean unas buenas personas. Sin meternos con ellos, las lecturas de hoy nos vienen a decir que esas posturas se suelen basar en la autosuficiencia, en la soberbia, en el orgullo, tanto en el plano humano como en el espiritual; es decir, uno sólo confía en uno mismo y en sus posibilidades, no en Dios y tampoco en los demás.

Nuestra sociedad es una sociedad en la que ha crecido considerablemente el número de personas que no creen en Dios o que son indiferentes.      Quizás estas manifestaciones se deban al poco testimonio que damos los cristianos, pero también podríamos pensar en lo que dicen las lecturas de este domingo. 

La primera lectura del profeta Ezequiel nos dice que el pueblo de Israel es testarudo, obstinado y rebelde para con Dios y su mensaje; es decir, el pueblo de Israel no hacía caso de la voluntad de Dios, prefería seguir sus propios caminos. A la fidelidad de Dios, que Dios había expresado en la Alianza, el pueblo de Israel le era infiel porque no cumplía con su parte de la Alianza: obedecer los mandatos de Dios. La rebeldía del pueblo de Israel es una rebeldía en la obediencia que, como dije antes, es parte de la fe. Si mirásemos la situación de la sociedad actual podríamos ver que, en general, también es una sociedad rebelde contra la voluntad de Dios, que está alejada de sus mandamientos. 

Frente a la postura del pueblo de Israel, la segunda lectura de San Pablo nos muestra, en su persona, un bonito contrapunto. San Pablo ha abandonado el orgullo de ser judío a ultranza, porque el reconocimiento del propio pecado, expresado en la lectura en la “espina” que tiene en su carne, le ha hecho humilde y le ha hecho descubrir que sin Dios, sin su gracia, él no sería nada. “Te basta mi gracia. La fuerza se realiza en la debilidad”. Habría que profundizar en esta idea en una sociedad sin conciencia de pecado. Quizás esta falta de conciencia de pecado esté en la raíz de la falta de fe en Dios. Seríamos menos autosuficientes, menos soberbios, si tuviéramos conciencia de nuestras limitaciones y miserias. Ser religioso lleva consigo necesariamente la conciencia sana del pecado. 

El texto del evangelio también es muy interesante para estas consideraciones sobre la fe. Jesús es rechazado en su pueblo, entre sus conocidos. Se me ocurren dos consideraciones. En primer lugar, la fe es una postura previa a todo lo que uno tiene, no es la conclusión de una experiencia. La presencia de Jesús, sus enseñanzas, sus milagros, no dan fe a quien previamente no está dispuesto a aceptarlo. En segundo lugar, el conocimiento que tenemos sólo sirve para la fe si es un conocimiento que nace del amor. Normalmente nosotros utilizamos lo que conocemos de los demás para desacreditarlos, porque nos falta amor hacia esas personas. Además quienes conocían a Jesús no le creen porque es demasiado cercano e ellos, demasiado conocido. Cuando conocemos a los demás, sin amor, los desacreditamos para ser mensajeros de las cosas de Dios. 

Concluyendo, decía: la fe es confiar en Dios, obedecerle, confesarle. Para tener fe, según las lecturas de este domingo, hay que obedecer los planes de Dios, reconocer el propio pecado y poner amor en nuestro conocimiento de Jesús y de los demás. ¡Qué el Señor haga crecer la fe en todos nosotros!